Alejandra Navarro | EDUCACCIÓN
Algunas lecciones extraídas de los últimos acontecimiento políticos:
1. Se siente un espíritu de alivio pero no hay que bajar la guardia. Los sectores pro-vacancia se han sentido heridos de muerte y van a ser más peligrosos. Necesitamos mantenernos vigilantes ante cualquiera de sus movimientos, sea en las comisiones congresales, en los medios, etc.
2. No descansemos en reclamar justicia para Inti y Bryan, y demás personas heridas. Dejar de marchar no equivale a dejar de demandar que se investigue y se sancione a los responsables. Fueron actos de violencia indiscriminados cometidos institucionalmente (porque vinieron del Estado) contra una ciudadanía harta que alzó su voz ejerciendo su derecho constitucional a la insurgencia frente a un gobierno con cero legitimidad.
3. Tenemos que empezar a cuestionar profundamente el «adulto-centrismo» de nuestra sociedad. Los niños, niñas, adolescentes y jóvenes tienen ciudadanía, no son «la mitad de un adulto». Es preciso informarles, explicarles y abrir el espacio para discutir y disentir. Y ¡por favor!, eliminemos el discurso trillado de que su movilización y cuestionamiento es resultado de un «lavado de cerebro» de quién sabe quién. Me atrevo a decir que los antivacunas, los que creen en el nuevo orden mundial y que la pandemia es una excusa para ponernos chips en el cuerpo, no son precisamente de la generación que ha comandado la salida a las calles.
4. Resulta hasta irónico que Francisco Sagasti represente algunas de las apuestas más importantes de la reforma universitaria (y de paso publicite la Política Nacional de Educación Superior y Técnico-Productiva): egresado de universidad pública, con una importante trayectoria científica y de servicio público. Debemos prestar mucha atención a lo que se viene, especialmente en relación a la moratoria de creación de universidades y a algunos proyectos de ley que pretenden modificar (o derogar) la ley universitaria. Los sectores pro-vacancia seguramente van a seguir dando pelea en estos temas. Afortunadamente, Sagasti conoce bien el valor de una educación superior universitaria pública y de calidad.
5. La durísima semana que casi termina ha abierto la puerta a una discusión cada vez más seria de los muchos vacíos, vicios e inconsistencias de la Constitución de 1993. Sé que el lugar común asociado a pedir su cambio se asocia al régimen económico. Sin embargo, es preciso que empecemos a mirar más allá: los derechos fundamentales, la estructura del Estado, las relaciones entre el Poder Ejecutivo y Legislativo, el sistema electoral y las garantías constitucionales. Si queremos un mejor resultado, tenemos que cambiar las reglas de juego.
6. Cuidado con construir una narrativa clasista y racista sobre el cambio de Merino a Sagasti. No se trata de un ajuste por nivel educativo, sino por principios democráticos y respeto al orden constitucional. Que la indignación colectiva nos sirva para algo más que para sacar al usurpador y sus aliados. Que nos sirva para desterrar las tantísimas parálisis paradigmáticas que nos enferman, y nos permitan luchar en términos de justicia y equidad.
Lima, 16 de noviembre de 2020