Ethel Maco Inga | EDUCACCIÓN
Decidí escribir estas líneas varios días después de iniciado el Estado de Emergencia. Una situación, como sabemos, derivada de la pandemia ocasionada por el COVID 19, que a inicios del año se veía apenas como un problema de la lejana China. Sin embargo, hoy en día el problema se nos refriega en la cara. No era solo un problema de ellos, ahora se encuentra difuminada por todo el mundo, incluido el Perú. Esta situación nos ha tocado a todos y todas sin ningún tipo de distinción, y lo vemos diariamente en los medios de comunicación. Las noticias nos brindan datos y cifras que nos ayudan a comprender y reflexionar la envergadura de lo que está ocurriendo, cómo podemos abordarlo, qué acciones son urgentes en distintos ámbitos, de qué manera enfrentarlo, cómo asumir con responsabilidad el cuidado de los demás, cómo sensibilizar a las personas sobre la importancia de quedarnos en casa, qué vendrá después y muchos aspectos más. En otros casos, las noticias nos generan preocupación debido a su sensacionalismo o falta de pertinencia para abordar los temas.
Es muy cierto que esta pandemia “nos ha puesto de cabeza” y está retándonos a hacerle frente desde distintos campos, incluida la educación, que también está inmersa en la incertidumbre que nos genera. En este contexto de desafíos sui generis, mis pensamientos y reflexiones sobre “el sentido de ser maestra” me lleva a pensar y repensar sobre cómo actuar. Porque para nadie es sencillo afrontar lo que está aconteciendo y eso nos incluye a los docentes, quienes también estamos en “cuarentena” para protegernos y proteger a los demás.
Durante estos días en casa, hay dos frases: “las crisis generan oportunidades” y “hay que salir la caja”, que me hacen pensar y me devuelven la esperanza de creer que es posible aprovechar esta coyuntura como una gran oportunidad. Por eso en días subsiguientes a la disposición dada por el gobierno empecé a hacerme muchas preguntas sobre cómo orientar, promover e implementar experiencias de aprendizaje en casa considerando a los padres de familia, pero no como “pedagogos”, sino como “aliados”.
Si enrolamos a los padres, tendría que ser para fortalecer vínculos y asumir una responsabilidad compartida, que visibilicé el respeto a los derechos, la atención a la diversidad, la orientación al bien común, que sirva también para ayudarlos a despojarse de algunas falsas creencias acerca del “aprendizaje” basado en tareas, planas, ejercicios y otras actividades monótonas. Para llevar a cabo lo planificado, faltaba generar las condiciones que permitan establecer comunicación con los padres. Es ahí que la tecnología del celular como dispositivo se convirtió en el gran soporte, pues pude incorporar a todos los padres de familia a un grupo de WhatsApp. Ahí me llevé la gran sorpresa al comprobar que la mayoría tenía acceso a esta red social. Este hallazgo quebró ciertas ideas previas, acerca de que la conectividad no era accesible a todos y lo digo porque los padres viven en una zona rural. Sé que no puedo generalizar para todo el país, pero para saberlo tenemos que diagnosticar y así podremos encontrar posibilidades.
Esta labor la he empezado el 31 de marzo, inicié enviándoles las situaciones a implementar hasta el día 3 de abril, les pedí que las lean, luego dialogué vía telefónica con cada una de las familias, comentándoles el sentido de estas actividades y la importancia de articular esfuerzos, porque somos un equipo. Al darles las orientaciones para que sus niños dibujen y escriban desde su nivel, después de leerles un cuento, nuevamente entre en conflicto cuando los padres de familia me decían con tanta naturalidad: “no sé preocupe profesora” “le voy a decir que escriba como sabe”, “si no sabe cómo lo puedo ayudar”, “no importa si no sabe escribir, que lo haga como chiquito”. Cabe mencionar que las actividades planteadas son variadas: leen con apoyo de un adulto, escriben por sí mismos y con ayuda, dibujan, dialogan, narran, cambian el final de las historias, realizan juegos de actividad física. Estas y otras evidencias avivan mis expectativas para continuar con la experiencia, pues estoy descubriendo y reafirmando que sí podemos brindar oportunidades de aprendizaje distintas. Claro, siempre y cuando tengamos claro los propósitos de aprendizaje del Currículo Nacional y asumamos que “los niños y las niñas no piden permiso para aprender”, tal como afirma Emilia Ferreiro.
Hoy, a inicios de abril, manifiesto estar motivada por continuar esta travesía, cada día desde muy temprano los padres de familia van remitiendo a mi WhatsApp las evidencias de las actividades realizadas en casa junto a sus hijos o hijas y al dialogar telefónicamente sobre las actividades, ellos y los niños expresan su comprensión acerca de lo realizado y el agrado que les genera.
Es increíble observar los dibujos de los niños y niñas, leer sus escritos (normalizados por el adulto), escuchar los audios y videos en los cuales dan muestra de su gran potencial cognitivo y la capacidad de empatía por el otro. Resumo todo esto en la expresión de una niña de 5 años: «Profesora cuídate y cómprate el escudo protector para que el coronavirus no te moleste», haciendo alusión a la lectura leída por su papá.
Cantar victoria en pocos días suena ilusorio. Sin embargo, ¡hagamos de esta crisis una gran oportunidad! De corazón, demos lo mejor para que nuestros y niñas sean felices y aprendan en familia.
Lima, 6 de abril de 2020
Evidencias de los niños y niñas, a partir de la lectura de uno de los cuentos titulado “El escudo protector contra el Rey Virus”.