Los 8 más odiados

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Ricardo Bedoya / Páginas del diario de Satán

“Los 8 mas odiados” es una película extraña y singular,  irregular y atípica. Solo Tarantino puede darse el lujo de dirigir semejante anomalía en el Hollywood formateado de hoy.

El filme esta sembrado  de paradojas, empezando por el formato  en el que fue concebido, Ultra Panavision 70 mm, empleado en los años sesenta solo para los grandes espectáculos de Hollywood. Aquí, el procedimiento se usa para magnificar el encierro de los personajes y amplificar los espacios interiores de una diligencia y del reducto de la mercería de Minnie en medio de la tormenta de nieve, escenarios de las dos partes de la película.

Vi “Los 8 más odiados” en la única sala que la proyecta en 70 mm en París. En el encuadre se impone la horizontalidad de la composición visual, sobre todo en los veinte primeros minutos de proyección, con las imágenes de la diligencia recorriendo el territorio nevado. Pero no creo que el 70 mm le agregue demasiado al resultado expresivo del filme, más allá de la calidad de la proyección cinematográfica. El formato anamórfico usual podría haber conseguido resultados equivalentes en términos de composición y arquitectura del encuadre. La ventaja de la proyección en 70mm es que la copia analógica incluye ocho minutos adicionales de película, así como una obertura y un intermedio de doce minutos. Todo ello crea la suntuosa ilusión de asistir a un evento del pasado, aunque nada supere el tamaño de la pantalla y el deslumbramiento que causaban las proyecciones en 70 mm de los cines República y Roma allá por los años sesenta.

Pero la aparente discordancia entre el formato gigante y un drama de cámara no es la única paradoja.  “Los 8 más odiados” tiene los rasgos principales (iconografía y asuntos) de un western, aunque no necesariamente lo sea.

Se ambienta en la América salvaje luego de la guerra civil, pero la trama nos lleva por senderos Inesperados

Por ejemplo, por las vías del filme de misterio con ambientación de época: la trama se sitúa  durante la segunda mitad del siglo XIX . El misterio incluye la pesquisa para descubrir al culpable de un crimen.  Y como siempre en Tarantino, la historia de estos bastardos en Wyoming se perfila como un cuento de venganza.

Pero “Los 8 más odiados” tiene también elementos de filme histórico, con menciones precisas a la Guerra de Secesión y a las huellas que dejó en las conciencias  y comportamientos de los estadounidenses de hoy. La película alude a  hechos actuales, ofreciendo la imagen de un país de gentes no reconciliadas e incapaz de superar los traumas del pasado. Un lugar donde perviven rencores y diferencias que se resuelven a tiros. País creado a fuerza de arrebatos y divisiones territoriales como las que se establecen en la mercería de Minnie para separar más a los que ya están separados por la Historia. Como si la fractura entre los territorios del Norte y el Sur aún tuviera el valor de una fisura simbólica.

Pero es tambien una película de cámara y un “whodunit” que agujerea el espiritu westerniano -de atmósfera nevada, como en la extraordinaria “Day of the Outlaw”, de Andre de Toth- con la inclusión de ingredientes del cine criminal italiano de los setenta, plagado de paroxismos sanguinolentos.

Tarantino es un cineasta brillante y crea espacios imponentes, personajes imaginativos y cuentistas, paranoicos, mitómanos y simuladores, verdaderos canallas, lanzados a un juego de máscaras sadico y machista que tiene como blanco el rostro entre inocente y diabólico de Jennifer Jason Leigh. Sus protagonistas son canallas locuaces, tan verbosos, cínicos y calculadores como algunos personajes del cine de Mankiewicz.

Durante casi tres horas Tarantino inventa soluciones visuales para los desafíos más extremos. La voz over de un narrador acomoda las piezas que parecen desajustadas; inesperados flashbacks evocan un recuerdo cruel o un antecedente del relato y se impone el “huis clos” con  diálogos  extensos, claustrofobia y encierro, ahí donde se esperaban vistas de los  grandes horizontes. Y nunca sabemos a ciencia cierta si lo que se dice o se muestra en el curso del relato corresponde a una fabulación, a la verdad de los hechos o es parte de una trama engañosa para hacer caer al rival. Todos apuestan y timan en esta ronda de mentiras y traiciones.

Los actores, sin excepción, tienen la nobleza oscura de los mejores villanos. Kurt Russell es el perfecto fronterizo, con un pie en la barbarie y el otro en una legalidad no menos brutal que la anomia. Hombre curtido por la lucha permanente con la naturaleza y familiarizado con la violencia. Samuel L. Jackson, amanerado y retórico, vanidoso y frágil a la vez, muestra la dignidad del superviviente en un mundo de blancos abusivos. Una carta, acaso imaginaria, del presidente Lincoln -que hace las veces de MacGuffin- le sirve de salvoconducto para transitar por el mundo del racismo y la exclusión. Walton Goggins, el formidable “sheriff”de Red Rock, parece el Elisha Cook de los westerns de otros tiempos. Comparte con el clasico actor el gesto ansioso y la mirada desorbitada. Jennifer Jason Leigh resulta cómica, grotesca y monstruosa. Empieza  la película con aires de victima de película muda y acaba como una arpía.

“Los 8 mas odiados” entusiasma, pero también decepciona.

La resolución de la complicada situación – que no revelaré- resulta frágil, mecánica y exhibicionista. El deus ex machina que desencadena el enfrentamiento final aparece manido, abrupto, y abre el campo para una pirotecnia que copia lo mas superficial de ese cine de explotación que fascina al director. La violencia que se desata no es la del mejor Tarantino; parece más bien el resultado de una caricatura.

Fuente: Páginas del diario de Satán / Lima, 19 de enero de 2016