Pedro Escribano / La República
¿De su provincia, El Chaco, ha hecho un universo literario?
Eso me dicen, la verdad que se me fue dando así, nunca tuve la propuesta de hacerlo.La verdad que para mí el ambiente, el lugar, siempre ha sido nada más que un escenario en el cual jugaban su papel las pasiones humanas que hacen a la esencia de la literatura que yo he querido hacer. El Chaco solo es un escenario de mis personajes, un escenario duro, bastante inhóspito, un lugar olvidado desde la mano de Dios, del Estado, del gobierno…
Pero no por el escritor.
Da la casualidad que yo nací y vivo ahí y amo esa tierra.
¿Lealtad a los orígenes?
Bueno, eso es una lectura, puede ser, digamos que es una lealtad a los orígenes, pero no es una lealtad que me propuse. Si el corazón, la lectura y el estómago de un escritor te estimulan una creación profunda, sale. No creo en las predeterminaciones.
Argentina es un país casi fundado por migrantes. ¿El santo oficio de la memoria, es la historia, la metáfora de la migración?
Exactamente, digamos, el tema central es la memoria, pero la memoria es la memoria de la migración. Yo quise explicar un poco. Durante la dictadura y la guerra de Malvinas del 82, que don Gabriel García Márquez la definió muy bien, pues dijo que “era una guerra justa en manos de innobles, es decir, conducida por canallas, yo me preguntaba adónde va mi país. Esa guerra no la íbamos a ganar. Ganar a Inglaterra, la OTAN, EEUU, era ridículo, no la ganaríamos por más heroicos que fuéramos. Empecé a escribirla pensando en responder literariamente esa pregunta, y me fui embalando, estaba caliente, entusiasmado. Y terminó la guerra y lo único bueno que trajo fue la aceleración de la democracia. Quedó la sensación de desasosiego, de un cambio. Y empecé a darme cuenta que la pregunta correcta no era la que yo me había planteado, porque para explicar el adónde íbamos se tenía que explicar primero el de dónde veníamos. La pregunta correcta era ¿de dónde viene mi país? Se modificó todo y allí salió el tono, plot y el argumento de la novela.
Aparte de Nona, la protagonista, hay un personaje ´el tonto de la buena memoria, que escribe todo… ¿es el escritor, ¿verdad?
Parece ¿no? Eso me lo han dicho, creo que sí, pero no lo sé. Cuando he intentado leer la novela como lector he sentido lo mismo, pero no podría decir que es el alter ego del autor.
No, no hemos dicho eso…
En realidad, toda la narración de la novela la va haciendo este loco, que es omnipresente, pero que no es Dios tampoco.
Además lo hace como terapia.
Lo voy a decir en dos términos: para mí, la literatura es Dios. Como dicen los creyentes, yo no lo soy, “Dios cura, sana y salva”, entonces para mí la literatura cura, sana y salva. Quizá haya una glorificación de este personaje en ese sentido.
¿El oficio del escritor es también un poco eso?
No sé si el oficio, hablo de la literatura. Porque el oficio no garantiza que esto suceda así. Seguro si hay un mundo mejor, es el de la literatura. La literatura tiene esa redención maravillosa, a lo mejor en la creación del tonto de la buena memoria hubo algo de esto, poner ahí en ese personaje, loco, fuera de sus cabales, que está encerrado, pero es un libertario absoluto.
Usted tiene una predilección por los personajes femeninos.
Tengo una predilección por las mujeres (risas). No es tanto predilección, es una broma. En realidad, en la historia de mi vida las mujeres representaron siempre a la literatura. La literatura es femenina: “la” literatura. Y la verdad nunca los hombres vamos a entender la condición femenina. El otro día leí una frase de Albert Einstein que es maravillosa. Un día le preguntaron acerca de la física, de los conocimientos, él dijo que todo era posible comprender, pero lo único que no íbamos a comprender los hombres era la condición femenina, cómo funciona una estructura de pensamiento y sentimiento femenino, eso es lo que nunca íbamos a entender. Yo creo que eso es verdad.
Allí no sirve la ciencia ni cohete ni tecnología…
A partir de esta idea, uno puede tener o una resignación o hacer literatura, yo preferí hacer literatura. De alguna manea, la creación de esa novela y otra que vino después, Visita después de hora, la gestación de esas novelas fue una especie de acercamiento al alma, al espíritu, a ese enigma y a ese laberinto infinito que es el sentir femenino.
¿Usted se hizo escritor al calor de la dictadura?
No, yo viví prácticamente siempre en dictadura. Yo no he asociado mi nacimiento literario a ninguna dictadura o quizá hay que asociarlo a todas porque Argentina fue un país muy inestable en términos políticos hasta el 83.
Fue como fragua para su condición de escritor ¿supongo?
No, la fragua para mi condición de escritor fue la literatura.
Pero el exilio no deja marcas.
Deja marcas, la dictadura, el exilio, el miedo… las marcas están, pero mi ADN literario responde a Daniel Defoe, Salgari, Stevenson, Julio Verne fue una lectura fundamental. Yo me crié en una familia que era muy lectora. Qué hace un niño cuando ve que los padres leen, lee. Como cuando un niño ve que los padres se golpean, son niños golpeadores. Yo tuve la fortuna que en mi casa se leía, he sido parido a la literatura desde la literatura.
Usted escribe novelas y también cuentos, ¿es fácil para usted saltar de una vereda a otra?
Fácil no, es parte del trabajo. Como decía mi maestro Marco Denevi, una novela es un cuento largo y un cuento es una novela corta.
Luna caliente, si se quiere, es un libro más explosivo en el aspecto erótico…
Explosivo, es un artefacto explosivo, peligroso.
Cómo hizo esa novela, la violación de una niña de 13 años.
Yo era muy joven. Estaba enojado con la vida porque había perdido un par de amigos en la dictadura. A uno lo habían matado y al otro desaparecido. Supongo que escribí la novela desde el dolor, desde la rabia que sentía y me pareció que era una metáfora perfectamente clara y posible de lo que era la dictadura y el horror. La creación de Luna caliente, creo que fue una respuesta a ese dolor y esa rabia, creo recordar, ya pasaron muchos años, pero creo que lo que quería esencialmente era mostrar una visión de la dictadura, no en la denuncia, “mira los militares son malos y matan” sino en lo subterráneo y lo minimalista del horror que puede provocar una dictadura. Esa fue la idea.
FUENTE: La República / Lima, 22 de noviembre de 2015