Javier Yuste / El Cultural
El cineasta (“retirado”, afirma) y escritor, ahora a jornada completa, Manuel Gutiérrez Aragón (Torrelavega, 1942) tomará posesión de su plaza en la Real Academia Española este domingo 24 de enero con un discurso que ha tituladoEn busca de la escritura fílmica. El director de Camada negra viene así a colmar el vació que dejó tristemente en la institución José Luis Borau como representante del mundo del cine y ocupará el sillón F que dejó vacante José Luis Sampedro. Con una trayectoria indiscutible como director y guionista, perteneciente a aquella ilustre Generación de la Transición de la que también formaron parte directores de la talla de Carlos Saura, Víctor Erice, Pilar Miro o Ricardo Franco, Manuel Gutiérrez Aragón defiende la importancia de que el cine esté representado en la RAE aunque él haya abandonado esta disciplina para dedicarse por fin a su vocación original, la literatura. “Un cineasta no debe envejecer a la vista de su público”, dice. La gran recepción crítica de sus tres novelas publicadas hasta la fecha, La vida antes de marzo (2009), Gloria mía(2012) y Cuando el frío llega al corazón (2013), otorga al guionista de Furtivospleno derecho para formar parte de la RAE.
Pregunta.- ¿Qué significa para usted que le nombren académico de la RAE?
Respuesta.- Evidentemente es un honor, no cabe duda. Pero pienso que no me nombran exactamente por mis méritos, si es que los tuviera, sino por proceder del mundo del cine. El ámbito audiovisual tiene hoy en día mucha fuerza y la RAE hace muy bien en tener entre sus miembros a un director o a un guionista o a un actor. Por eso, que me hayan nombrado a mí, me alegra de la misma manera que me hubiera alegrado si nombraran a otro. Es necesario que el cine esté representado aquí, como también tendría que pasar con la música que ahora mismo no lo está. Y el cine afortunadamente si lo está y ya lo estuvo en su momento con Fernando Fernán Gómez y con José Luis Borau. Dicho esto, me alegro mucho y lo considero un honor pero esto no es solo una corona de laureles. A la RAE también hay que ir a trabajar.
P.- Su discurso de entrada en la Real Academía Española se titula En busca de la escritura fílmica. ¿Nos puede adelantar algo del contenido y de la intención del texto?
R.- Es un relato un tanto autobiográfico en el que cuento como un chico que, como todos los chicos de la época, pertenecía más bien al mundo de la literatura y de la escritura acabó metido en el mundo del cine. En la escuela lo primero que te enseñaban era redacción y después tuve que tener un largo aprendizaje, si es que el aprendizaje termina alguna vez, para hacer películas. La gente piensa que conoce el lenguaje del cine, y es verdad, pero una cosa es conocer el lenguaje del cine y otra diferente es practicarlo. Uno aprende a hablar casi por las buenas, pero hacer cine es mucho mas complicado que aprender a hablar. Por eso en el discurso abordo el aprendizaje del habla en el cine, de la escritura de cine entendida como guion y puesta en escena. Es un aprendizaje largo que tiene muchos contratiempos por el camino.
P.- ¿Qué pretende aportar a la RAE? ¿Cuál cree que va a ser su función?
R.- Todavía no sé en que comisión me van a agregar pero espero que tenga algo que ver con el cine porque como me pongan con la Química Orgánica no va a salir bien. Se me ocurre que cada vez hay más nombres que proceden del mundo audiovisual del ámbito anglosajón a los que yo puedo aportar un significado.
P.- ¿Le gusta la letra F?
R.- Ayer un amigo me estuvo diciendo palabras que empiezan por F y hay muchas interesantes pero lo cierto es que me hubiera dado igual una que otra.
P.- Antes de usted ocupó ese sillón José Luis Sampedro…
R.- Me alegra mucho suceder a Sampedro. Lo conocí cuando todavía era economista, luego se convirtió en un gran novelista y al final tuvo una significación social y crítica muy importante.
P.- ¿Qué le parece ocupar el hueco que dejó José Luis Borau en la RAE como representante del mundo del cine? Con él usted colaboró en Furtivos…
R.- Sí, hicimos juntos Camada negra y Furtivos y luego tuvimos una larga relación personal. Borau dejo una profunda huella en la RAE y como prueba de ello solo hay que atender a la celeridad con la que la institución ha tratado de rellenar ese hueco. Sin embargo no ocuparé su sillón sino el de Sampedro… En cualquier caso dejó muy buen recuerdo y eso me consta.
P.- Rafael Azcona pensaba que el cine era un género literario y siempre defendía a Woody Allen como candidato al Premio Nobel. ¿Qué le parece esta reflexión?
R.- Woody Allen en otra época hubiera sido seguro escritor o dramaturgo, perohoy en día hay muchas personas que escriben con la cámara en vez de utilizar máquina de escribir u ordenador. Las películas de Woody Allen son además muy habladas y su puesta en escena no es precisamente la de Godard o Visconti, es muy directa, no es plástica ni visual. Ahora muchos escritores se expresan a través del cine y también en las series de televisión. Los guionistas de estas series habrían sido novelistas en otros tiempos.
P.- ¿Qué diferencias hay entre la escritura cinematográfica y la literaria?
R.- Hay muchas diferencias pero hay una en la que la gente repara menos y es que para ser cineasta hace falta bastante vigor físico. Tienes que ser creativo y estar chispeante y ocurrente durante muchas horas al día durante varias semanas, de pié, bajo la lluvia, con frío o con un calor tórrido… El ímpetu de la juventud no va mal para hacer películas. Cuando eres escritor estás sentadito, caliente en un día frío como el de hoy, y cuando se te ocurre algo lo pones y cuando no se te ocurre nada pues te das una vuelta y te tomas un café. Esto en el cine no puede ocurrir porque una vez que dices acción la máquina no para. Para mí más que diferencias creativas son técnicas y casi existenciales.
P.- Su primera vocación fue la de escritor pero no pudo entrar en la Escuela de Periodismo y acabó en la Escuela Oficial de Cinematografía. ¿Fue una decepción en aquel momento?
R.- La verdad es que sí. Estudiaba Filosofía por las mañanas y como tenía libre las tardes intenté matricularme en la Escuela de Periodismo pero no sé si se había acabado el plazo de matrícula porque estaba cerrada. Entonces me matriculé en la Escuela de Cine pero básicamente para ver películas, no para hacerlas. Al principio mis compañeros me miraban mal porque pensaban que estaba usurpando el lugar de un verdadero director. Era dificilísimo entrar, casi como hacer Notaría. De 200 personas que querían entrar solo lo conseguían 6 o 7 y para mi sorpresa yo fui uno de ellos. Los dos primeros años me dediqué a ver películas y a asombrarme con ellas y después ya seguí mi carrera literaria como guionista, que es lo que realmente era. Pero todos los guionistas tarde o temprano sienten al ver su trabajo en la pantalla que no era exactamente eso lo que habían escrito y, si tienes inquietudes, al final acabas dirigiendo.
P.- ¿Tenía un papel importante la literatura entre los alumnos de la Escuela Oficial de Cinematografía?
R.- No lo creo. Había gente lectora pero lo más importante era ver películas. En aquella época había un gran discusión entre partidarios del cine europeo y partidarios del cine norteamericano. Te podía gustar Antonioni o te podía gustar Ford pero no los dos a la vez, que era lo que me pasaba a mí. Eran unos años de posturas políticas muy radicales y críticas y al mismo tiempo el cine de por ejemplo Visconti tenía una plasticidad deslumbrante. Para mí era maravilloso y extraordinario que el cine tuviera esa fuerza, esa presencia social, esa capacidad crítica, y al mismo tiempo esa belleza plástica. Ahora el cine ha perdido algo de todo eso por la tecnología digital. Antes los decorados eran corpóreos y los actores maravillosos. Era la época de Sophía Loren, Marcelo Mastroianni, Claudia Cardinale… Ahora ya no hay estrellas del cine europeo. Las hay en cada país y hay estrellas norteamericanas.
P.- ¿Cómo cree que ha influido más de un siglo de cine a la literatura?
R.- La literatura ya no es la misma desde que existe el cine. Para mi el ejemplo perfecto es Juan Marsé. Su manera de narrar remite mucho al mundo cinematográfico pero eso no resta un ápice a la literatura. Está claro que los escritores están influidos por el cine y de alguna manera unos trabajan para parecerse y otros para diferenciarse.
P.- ¿Por qué se decidió hace unos años a abandonar el cine por la literatura?
R.- Por eso que te comentaba de que se necesita vigor pero también porque los gustos cambian y las condiciones ya no son las mismas. Las condiciones en las que yo hice cine eran muy buenas, contaba con buenos productores y con un público al que le gustaba el tipo de cine que hacía yo, más bien de autor y casi testimonial. Pero los gustos del público han cambiado y siempre pensé que uno no debía envejecer a la vista de su público. El cine es un arte de masas al igual que los periódicos. No puedes lanzar un diario solo para unos pocos por muy bueno que sea. Sin embargo la literatura es distinta, puedes hacer literatura para unos pocos.
P.- ¿Qué es lo que más le atrae del trabajo de escritor?
R.- Me gusta la libertad que tengo para contar las cosas. En el cine siempre estas pensando en el dinero.
P.- Pero echará algo de menos el cine…
R.- Pues sí, lo echo de menos. De vez en cuando sale algo de que voy a volver a hacer una película pero no es verdad. No tengo ningún guion para rodar.
Fuente: El Cultural / Madrid, 22 de enero de 2016