Por Mónica Delgado
Magallanes es una película sobre la imposibilidad del perdón y la necesidad del olvido. Si bien el título permite una lectura desde el retrato íntimo de un protagonista en crisis, es más bien un punto de partida para plantear una radiografía social de un país a través de una galería de personajes que no entienden de reconciliaciones ni de diálogos en paridad. Y allí la ambición del cineasta, que en esta ópera prima intenta hacer una suerte de expiación de un proceso histórico reciente, logrando transmitir una sensibilidad generacional sobre la guerra interna vivida a mediados de los ochenta y noventa. La culpa de Magallanes, el miedo y odio de Celina, la amnesia del Coronel, la nostalgia perversa de Milton. Apenas si hay espacio para otro tipo de sentimiento o malestar.
Salvador del Solar, siguiendo los trazos del relato de Alonso Cueto del cual se inspira, opta por una historia que parte desde la mirada de un hombre, que es llamado por su apellido a la usanza de las escuelas o de los cuarteles, y que pareciera remitir a un personaje reflejado desde la distancia o poca intimidad con la que lo ven los demás. Sin embargo, el retrato deja de serlo, para trasladarse más a un reflejo de una determinada situación social, que puede extrapolarse a un plano incluso político. Magallanes va desde la revelación de lo íntimo, de un protagonista solitario, casi marginal, que cuida a un anciano y que trabaja en un taxi para sobrevivir en una ciudad que se asoma hostil, a una mirada sobre lo social, capital para entender un periodo crucial del pasado de un país. Las historias mínimas que marcan sucesos trascendentes.
Magallanes es el relato de un pasaje en la vida de un exsoldado, (Damián Alcazar), que vive solitario en una quinta, y que ve quebrar su cotidianidad con la aparición de un fantasma del pasado, una joven peluquera que lo arranca del presente para llevarlo de vuelta a Ayacucho, en la sierra del Perú, más de veinte años atrás, en tiempos de Sendero Luminoso y la guerra interna. Pero su acercamiento, que a primera vista luce pasional, vira hacia otro tipo de intenciones. Y este viraje de matiz moral, también permite que la mirada puesta sobre el personaje oscile desde otro punto de vista, el de la mujer que encarna Magaly Solier, reflejo de la culpa y el pasado que no se puede olvidar.
Salvador del Solar elige precisamente la vía del retrato para dotar a la historia de la figura misma de un personaje de moral ambivalente en un mundo que también aparece como cínico: cuida a un excoronel con Alzheimer (Federico Luppi), y de quien guarda un secreto que le sirve para chantajearlo y sacar ventaja de una situación a todas luces traumática y que implica a la peluquera (Magaly Solier) y su pasado de terror y violencia. Así Magallanes también asoma como víctima de un guerra que debilitó moralmente a todo un país, donde el chantaje es una opción de vida y de reinserción o existencia antes los otros.
Los primeros planos de Magallanes auguran el devenir sentimental de este personaje, un taxista en plena rutina por las calles de Lima, la de los barrios y urbanizaciones populares, de paredes sin tarrajear, de mototaxis y habitantes viviendo en vilo. Así, Salvador del Solar se detiene también en una descripción de esta Lima cambiante y distinta. En Magallanes se evita, desde este primera interacción del personaje con su entorno, esa mirada repetitiva del cine peruano que aborda la ciudad desde el vestigio virreinal, en su decadencia y confrontación entre tradición y modernidad. Hay más bien una apuesta por mostrar otro tipo de dicotomía, que tiene que ver más con las correspondencias que van a ir estableciendo los personajes, pero desde un sentido de lo vertical. El abogado pudiente hijo de militares (Christian Meier) en su penthouse mientras la peluquera huye hacia la cima de un cerro en la periferia para escabullirse de un ataque de pánico. Lima se entiende desde estas figuras hacia el cielo, cerros o edificios de treinta pisos, que van revelando otro tipo de diferencias sociales, en su composición e interioridad.
La puesta en escena lineal, que contiene momentos antológicos como el seguimiento en el mercado de Polvos Azules, va a tener un claro quiebre luego de la primera mitad, que se percibe como una jugada de guión, es decir, en que se hace visible todo el valor de lo dicho o hablado, logrando un énfasis melodrámatico y por ello enfático o repetitivo. Salvador del Solar prefiere a las palabras que prescindir de ellas, y esta reiteración logra culpas y reminiscencias demasiadas elocuentes.
Pero más allá de los elementos de la puesta en escena, en esta verticalidad y correspondencias entre los personajes (lo más logrado), en sus excesos verbales o elocuencias (las debilidades), hay un punto que es interesante destacar y que tiene que ver con esa imposibilidad de la reconciliación y un punto de vista político que no busca comprometerse con ese pasado a reconstruir. Hay un personaje que se vuelve de alguna manera en el ordenador del mundo, en el que coloca en su sitio la oportunidad del borrón y cuenta nueva. El hijo del Coronel, vejado y golpeado, accede a una posibilidad de perdón (y he aquí donde el espectador podría ubicarse desde su lado, como víctima también entre dos bandos de una guerra vivida desde las lejanías, por un lado, los abusadores, y por otro, los sobrevivientes del terror). Así luce inspirador de una nueva modalidad de olvido, el pedido del silencio ante el escándalo, sin reconciliación, proponiendo una transacción secreta que llega para mantener el orden social como está, cada uno en su lugar, separados y sin redención.
Guión: Salvador del Solar, basado en la novela La pasajera de Alonso Cueto
Fotografía: Diego Jiménez
Edición: Eric Williams
Sonido: John Figueroa, Amador del Solar, Martín Litmanovich, David Mantecón, Nicolás Paulpiquet
Música: Federico Jusid
Dirección de arte: Eduardo Camino
Producción: Péndulo Films, Tondero Films, CEPA Audiovisual, Proyectil, Cinerama, Nephilim Producciones
Intérpretes: Damián Alcázar, Magaly Solier, Federico Luppi, Christian Meier, Bruno Odar, Jairo Camargo, Liliana Trujillo, Paul Ramírez, Tatiana Astengo, Tatiana Espinoza, Graciela Paola, Nicolás Galindo, Rodrigo Sánchez, Camila Mac Lennan.
País: Perú
Año: 2015
FUENTE: Desistfilm / Lima, 31 de agosto de 2015