Patricia Del Carmen Velasco | EDUCACCIÓN
Agradezco la invitación para formular algunas reflexiones sobre ética a través de este breve artículo. Debo confesar que es la primera vez que lo hago, de allí que declaro públicamente mi absoluta impericia para abordar estos temas en un foro especializado en educación, cuyos integrantes y lectores son altamente calificados. Les pido benevolencia, pues mi enfoque será el de una simple ciudadana, con algunos conocimientos de derecho.
El contexto actual se pinta muy propicio para hacerlo, habida cuenta que nuestra sociedad se preguntará cuál será el antídoto para que situaciones tan penosas como las que estamos viviendo, no vuelvan a suceder. Para ello, corresponde hacer un diagnóstico a la luz de los recientes acontecimientos.
Hacer lo correcto y hacerlo correctamente…, es una frase que mi padre siempre me repetía y que procuro aplicar en todo ámbito de mi vida. Ciertamente es una frase muy fácil de pronunciar, pero muy difícil de poner en práctica.
Ya en Grecia, los grandes pensadores se ocuparon sobre estos aspectos, los valores éticos. Así, Sócrates señalaba que era preciso distinguir entre el bien y el mal, pues esa distinción nos llevaría a actuar con corrección (teoría deontológica). Si habitualmente nos conducíamos con corrección, nos convertiríamos en seres virtuosos, que colocamos en la cima de nuestro catálogo de valores, aquellos que eran “buenos”. Aristóteles, a diferencia de Sócrates, enfocaba la ética no desde la conducta de los hombres, sino a partir de sus consecuencias (teoría teleológica) y vinculaba la ética con la “felicidad individual”, en consecuencia, una acción será o no ética, en la medida que nos produzca felicidad. Vemos entonces como a lo largo del desarrollo de la humanidad, y con algunas variantes, los pensadores han venido ocupándose del tema ético, enfocándolo en base a estas teorías y corrientes, según la etapa histórica que les tocó vivir, o el estilo económico que buscaban defender.
Para el Derecho, el valor moral por excelencia y su finalidad como ciencia jurídica es la obtención de justicia, definida ésta como “darle a cada quien lo que le corresponda” o entendida también como sinónimo de equidad. Debemos señalar, además, que para el Derecho no todos los valores éticos (o morales) pueden tener relevancia jurídica. Así por ejemplo, tirar basura al suelo, no saludar, o no prestar ayuda a un anciano para cruzar la calle, constituyen acciones que pueden no ser moralmente “correctas” pero no generan ninguna sanción jurídica, a lo mucho una reprobación “moral”; en tanto que pasar una luz roja o robar, resultan siendo acciones incorrectas y que además se encuentran jurídicamente sancionadas.
Llegamos a un punto entonces interesante y que merece detenernos por un breve espacio. ¿Son los valores éticos y morales consustanciales al ser humano? O, por el contrario, ¿son una mera construcción cultural de los estudiosos en filosofía? Trataremos de aproximarnos a una respuesta.
Como ya lo hemos señalado, para la ciencia jurídica el valor “justicia” es el fin supremo por excelencia, lo que ha determinado a su vez la construcción de un axioma básico e ineludible para todo hombre de leyes: el “es” y el “debe ser”. Viéndolo desde esta perspectiva, podríamos señalar que la filosofía moral o ética, viene a ser una construcción del hombre y no así un valor “natural” o consustancial al ser humano. Sin embargo esta primera impresión cede paso, pues como bien señala Hobbes la «filosofía moral no es otra cosa que la ciencia de lo que es bueno y malo en la conducta y vida en sociedad de la humanidad»[1] Es decir la ética para Hobbes se sustenta en la “naturaleza del ser humano” pero se trata de una “naturaleza socializada” en donde se recogen los valores éticos y morales individuales, consustanciales “naturales” y a partir de allí se construyen normas o convenciones que nos faciliten una convivencia pacífica. [2]
Si tomamos como premisa lo antes expresado y lo trasladamos a nuestra realidad actual, podemos afirmar que nuestra sociedad se encuentra lejana a experimentar una “sana convivencia”, lo que ciertamente no sucedía hasta hace unos años, en la medida que la formación en valores éticos o morales desde nuestra primera infancia (obtenidos en casa o en la escuela), nos hacía internalizar lo que era correcto y lo que no lo era, sin importar si su práctica nos podía generar consecuencias o sanciones jurídicas. En la escuela, el curso de Educación Cívica, ayudaba a formarnos como ciudadanos con valores éticos y morales, y esa formación por lo general, la poníamos en práctica durante todo nuestro trayecto y con absoluta naturalidad.
Hoy las cosas han cambiado, sólo nos preocupamos – y a veces ni siquiera lo hacemos – por analizar si tal o cual acción se encuentra sancionada jurídicamente, y solo en base a ello, encontramos un parámetro a nuestra conducta. Ergo, lo que no está sancionado por el Estado, es ejecutado con absoluta naturalidad, en la medida que solo se trata de una “infracción ética o moral” y no constituye una falta o delito, o en otro extremo, en casos absolutamente reprobables (como los recientemente vistos), se busca evadir la sanción jurídica, a sabiendas que nuestra conducta es ilícita.
¿Acaso es extraño lo que se relata? Cuántas veces hemos oído esto último y de voces de líderes políticos, de padres de la patria, en donde señalan que tal o cual acción, si bien podrían llamarse “incorrectas”, no son causales para una sanción…. y ahí se acabó la historia, se continúa en esa ruta de carencia de valores, mentiras, cinismos, ofensas, celadas y también claro está, acciones delictivas. Se ha llegado a una situación de extrema gravedad, nuestra sociedad está en crisis, a todo nivel, el desprecio a nuestra especie se manifiesta en la carencia de valores morales o éticos, o en el mejor de los casos, si éstos existieran, en una praxis individualista, sin tener en cuenta a la “humanidad socializada”, a la que hace mención Hobbes.
¿Qué hacer al respecto?… ¡pues mucho!, retomar la enseñanza obligatoria del curso de educación cívica , incluir en la malla curricular de cualquier especialidad técnica o profesional el curso de filosofía moral y ética, implementar códigos de ética en las instituciones públicas y privadas, a fin de promover la integridad en ambos ámbitos, pactar contenidos sanos en los medios de comunicación televisivos, dejar de lado el culto al rating o a estereotipos impostados que nada tienen que aportar para el enriquecimiento como verdaderos seres humanos, tomar conciencia de la invaluable cultura milenaria a la cual pertenecemos y rescatar axiomas fundamentales que les permitieron florecer en una convivencia pacífica.
Hacer lo correcto y hacerlo correctamente. Es hora de llevar a la práctica esta frase, es hora de enseñar desde nuestra humilde trinchera, ¡es hora de hacer lo correcto!
Lima, 09 de noviembre de 2018
[1] Lev., I parte, cap. 15: E. W. III, pág. 146.
[2] «La justicia y la injusticia no son facultad alguna del cuerpo ni de la mente. Si lo fueran, podrían darse en un hombre que estuviese solo en el mundo, al igual que se dan en él sus sentidos y pasiones. Son cualidades que se relacionan con los hombres en sociedad, no en solitario» (Etica y Política en Hobbes, Esperanza Guisan).
Para citar este artículo en APA:
Velasco, P. (2018). Hacer lo correcto: breves apuntes sobre ética. Educacción, Año 4 (47). http://ow.ly/XLvH30mHS7d