Edición 59

Las fake news y la permanente búsqueda de la verdad

Las noticias falsas se difunden más rápido, calan más hondo y llegan a más personas que las noticias verdaderas, por lo que es importante recordar que no somos tan racionales como pensamos

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Paul Barr Rosso | EDUCACCIÓN

El bullicio de la vida en comunidad está suspendido y estoy, al igual que muchos, en casa. La Covid-19 ha impuesto nuevas reglas: encierro, distanciamiento, asepsia. No sabemos cuánto tiempo durará esta situación y algunos vaticinan que no regresaremos a la normalidad que conocíamos hasta hace un par de meses. En este nuevo contexto aparecen las tecnologías digitales, que nos ayudan a estar en contacto con nuestros seres queridos, a reírnos, a seguir trabajando o estudiando e incluso a tener cierta actividad física.

Hoy la tecnología es una invitada especial en nuestras casas y aceptamos que muchas cosas se pueden trasladar a entornos virtuales, llevamos nuestro mundo offline al online. La conexión a entornos virtuales es uno de los remedios más prescritos para sobrellevar el distanciamiento. Sin embargo, como todo medicamento, tiene algunas advertencias sobre su uso.

En medio de la pandemia, es importante hablar de las fake news o noticias falsas. Inmersos en una situación incierta, con actualizaciones constantes sobre lo que vamos conociendo de la enfermedad y sobre qué cuidados debemos tener, la propagación de noticias falsas puede afectar no solo carreras profesionales o políticas sino constituirse en un problema de salud pública que afecte nuestra propia supervivencia. Recordemos, por ejemplo, la campaña que hizo creer a la gente que las vacunas causan autismo. Desestimada hace mucho por la comunidad científica e incluso sancionado el responsable, hoy existe un movimiento antivacunas que se sostiene sobre este bulo de hace más de veinte años.

Las noticias falsas no son cosa reciente. Sin embargo, con el paso del tiempo han adquirido un alcance distinto. Las de antes se parecían más al escenario que describía Orwell en su novela 1984: un régimen dictatorial creando una narrativa que le acomode, incluso desapareciendo personajes. Es lo que vimos, por ejemplo, con Fujimori, Vladimiro Montesinos y los «diarios-chicha» en los años noventa. La capacidad de desinformar a gran escala estaba a la mano de quien ostentaba el poder político o económico. Hoy, por el contrario, todos podemos crear fake news o contribuir a su difusión desde una computadora o desde un celular prepago cargado con cinco soles.

Como toda buena ficción, las fake news son relatos creíbles y que apelan a las emociones. Por la información que entregamos cada vez que utilizamos el internet, existe mucho conocimiento de lo que nos afecta, interesa o preocupa. Recordemos que en las elecciones presidenciales que ganó Trump, las noticias falsas llegaban sobre todo al estrato de los votantes indecisos y se buscaba cambiar su opinión con información diseñada a medida.

Hace unos días, en el webinar “Fake news durante el Covid 2019”, organizado por la Unesco, las especialistas alertaron que la mayoría de estudiantes utiliza la información que aparece en la primera página de sus búsquedas, les dan más importancia a los sitios web populares que a los que tienen autoridad en la materia y se informa sobre todo a través de redes sociales. Asimismo, los expositores compartieron algunas estrategias para afrontar el tsunami de información que hoy recibimos: verificar la fecha de la publicación, identificar que la fuente sea reconocible y contrastable, analizar los argumentos y evidencias que se presentan, buscar más de una fuente de información y no difundir información anónima. Los aspectos recomendados apuntan hacia el ejercicio de la capacidad crítica o, dicho de otra forma, la “capacidad de analizar entornos complejos, contrastarlos y ser capaz de reflexionar de manera independiente en diferentes contextos” (Cobo, 2019). Esta capacidad, más allá de lo cognitivo, se construye sobre la base de una autoestima sólida, que nos permita cuestionar. Requiere, asimismo, haber mantenido la curiosidad con la que nacimos, así como la capacidad de preguntarnos no solo los “qué” sino los “por qué”. En suma, el pensamiento crítico invoca un conjunto de características personales que los actores que educan deben procurar desarrollar en sus alumnos.

Además del pensamiento crítico, es imprescindible incorporar elementos adicionales que nos permitan elaborar estrategias efectivas. Es importante recordar que no somos tan racionales como pensamos, sino que funcionamos utilizando atajos, sesgos, emociones. Por ejemplo, la investigación de Sinan Aral (MIT) encuentra que las noticias falsas se difunden más rápido, calan más hondo y llegan a más personas que las noticias verdaderas. Su investigación considera aspectos como la mayor o menor influencia que ejercen determinadas emociones o que el cerebro busca la novedad (“la ultimita” como decimos en el Perú). Este no es el único caso en el que el pensamiento lógico no es el que define si compartimos información falsa o no. Un grupo de investigadores del MIT y de la Universidad de Regina (Canadá), encontraron que es más probable compartir contenido si coincide con nuestra posición política. Asimismo, hallaron que no siempre el compartir implica que uno cree la información o que la suscribe y que sería interesante establecer qué otras motivaciones existen al compartir información (Young, 2020). En el mismo sentido, Sarah Gorman, especialista en salud pública radicada en Nueva York, nos explica en su libro Denying to the Grave: Why We Ignore the Facts That Will Save Us (Negando hasta la tumba: por qué ignoramos los hechos que nos salvarán) cómo muchas veces asumimos la opinión del grupo como propia o seguimos a líderes carismáticos y nos recuerda cómo las emociones influyen en las decisiones. (Gorman & Gorman, 2016)

Es importante además atender al ritmo acelerado con el que vivimos hoy. Los investigadores daneses Vincent F. Hendricks and Pelle G. Hansen afirman que, cuando no se posee la información suficiente o no se tiene el tiempo o la disposición para analizar todos los datos, puede ser una estrategia racional imitar a otros como una forma de social proof, esto es, observar lo que otros hacen y creen para hacernos una idea de lo que está pasando. (Chatfield, 2019). Vistas así las cosas, no se trata solo de haber desarrollado el pensamiento crítico, sino que también dependerá del contexto. Si tenemos que decidir rápido, recurrimos a atajos.

En suma, existe un conjunto de circunstancias, más allá del pensamiento crítico de cada uno, que impulsan a creer o difundir noticias falsas. Estas –las circunstancias– van desde la demanda por responder o procesar información en tiempos cada vez más cortos, hasta aprender a resistir la urgencia de compartir información cuando esta apela a nuestras emociones o proviene de personas en las que confiamos, como las que muchas veces integran nuestras redes sociales. Es importante asimismo ser conscientes de que no podemos verificar todo y que, a veces, es mejor no difundir en lo absoluto y opinar sobre lo que realmente conocemos.

Finalmente, no podemos obviar una pregunta esencial: ¿Quién define qué es cierto? La desconfianza que tenemos en nuestras fuentes estatales oficiales no es gratuita, se ha ganado a pulso. Y hoy mismo no sabemos si la información a la que accedemos por esa fuente es real o si son fake news. Lo real es que, en un entorno incierto, el fact checking o la verificación de datos puede ser una estrategia, pero debemos asumir que podemos incurrir en errores. Quizás sea más sensato aprender a opinar sobre menos temas, conocer mejor cómo influyen en nosotros nuestras emociones y estar dispuestos a siempre cambiar en función a la nueva información. En buena cuenta, conviene detenernos un poco, desconectarnos más e incorporar una ética permanente de búsqueda de la verdad.

Lima, 4 de mayo de 2020

Bibliografía

Chatfield, T. (8 de Septiembre de 2019). BBC Future. Obtenido de Why we believe fake news: https://www.bbc.com/future/article/20190905-how-our-brains-get-overloaded-by-the-21st-century

Cobo, C. (2019). Acepto las Condiciones: Usos y abusos de las tecnologías digitale. Madrid: Fundación Santillana.

Gorman, S., & Gorman, J. (2016). Denying to the Grave: Why We Ignore the Facts That Will Save Us. Oxford University Press.

Rand, G. P. (24 de Marzo de 2020). New York Times. Obtenido de The right way to fight fake news: https://www.nytimes.com/2020/03/24/opinion/fake-news-social-media.html

Young, E. (16 de January de 2020). Research Digest. Obtenido de British Psychological Society: https://digest.bps.org.uk/2020/01/16/most-people-who-share-fake-news-do-care-about-the-accuracy-of-news-items-theyre-just-distracted/

Paul Barr Rosso
Abogado y Magíster en Ciencia Política y Gobierno por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es Coordinador Senior de Educación Superior en el Consejo Nacional de Educación. Ha sido consultor en la SUNEDU, los Ministerios de Educación, Cultura y Producción. Tiene doce años de experiencia en el sector educación, tanto en el ámbito público como privado. Ha trabajado en aspectos relacionados a la internacionalización, la investigación y la innovación. Es, además, papá de Emma y Liam.