Este año, uno de los sucesos más disruptivos, constructivos y reveladores que me ha tocado vivir, ha sido pertenecer al equipo de Diversidad, Equidad e Inclusión Latinoamérica. Esa membresía me dio la oportunidad de “volar” —en toda la extensiva y metafórica interpretación de la palabra— a la ciudad de Medellín, junto a un grupo maravilloso de personas de Latinoamérica. Ponerles rostro a todos ellos es un regalo de aprendizaje y co-construcción. Debiera decir mejor, “que nos ha tocado vivir”, porque la memoria de lo vivido de abril a noviembre hace resonar en mi mente a toda una colectividad.
En setiembre nos enrumbamos a Medellín como parte de un programa de formación. Teníamos el reto y la oportunidad tocar una de las realidades más conmovedoras y aleccionadoras de la historia latinoamericana: visitar comunas sobrevivientes, resistentes y accionantes del conflicto armado en Colombia, conocer a sus distintos protagonistas, escuchar su palabra, una palabra que me lleva a creer que no estamos solos ni solas en las luchas sociales, que el eco de Medellín es finalmente el eco de Latinoamérica, de sus construcciones y reivindicaciones sociales.
Los días en Medellín visitando comunas me han hecho entender que, en lo que a mí respecta, hay una Ericka antes y otra después de ese recorrido. Eso está bien. Tendemos a negar qué morimos y nacemos todo el tiempo cuando despertamos la consciencia, y en este caso han sido varias muertes y gestaciones consecutivas las que he experimentado en mí misma en todos los momentos del viaje y aún después de él.
Visitando Comunas
Una de las personas que conocí allí fue nuestro maestro guía, que quedará también como mi maestro de vida: el gran Gerardo Pérez, fundador y dirigente social de la Organización “Bajo la Piel de Medellín”. Él nos mostró con sabiduría, corazón, alma y con toda su bondad, que el trabajo en comunidad tiene un impacto importante y que el solo hecho de compartirlo con otros es tan revolucionario como reparador.
La primera parada fue en la Comuna 13, “San Javier”, formada en los años 50, por comunidades campesinas que huyeron de la violencia buscando mejores oportunidades y se instalaron allí. Son símbolo de la resistencia y le dan significado a esa palabra con su lucha y su sabiduría ancestral. Visitamos también la espléndida Institución Educativa “Eduardo Santos” y su Museo Escolar de la Memoria. Me dejó impactada y conmovida hasta las lágrimas. Allí, estudiantes, maestros, maestras, a través de la expresión artística, nos presentan un lugar lleno de dolor y también de esperanza, de reconstrucción, nos aporta otra mirada para entender una de mis pasiones: la educación. Me quedé en silencio para observar con todos mis sentidos. Ahora evoco la frase de la maestra Paula: “Educamos con amor, educamos todo el tiempo, con nuestros actos, con lo que decimos y hasta con lo que no decimos, comprendiendo que no soy la única que habita esta tierra”. Sus palabras me permiten entender lo que ha sido y es esta comuna en su trabajo de reconstrucción con memoria.
Cuando ingresamos en la sala interactiva del museo, nos colocaron boca abajo con las manos simulando estar sujetadas, escuchamos luego testimonios mientras se recreaban escenas con sonidos de balas. Mis lágrimas mojan el piso al escucharlos, me conmueve entender que parte de la reconciliación y reparación está también en homenajear a las víctimas, que la mejor manera de superar es recordando. Esta fue una zona que azotada por la violencia, una violencia “legal” y otra “ilegal”, la de los paramilitares y también la del Estado. Recuerdo entonces mi propia historia, la de mi país, me vienen a la mente las desapariciones forzadas en los años 90 en el Perú, empiezo a hilvanar recuerdos, la lucha resonante e importante de personas resistentes, también desde la educación. Comparto un poco de esta historia con Samanta, mi compañera de viaje mexicana, cuya historia también me da luces, pues el mismo eco resuena en su historia personal y la de su país.
Es ahí cuando fotografío el rostro, otro rostro sabio que descubrí en este viaje, el de gran AKA, un joven líder, artista, coordinador y representante de la lucha en la Organización “Agroarte”, que mediante expresiones artísticas y el movimiento comunitario ha diseñado la galería viva que existe en esta ciudad. Nos lleva de su brazo a conocerla, es un cementerio que ha sido “tomado” por artistas, donde existen diferentes expresiones de homenaje, recuerdos y encuentros con las familias de las personas desaparecidas, memoriales de una lucha histórica pasada, pero con eco en el presente. Es a lo que llamo “memorias del olvido para no olvidar”. Aka es un ser humano que ha dedicado más de la mitad de su vida a realizar homenajes a través de esta memoria viva, el acompañamiento a las madres y padres que buscan a sus hijos e hijas desaparecidas, que los ayuda a reconstruir las partes faltantes, porque creo que no hay una mejor forma de perdonar que desde un perdón no romantizado, el que te permite entender qué sucedió para que la incertidumbre no te llene de rencor, para dar testimonio, para que ayude a no repetir más vulneraciones a la libertad de ser y de vivir, para desgranar el significado del reconocimiento y la reparación cuando de derechos humanos se trata.
Me viene ahora a la mente el gran sabio Arnulfo, quién nos acompañó a recorrer la Comuna 3 “Comuna de Manrique”, recorrimos con él los barrios más altos de la periferia, ubicados en la zona nororiente de Medellín, los barrios Bella Oriente, La Cruz y La Onda, muy significativos, que han re escenificado la historia como expresión de esta resistencia de la que vengo hablando. Me resuenan algunas palabras de Arnulfo, cuando resignifica palabras como ciudadanía por “CUIDADANÍA”, para hacer referencia al hecho de cuidarnos en comunidad, en cuidar la vulnerabilidad, la historia de los demás.
Arnulfo, maestro y “escuchador popular”, es uno de los rostros sabios que enseña con mentalidad poderosa cómo se hace para reivindicar historias y reconstruirlas en colectivo. Me resuenan ahora algunas de sus frases y me mueven el corazón, me transportan a otro entendimiento de la vida y las personas. Frases que duelen un poco, pero que son preámbulo para un gran aprendizaje y para llevarnos a la acción.
- “Caminar una palabra dulce, libre y especialmente liberadora”
- “Cultivar la conciencia que somos uno con el universo”
- “Siempre preguntar, con sensibilidad a flor de piel, encontrar al humano original”
- “Reconocer–SER: Reconocerse para ser, reconocerse a través de uno mismo/misma y a través de los demás para poder ser”
Algo se agita por dentro
Antes del viaje a Medellín sentía un bucle de emociones. Trataba de nombrarlas para entenderlas: miedo, nostalgia, tristeza, alegría. En verdad, intentaba controlarlas. Pero una vez en Medellín no me fue posible hacerlo, entendí que a veces debemos dejar que las emociones se descontrolen y sólo sentirlas. Al menos eso me decía la voz interna que suele despertar en mí una dosis de serotonina.
Los eventos que nos fueron relatados, la historia de las represiones y la resistencia, me dejaron muchas ideas y sentimientos por procesar. Recuerdo las palabras de Elías: ¿Cómo hacer para que esto sea más que “una experiencia”? Me resuenan mucho, como todo lo recibido de los sabios de las comunas que visitamos, sus rostros, su gran resistencia y su acción, me abren los ojos a otra verdad: “La historia, es más que un simple conocimiento, es una oportunidad de escuchar voces de la memoria para accionar, primero desde tus propios ecos, desde tu historia personal y la de tu país, luego escuchar las otras voces, observar, estar presente al oír”.
Entendí también que la historia se cuenta a partir de otras historias y no siempre resulta siendo la misma visión. Se reciben desde los diversos frentes en los que nos encontramos —reconociendo o no tus privilegios y tus opresiones, cuestionándote o no— y desde la sabiduría comunal, desde las hebras que se mueven en cada sabio y sabia, donde todas las visiones válidas. Como dice Eduardo Galeano, “Escuchar al otro ser humano, porque siempre tiene algo que decir”. De eso trata la diversidad, no de creer para aceptar, sino de detenerte para ver y escuchar al colectivo, todas sus perspectivas. Es escuchar con el corazón y no con el ego.
Educar con amor
Mi segundo día en Medellín me dejó especialmente “revuelta”. Algo en mi mutó de una manera especial. Sentí el cuerpo pesado, quizás porque el alma salió un rato a vagar, a recoger los aprendizajes del día anterior.
Es ahí qué mi concepto de “Educar con Amor” tomó nueva forma, su significado anterior quedó corto en mi mente y en mi corazón. Tuve que viajar a mi interior para hablar desde mis sentimientos y descubrir que es también el perdón, la reivindicación sin olvido, el extrapolarse de nuestros privilegios para mirar más al otro y a la otra. Lo aprendí de las palabras de la maestra Paula y también del testimonio del sobreviviente, del decano de la Institución Educativa, del testimonio, la lucha y las lágrimas de la representante de “Mujeres caminando por la verdad”.
Lo vi también en aquellos estudiantes de la escuela “Eduardo Santos”, los del museo, ese espacio para recordar, para recordar a todos y a todas que la violencia corta los caminos, acaba con los sueños, con los propósitos individuales y los replicados a favor del colectivo. Por eso, fue increíblemente reivindicador unirse en este viaje a través del dolor. Educar con amor es escuchar a las comunidades oprimidas, transformar propositivamente espacios e imágenes, rezagos vivos en la memoria, como lo hacen estos estudiantes. Es reivindicar la libertad.
Educar con amor es, asimismo, pausar, observar, escuchar, callar, aprender, perdonar, transitar por el absurdo, seguir viendo —viéndose— por dentro, desnudar el alma para aprender a amar, es cercanía y reivindicación.
Propósito insistente y persistente – a ellos y ellas.
Aunque la perfección suele ser un ideal esclavizante, siento perfecto este momento. Una de las energías que nos hacen sentir perfección, que nos acercan a esos instantes efímeros y a la vez eternos puede estar en el agradecimiento. Agradecer el amor, el dolor y la memoria, agradecer que me recuerden que el amor es lealtad.
Siento agradecimiento por el espacio que ocupo en estos días, días de cuestionamientos que surgen del dolor de los compañeros y compañeras de “Bajo la Piel de Medellín” con los que he caminado, de sus lágrimas, rabias, abrazos, enojos, sabiduría, indignación, de mi admiración por su sensibilidad, su amor y su lucidez. Sus palabras, sus miradas, sus risas, sus abrazos me enseñan que no estamos solos, que hay bondad alrededor, una bondad que impulsa esa esperanza a veces demencial de la que estamos hechas las personas.
Los rostros sabios de las comunas parecen ser mi recordatorio de que los maestros y maestras de la resistencia están justo ahí dónde te pares a observar, a escuchar genuinamente y sin armaduras, a creer y aprender, ellos nos enseñan que estamos hechos de amor, acción y resistencia.
Y al final…
Vivir una experiencia histórica es reconocer que la vida es esto, un continua viajar sin desconocer nuestra historia, quiénes somos y de dónde venimos. Los estudiantes de esta escuela son fuente inquebrantable de análisis y acción, ellos saben bien que debemos recordar para no repetir la historia. Decidimos qué atesoramos en la caja fuerte de la memoria para vivir y reivindicarnos.
Arnulfo, el gran sabio comunal, nos dice que “Las grietas del alma son las enfermedades del cuerpo” mientras nos muestra estos espacios de reconstrucción, un increíble árbol de la memoria, hecho por y para las personas que trabajan para visibilizar y no olvidar las torturas ni los desaparecidos. El olvido no es una opción, esta es una comuna con dignidad que construye lugares de memoria para parar con la violencia presente y futura.
Mi corazón se arruga con estas historias, me ayudan a seguir viéndome, conociéndome, renovándome, gestando ideas. Sus historias regalan vida, historias dolientes, injustas, indignantes, que nos invitan a aprender a reparar. La resistencia Latinoamericana tiene muchos rostros, mucha sabiduría.
“Si no hay integración por ahí no es el camino” dice Arnulfo. Conocerlo, escucharlo, es una de las oportunidades más maravillosas que he tenido, como él dice, construir encima del dolor sólo es posible con desprendimiento, entendimiento, perdón y bondad.
Medellín, 13 de setiembre 2023