Wilfredo Rimari Arias | EDUCACCIÓN
¿Quién diría que una minúscula molécula de proteína de nombre coronavirus causaría un terremoto social y económico más grande que la última crisis global provocada por la caída de la Bolsa de Valores en 2008 en los Estados Unidos? ¿Quién diría que esta molécula terminaría paralizando la economía y confinándonos a vivir en casa por tiempo indeterminado? Este minúsculo pero poderoso virus lo está cambiando todo, al menos por un tiempo. También la educación. Al respecto sería prudente preguntarnos si ¿no será momento de cuestionarnos críticamente sobre el sentido de la educación en el Perú y el mundo, así como sobre la pertinencia de sus objetivos, sus contenidos, medios y metodologías? Después de todo, también la educación tiene su cuota de responsabilidad en el tipo de persona que sale de sus centros de atención. Y, si todo está cambiando porque algo no hicimos bien, ¿por qué no repensar la educación a la que se la ha venido concibiendo básicamente como estrategia útil para el desarrollo económico y como mecanismo de ascenso social individual? La educación, por cierto, es mucho más que eso.
Un mundo interconectado e interdependiente
Cuando Wuhan, China, estornudó, el mundo se puso en cuarentena. Cuando los humanos redujimos nuestra movilidad y nuestras actividades de producción y consumo, la naturaleza comenzó a florecer, las aves migratorias retornaron, el cielo y las aguas se aclararon, los delfines, peces y otras especies retomaron el hábitat que les habíamos expropiado. Cuando la cuarentena empezó, aprendimos a mirar mejor y descubrimos lo sacrificado y abnegado del trabajo del personal de limpieza, de salud, de educación, de los proveedores de alimentos, de los transportistas, de los hombres del campo y la ciudad que nos facilitan la vida, y les agradecimos, les cantamos y les retribuimos con lo que estaba a nuestro alcance. Descubrimos que la cuarentena nos está haciendo más humanos y sensibles.
Cuando la cuarentena empezó, la Policía salió a donar panes en El Callao y peces en las calles, el gobierno descubrió que sí tenía los recursos económicos -la espalda financiera, dicen[1]– para apoyar a los más vulnerables e incluso a las empresas, a las que apoyará hasta con 30 mil millones de soles. Cuando la cuarentena empezó, el municipio limeño encontró la Plaza de Acho apta para albergar a mendigos y personas abandonadas a su suerte en las calles y ya lo implementó adecuadamente y viene acogiendo a sus nuevos inquilinos. Cuando la cuarentena empezó muchos peruanos se ofrecieron para hacer las compras de los ancianos y atender las líneas telefónicas con su saber profesional, otros, con su talento artístico, han convertido sus balcones en el palco de los edificios que habitan y ofrecen alegría y esperanza a su auditorio cautivo.
Necesitábamos un shock para despertar, para descubrirnos humanos y hermanos, semejantes y pasajeros de una misma nave. Necesitábamos un shock para entender que el árbol que cortamos afecta el aire de los habitantes en el otro extremo del planeta, que el consumo irracional y egoísta de los bienes de la tierra puede provocar una terrible pandemia que afecta a todos. Necesitábamos un shock para descubrir lo interconectado e interdependiente que es nuestro mundo y que el agua que contaminamos y el cemento que sembramos, eliminan o alejan a las especies nativas de sus ámbitos naturales de vida. Pero, por sobre todo, necesitábamos un shock para descubrir que hay límites para nuestros estilos de vida, de producción y de consumo, descubrimos que estamos enlazados con todos los seres vivos de nuestra Casa Común, y, que si actuamos solo pensando en nosotros, egoístamente, acabaremos con la naturaleza y, al mismo tiempo, con su belleza y con la vida de nuestros semejantes.
En estos días de confinamiento humano involuntario, muchos animales silvestres han retornado al hábitat que históricamente les perteneció. La naturaleza tiene memoria y sus genes no olvidan, así como los ríos no olvidan sus cauces, pues pueden tardar 50 o 100 años, pero volverán y, si no fuimos prudentes, nos arrasarán. Muchas ciudades y edificios en donde se encierran hoy los humanos reciben por visitantes a las criaturas que las poblaron antes que hubiera cemento. ¿Quiénes son los animales racionales y los irracionales? ¿Quiénes deben estar enjaulados para no contaminar ni depredar la bella Tierra Madre que cobija sin distinción ni mezquindad a todo ser viviente?
En menos de dos semanas de encierro, la contaminación del aire disminuyó en 40%. La naturaleza posee una maravillosa capacidad regeneradora de sí misma si la actividad humana no la interrumpe. No existe aún poder humano ni ciencia humana capaz de igualar o competir con esta la capacidad regeneradora de la naturaleza. Si le damos respiro volverá a florecer.
Podemos salir Todos Juntos
Los líderes políticos a cargo del gobierno de sus respectivos países han adoptado medidas diferentes frente a la pandemia del coronavirus: arrogantes, prudentes, proactivos. Hay quienes han minimizado su impacto en la población y han expresado claramente que lo principal es la economía y que no se debe detener el ritmo de trabajo productivo. Los presidentes de los dos países más poblados de América van en esa línea, uno de ellos incluso la ha calificado de una gripecita. De estos, la población de Estados Unidos está comenzando a sufrir las consecuencias de su necedad. Otros, más prudentes, han adoptado medidas de protección mediante cuarentenas, apoyo económico, equipamiento de pruebas de descarte, financiamiento de equipos y estrategias para minimizar su impacto, etc. Más proactivos aun, hay quienes han dado medidas para el no cobro de servicios de agua, luz, internet y otros en los siguientes seis meses, una moratoria de las deudas y alquileres, así como requisa de los bienes de los que pretenden enriquecerse inflando precios en estos momentos de crisis. El Presidente de El Salvador ha sido muy explícito en afirmar que si los ricos pierden 15 o 20% en esta crisis, aún les queda el 80% con lo cual les alcanzaría hasta para 20 vidas más, así que deben dejar de quejarse y sumarse a la lucha contra el virus amenazante.
Los organismos supranacionales de la economía, entre quienes están los acreedores de la abultada deuda externa de los países más pobres no se han pronunciado categóricamente sobre su participación responsable en este momento crítico de nuestra historia. Algunas multinacionales y figuras del deporte y la música han comenzado a poner sus riquezas al servicio de las urgencias en los países más afectados.
Los tiempos de crisis son también tiempos de sueños de un futuro mejor, reconciliado, fraterno y justo. ¿Qué tal si soñamos un mundo mejor post coronavirus? ¿Qué tal si soñamos que las deudas se condonan y los países pueden libremente disponer de más recursos para no dejar de atender a su población más necesitada y devolverles la posibilidad de vivir con dignidad? ¿Qué tal si soñamos con sistemas de salud bien implementados, con personal profesional capacitado y bien remunerado y con hospitales en todo el país y al que todos tienen acceso? ¿Qué tal si soñamos que se financia el Desarrollo Sostenible prometido para el 2030 por las Naciones Unidas?
¿Qué tal si soñamos que los ricos ya no sólo están dispuestos a sacrificar su 20% sino a compartir su mesa para que el tercio de alimentos mundiales que se van a la basura cada día se ahorre y se destine a sus trabajadores impagos y mal pagados? ¿Qué tal si las AFP tienen un momento de lucidez y deciden compartir la suerte de sus afiliados y comparten las pérdidas y se esmeran en invertir los fondos comunes en desarrollo local y humano en nuestro país? ¿Qué tal si los clubes de la construcción, del libro y de la mafia internacional que sobornan gobiernos y empleados públicos entran en la vereda del trabajador y devuelven, voluntariamente y con una sonrisa, lo sustraído, sin juicios de por medio que así lo exijan? ¿Qué tal si todo empresario devuelve a sus trabajadores la cuota de salario que le extrajo para hacerse más rico? ¿Qué tal si las grandes empresas de la educación privada entregan al Estado los impuestos que no pagaron para financiar el desarrollo nacional? ¿Qué tal si las empresas nacionales y extranjeras que tanto se beneficiaron de las exoneraciones tributarias, en esta hora crítica, devuelven al país lo extraído indebidamente? Bueno, es un sueño nomás. Pero, podríamos exigirlo, ¿No? Porque tendrán que hacerlo, tarde o temprano. Estamos frente a una pandemia democratizadora. Y la salida también tendrá que ser democrática.
Soñar no cuesta mucho, lo que cuesta es convertir los sueños en ideales y objetivos concretos, luego elaborar planes de corto, mediano y largo plazo, y, finalmente, activar todas las fuerzas humanas y las estrategias necesarias para alcanzarlos. ¿Al 100? Es lo deseable, pero con conseguir algo significativo ya valió la pena. El mundo está empezando a cambiar. Cada pequeña batalla hay que convertirla en un escalón. Planes ya existen, hay que revisarlos, actualizarlos, reajustarlos y ponerlos bajo un nuevo enfoque: el enfoque de los Objetivos de Desarrollo Sostenible propuestos y firmados en 2015 por 193 países miembros de la Organización de las Naciones Unidas.
Líderes y educación para el Desarrollo Sostenible
Vivimos un tiempo muy duro, cierto, pero es tiempo de desafíos y oportunidades. En este contexto los líderes son de suma importancia. Los líderes juegan un rol determinante para enfrentar con efectividad los tiempos de crisis. Sin ellos el caos y la desorganización reinan. Los líderes que logran conducir con éxito a sus seguidores son aquellos con la capacidad para ver el futuro deseable por la población y plantear, en diálogo con otros, las alternativas más viables para alcanzar los objetivos deseados. Tienen la capacidad de escucha y de diálogo hasta delinear las estrategias de acción, luego tienen la capacidad para conducir a todos en esa dirección.
En este contexto, para consolidar una sociedad comprometida con el Desarrollo Sostenible, la educación juega un rol de suma importancia. La educación tiene la oportunidad de consolidarse como un auténtico instrumento de liberación de las potencialidades y valores que duermen en cada niño, en cada joven, en cada adulto para enfrentar la crisis con imaginación, con creatividad, con esperanza, con amor y en actitud solidaria con sus familiares, amigos, vecinos y con la naturaleza. Unidos lo podemos todo, separados, nada.
Sólo con una gran alianza y lucha conjunta, impulsada por el gobierno, y con líderes en todos los sectores y espacios de acción local, regional y nacional, en la que participan activamente la población, las universidades, los centros de investigación, y el sector empresarial y financiero podemos controlar el coronavirus y cualquier otro virus que amenace nuestra vida. ¡Sí, se puede! Desde donde estamos sí podemos hacer algo por el Perú y la Humanidad. ¡Hagámoslo ya!
Lima, 6 de abril de 2020
* Publicado en la Revista de Educación Virtual “San Jerónimo”, edición abril (1) de 2020, pp. 5-8.
[1] De acuerdo a datos del 2019, contamos con más de 200 mil millones de soles en Reservas Internacionales Netas.