Santiago Cueto / El Comercio
Recientemente, el Ministerio de Educación publicó los resultados de la Evaluación Censal de Estudiantes (ECE) 2016. Los resultados muestran algunas mejoras en comparación con el 2015. Por ejemplo, en 2º grado de primaria en matemática, se pasó de 26,6% a 34,1% de estudiantes en el nivel satisfactorio. En comprensión de lectura, en cambio, no se ve mayor progreso. Por ejemplo, en el mismo 2º grado, el porcentaje de estudiantes con nivel satisfactorio descendió ligeramente, de 49,8% a 46,4%. Esta es la prueba y grado, sin embargo, en la que más estudiantes logran el nivel satisfactorio. También es destacable que algunas regiones con bajo rendimiento educativo en anteriores evaluaciones, como Ayacucho, Apurímac y Huancavelica, han mostrado más progreso que la mayoría de sus pares en algunas áreas y grados.
A pesar de algunos avances, está claro que la mayor parte de estudiantes no logra el nivel satisfactorio para su grado. El menor rendimiento se da en segundo grado de secundaria en matemática, donde solo el 11,5% de los estudiantes logra el nivel satisfactorio. Para avanzar más rápido son indispensables mejoras que se tendrían que dar principalmente en el salón de clases. La forma tradicional de interacción en el aula en el Perú se basa en el dictado, que promueve la memorización de conocimientos. Una alternativa para superar lo anterior estaría en el currículo nacional, recientemente aprobado. Este instrumento promueve el desarrollo de competencias. Con este enfoque se busca que los estudiantes integren capacidades de diferentes áreas de conocimiento, relevantes para su desempeño en situaciones de la vida real, con un sentido ético.
Adicionalmente, los resultados de la ECE muestran una vez más altos niveles de inequidad. Así, se nota un muy bajo nivel de aprendizaje de los estudiantes indígenas (aunque estos hayan mejorado ligeramente en lectura), de zonas rurales y pobres. La investigación educativa en el país muestra que estos tres grupos reciben una educación de menor calidad y pertinencia para su contexto que sus pares castellanohablantes, no pobres, en zonas urbanas. Esto es algo que requiere atención prioritaria de parte del Ministerio de Educación, que de hecho se encuentra trabajando en desarrollar una política nacional de educación rural, que se sumará a la recientemente aprobada de educación intercultural.
En cuanto a la agenda pendiente para las evaluaciones, si bien la ECE se ha enriquecido, pues a las tradicionales evaluaciones en lectura y matemática se han añadido evaluaciones en historia, geografía y economía, las competencias comprendidas son aún insuficientes. Se requiere un plan de evaluaciones que en ciclos definidos (por ejemplo, 10 o 15 años) evalúe el rendimiento en todas las competencias del currículo nacional, cubriendo diferentes niveles y grados de manera alternada. Hacer esto con el modelo actual de evaluaciones censales tendría un altísimo costo. La alternativa, por lo tanto, es pasar a evaluaciones muestrales, que permitirían además profundizar en diagnosticar los aprendizajes y debilidades de los estudiantes en cada competencia evaluada, asociándolas con las características de los estudiantes, docentes, directores e instituciones educativas.
Las ECE han contribuido a poner los aprendizajes en el centro de las preocupaciones educativas. Este es un avance coherente con iniciativas internacionales, como por ejemplo el objetivo de desarrollo sostenible 4 de las Naciones Unidas. Pienso, sin embargo, que estamos en un buen momento, luego de 10 años de ECE, para volver a pensar los fines y usos de las evaluaciones, con miras a que contribuyan de mejor manera a lograr un sistema educativo de mayor calidad, que es un derecho de todos los estudiantes.
Fuente: El Comercio / Lima, 27 de abril de 2017