Edición 67

COAR: Una ventana a los excluidos

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Yina Rivera Bríos | EDUCACCIÓN

Hace un par de años me preguntaba si los niños de una escuela rural unidocente que suelo visitar podrían acceder al COAR de su región cuando llegaran a la secundaria. Entonces, decidí visitar al COAR para tener una experiencia cercana y para medir la brecha que habría que surcar para que estos niños logren ingresar llegado el momento. Aunque durante mi visita pude comprobar las bondades que el COAR ofrece a sus estudiantes, también encontré que los niños de la escuela rural que acompaño quedan excluidos del COAR mucho antes de rendir las pruebas de ingreso.

Lo primero que llamó mi atención en este colegio-internado fueron los pasadizos que exhibían lienzos con pinturas de acrílico de autoría de los estudiantes. En uno de los laboratorios de física, química y biología me encontré con un estudiante que realizaba pruebas para medir cuánto de la clorofila que, se dice, tiene propiedades curativas del cáncer, se pierde al hervir las verduras. La ambientación de las aulas reflejaba el plan de estudios del Bachillerato Internacional que incluye el curso de Teoría del Conocimiento. Asimismo, de las paredes pendían ensayos de los estudiantes en castellano, un cartel con las normas APA y frases en inglés y en francés. Una vez en la clase de Trigonometría observé al maestro y a los estudiantes involucrados en el aprendizaje del seno y coseno del triángulo. Me extrañó la soltura con la que chicos y chicas me abordaban en el patio e iniciaban una conversación conmigo[1]. Arte, investigación, filosofía, escritura académica, idiomas, un profesor que quiere enseñar a los estudiantes que tiene en frente y sabe cómo hacerlo… estas oportunidades que vi en el COAR las quisiera para todos los estudiantes, incluidos los niños de la escuela que visito. En el 2016, el Director Regional de Educación de Piura le expresó este mismo deseo a la exministra Marilú Martens cuando estaba a cargo de los COAR a nivel nacional, a lo que ella respondió “qué más quisiera yo, pero no, no es posible”.

En efecto, el funcionamiento de un COAR requiere de una inversión muy alta debido, principalmente, a los servicios asociados al internado y a la contratación de un personal que, en general, gana salarios superiores a lo que ganan sus colegas en la carrera pública magisterial (CNE, 2016). Y es que mientras el 2015 el Minedu se preparaba para un gasto por estudiante de $8 000 en los 13 COAR que existían en aquel entonces[2], el gasto por estudiante en la secundaria “regular” fue solo de $730 (Guadalupe et al, 2017) en las aproximadamente 8 800 instituciones educativas o programas de ese nivel[3]. Entonces, siendo los recursos limitados, el Estado no llegaría a la escuela rural de estos niños con un servicio de calidad como el de los COAR, ¿pero podrían llegar estos niños al COAR?

En primer lugar, los niños no cuentan con un docente que les ofrezca una enseñanza que les permita aprobar el examen de admisión al COAR. Dicho examen incluye una prueba escrita de opción múltiple de razonamiento matemático y verbal. Lamentablemente, el docente nombrado que ha enviado el Estado a esta escuela rural desde el 2016, no solo ha querido robar el presupuesto del mantenimiento preventivo de la infraestructura escolar, en una ocasión él me explicó que no necesita mayor preparación para sus clases porque estos niños no “lo retan” a diferencia de los estudiantes de la ciudad. Además de empezar sus clases copiando de una laptop a su papelógrafo para que luego los niños hagan lo mismo en sus cuadernos, este docente desconoce conceptos básicos como la regla de 3 simple. Así las cosas, estos niños no encontrarán en la escuela pública a la que asisten por obligación y, en principio, por derecho una buena base para rendir el examen.

En segundo lugar, en tanto el COAR ofrece una formación desde el 3er grado de secundaria, estos niños tienen pocas posibilidades de ingresar al COAR en el futuro porque los niños de esta comunidad no suelen asistir a la secundaria. Es más, la única persona que lo logró hace más de 10 años, tuvo que dejar a su familia y asumir los gastos de una pensión para mudarse a la localidad donde se encuentra la secundaria más cercana. Adicionalmente, durante mi visita al COAR encontré que, en un salón, aproximadamente el 70% de los estudiantes tenía una madre o padre docente. Luego, la asistenta social corroboró que esta proporción se repetía en los demás salones. Así, la mayoría de las vacantes al COAR son ocupadas por estudiantes con un progenitor docente. Esto puede ocurrir porque algunos docentes aprovechan el conocimiento que tienen del sistema para posicionar a sus hijos o porque tener un docente en casa es un plus para el aprendizaje. De este modo, así los niños tuvieran un buen profesor en la educación primaria, si no asisten a la escuela secundaria y se ubican dentro de los 10 primeros puestos, no podrán postular al COAR. Los niños tampoco cuentan con el plus de tener un progenitor docente, ni es para ellos una opción el entrenamiento para la prueba que ofrecen las academias “pre-Coar” que han surgido desde la oferta privada en diversas regiones.

Finalmente, ingresar a un COAR no solo depende del alto rendimiento académico, el resultado está supeditado a mostrar y demostrar cierto “modo de ser” que no corresponde con el de estos niños. La primera fase del examen de ingreso al COAR -además de la prueba de razonamiento- incluye una prueba escrita de habilidades sociales. Solo aquellos que aprobaron esta fase pueden pasar a la segunda, que consiste en una jornada vivencial y una entrevista donde también se evalúan las habilidades sociales, pero esta vez en la acción. Esta evaluación opera como un filtro para seleccionar a aquellos adolescentes con un tipo específico de subjetividad. Se trata de seleccionar a los más próximos al perfil de líderes emprendedores, como sostuvo la asistenta social del COAR.

El impulso a mostrar un “yo” emprendedor es un principio fundamental del arte neoliberal de gobernar (Brockling, 2015). En la sociedad, este impulso adquiere la fuerza de un mandato, puesto que permea incuestionablemente todos los ámbitos de la existencia, incluido el COAR y su exigencia a mostrarse emprendedor para lograr una vacante. Así, se va constituyendo un razonamiento neoliberal en la vida diaria de las personas que privilegia el crecimiento económico individual por sobre cualquier otro criterio. Como sostiene Brown (2015) no se trata de una visión “errada”, puesto que lo económico existe, sino de una visión que todo lo reduce a la ganancia económica individual y que promueve en el campo económico que solo las empresas que tienen las mejores ganancias se fortalezcan y sobrevivan, mientras que se desentienden del destino de las demás. De manera análoga, el Estado a través de los COAR selecciona como merecedores de su mejor oferta educativa a un puñado de estudiantes que muestran un yo emprendedor con cualidades de liderazgo y los requisitos que he señalado en párrafos anteriores, mientras que se desentiende de la calidad de educación que están recibiendo los niños de esta escuela rural. A pesar de que estos niños tienen muchas habilidades sociales, intelectuales y físicas, no tienen el perfil de líderes emprendedores. De hecho, no se trata solo de ellos.

El 2019, poco más de 25 000 estudiantes compitieron en la primera fase del examen de ingreso al COAR[4]. Esa cifra no representa necesariamente el universo de los adolescentes con la expectativa de estudiar en estos colegios, sino el número de estudiantes que se presentaron al examen y que el Minedu consideró aptos para postular según criterios previamente establecidos. De los 25 000 estudiantes, solo se consideraron a los primeros 5 400 para la segunda fase, donde volvieron a competir, esta vez, por 2 700 vacantes y exclusivamente en base a la adecuación de sus habilidades sociales con el perfil que busca el COAR en ellos. Este proceso de selección no se puede comparar con la competencia por alcanzar una vacante en una universidad pública puesto que se trata de una educación básica no por reducida, sino porque está pensada como base común para todos los ciudadanos. De ahí que es un derecho y una obligación asistir a esta formación. Entonces, ¿cómo llegamos al punto de hacer competir a los adolescentes por un derecho?

La lógica de un Estado que garantiza el derecho a una educación de calidad para todas y todos se corrompe con una racionalidad económica y eficientista que concentra sus esfuerzos y su presupuesto en quienes considera más aptos para el modelo neoliberal, en perjuicio de los demás. A esto le llaman autorregulación de la calidad del mercado. Cuando la racionalidad económica “se impone sin contenciones, los deberes y derechos pueden convertirse en mercancía al alcance de algunos clientes, pero no de todos los ciudadanos” (Sibilia, 2012, p. 93).

Por último, me interesa señalar que la valoración de los beneficios que ofrece el COAR a sus estudiantes necesita considerar los efectos que produce el COAR en quienes postularon y no lograron ingresar, en quienes no fueron considerados “aptos” para postular por el Minedu, y en aquellos que no tienen la oportunidad de postular por razones socioeconómicas y de capacidad estatal y no por su bajo rendimiento, como es el caso de los niños de la escuela que visito. Son dos caras de la misma moneda y es evidente que la concentración del presupuesto del Estado en estos pocos colegios, deviene en un presupuesto que no se invierte en las demás escuelas, en tanto los COAR funcionan sin articularse al resto de los colegios de secundaria. Mas bien, es importante pensar en cómo forjar esta articulación para provecho de todos. De lo contrario, como advierte Lewkowicz (2004) “sin paternidad estatal ni fraternidad institucional, la desolación prospera” (p. 31).

Lima, 1 de febrero de 2021

Referencias

Brockling, U. (2015). El self emprendedor. Sociología: de una forma de subjetivación. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Alberto Hurtado.

Brown, W. (2015). El pueblo sin atributos. La secreta revolución del neoliberalismo. México: Malpaso.

CNE (2016). Balance y panorama de cuatro programas de Educación Básica: Acompañamiento pedagógico, Colegios de Alto Rendimiento, Educación Intercultural Bilingüe y Jornada Escolar Completa. CNE Opina. Boletín del Consejo Nacional de Educación. Noviembre (40).

Guadalupe, C.; León, J. Rodríguez, J, y Vargas, S. (2017). Estado de la Educación en el Perú. Análisis y perspectivas de la Educación Básica. Lima: GRADE.

Lewkowicz, I. (2004). Escuela y ciudadanía. En Corea, C. y Lewkowicz, I. Eds. Pedagogía del aburrido. Escuelas destituidas, familias perplejas. Buenos Aires: Paidós.

Sibilia, P. (2012). ¿Redes o paredes? La escuela en tiempo de dispersión. Buenos Aires: Tinta Fresca.

Notas

[1] Las notas de campo sobre esa visita se pueden encontrar en https://tarea.org.pe/wp-content/uploads/2018/11/Tarea97_38_Yina_Rivera.pdf
[2] https://gestion.pe/economia/minedu-invertira-us-8-000-anuales-alumno-ingrese-colegios-alto-rendimiento-71803-noticia/
[3] Información correspondiente al 2015 extraída de <http://escale.minedu.gob.pe>.
[4] https://andina.pe/agencia/noticia-admision-coar-5400-alumnos-competiran-2700-vacantes-a-escala-nacional-742692.aspx

Yina Rivera
Docente de secundaria. Bachiller en Educación por la PUCP. Master of Arts en Sociología de la Educación y Educación Comparada, Internacional y para el Desarrollo en OISE / Universidad de Toronto. Fulbright y Rotary Ambassadorial alumni. Ha trabajado como docente en colegios y universidades en EEUU y Perú, como asesora en políticas docentes para el Consejo Nacional de Educación y como responsable de proyectos de educación rural para Four Directions Aboriginal Student Centre de Queen´s University (Canadá) y para PepsiCo en Perú. Actualmente es estudiante del Doctorado en Antropología del Programa de Estudios Andinos de la Pontificia Universidad Católica del Perú y consultora en temas de educación rural y desarrollo docente.