Ana Cabanillas / El Mundo
La cultura del esfuerzo es una asignatura pendiente en las aulas españolas. Los alumnos creen que el éxito educativo no depende de ellos, sino que lo atribuyen a otros factores como el talento natural, la posición familiar o el centro educativo al que asisten. Es lo que ha destacado Andreas Schleicher, el director de Educación y Habilidades de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y coordinador del informe PISA.
“Una vez les preguntamos a los niños que qué creían que les hacía tener éxito en Matemáticas. Y la respuesta en España fue muy clara: ‘Si no he nacido siendo un genio en Matemáticas, no lo conseguiré’. La mayoría de los niños cree que no pueden controlar el éxito, que está más relacionado con la familia o con el nivel del centro educativo”, ha asegurado Schleicher en Santander, durante los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).
“Esta misma pregunta la hicimos en Shanghai“, continuó, “y nueve de cada 10 alumnos respondieron que, si estudiaban mucho, tendrían éxito. Ellos creen que el sistema educativo garantiza que, si trabajas duro, tendrá su recompensa”. La razón, ha detallado el investigador alemán, reside en que en los centros chinos hay una fuerte conexión entre alumno y profesor y mucha confianza depositada en el alumnado. “En esos centros, el director llama a cada alumno por su nombre y los profesores piensan que todos los niños tienen posibilidades de éxito”.
Cuestión de expectativas
La falta de confianza en sus propios logros que se da en España tiene su origen en las expectativas que el docente pone sobre cada alumno. Mientras que en sistemas como el de Canadá o Finlandia, dos de los que tienen mayor rendimiento, “no hay ningún sistema de clasificación”, otros sistemas, como el español, “catalogan a los niños en una fase muy temprana”. La forma para conjugar los diferentes ritmos que conviven en el aula es clave, ha destacado Schleicher: “No hay que enseñar lo mismo a todos los niños sino tener las mismas expectativas con todos ellos”.
En países de alto rendimiento escolar, los niños asisten a clase por la mañana y por la tarde, están en contacto directo con el profesor, resolviendo dudas o con lecciones adicionales. “En Finlandia, el 30% de las horas escolares son fuera de las aulas para el apoyo a niños con alguna necesidad especial”, ha explicado el director de PISA.
“En España esto significa que algo va mal y que hay que hacer una inversión adicional, pero la educación especial no tiene por qué ser un problema, porque puede ser un niño con otro tipo de talento que puede hacer grandes mejoras”.
Vicente Alcañiz, director del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE), coincide en esta visión: “El que los profesores crean en sus alumnos y en sus capacidades hace que, desde el punto de partida de cada uno, les pueda llevar al máximo posible con una enseñanza personalizada”. Así, asegura que “se ha demostrado la importancia de los mensajes que lanza el profesor al alumno en cuanto que cree en él y le hace ver que es capaz de evolucionar y llegar a niveles de competencia más alto”.
El papel de las familias y sus expectativas en cuando a la educación del alumno también son mensajes cruciales, destaca Alcáñiz, que valora “que las familias colaboren, se sientan partícipes de la enseñanza y que estén en permanente contacto con el profesor”.
El director del INEE también ha señalado otra asignatura que debe mejorar en el caso español: “España tiene un problema porque, en relación con la OCDE, presenta niveles muy bajos de alumnos excelentes. Nuestro sistema educativo está siendo incapaz de que ese talento aflore, y la atención personalizada es algo que tiene que darse para llevar a cada uno al máximo”.
La solución a este problema estaría, según Andreas Scheiner, en “cómo traducimos las expectativas; la forma en que enseñan los profesores“. El representante europeo puntualiza que “no es algo que puedan hacer los gobiernos, sino la gente que trabaja en la enseñanza”.
El sector docente, de quien depende fomentar la cultura del esfuerzo, también acarrea otro lastre: su baja autoestima profesional.
“Los profesores tienen una baja visión de lo que hacen y en España es incluso menor: uno de cada 10 no cree que la sociedad aprecie su trabajo del cada día”. Una valoración “muy importante”, para darle la percepción al profesor “de que no es un elemento intercambiable”. Algo que, según el directivo europeo “no es algo que puede conseguirse pagándoles más, sino que está relacionado con la organización del trabajo”.
“Hay que abrir las clases en España”
Los métodos de enseñanza consisten en compartir experiencias docentes, en promover actividades conjuntas, mantiene Schleicher. “La observación en el aula es una de las mejores formas de mejorar la actividad educativa que no se da en España. Consiste en enseñar en equipo, trabajar juntos para educar”.
Alcañiz comparte esta visión de la necesidad de socializar la enseñanza frente a la “soledad de la profesión”. “En España los estilos de enseñanza son muy tradicionales, los profesores necesitan colaborar más y conocer más lo que hace el compañero”, afirma. “Se ha demostrado que los sistemas educativos de éxito son en los que los profesores colaboran, cooperan, ven y observan cómo da la clase cada uno de ellos e intercambian experiencias. Hay que abrir las puertas de las clases en España”.
Fuente: El Mundo / Madrid, 4 de julio de 2016