Federico de Cárdenas / La República
En actividad desde 1977, tanto en el cine de EEUU como en el europeo, el británico Ridley Scott (South Shields, 1937) cuenta en su haber unas 25 películas entre las que encontramos excelentes (Los duelistas, Alien, Blade runner, Thelma y Louise, La caída del halcón negro), medianas (Gladiador, El reino de los cielos, Robin Hood, Prometeo, El consejero del crimen) y fallidas (1492, G.I. Jane, Hannibal, Éxodo, etc.). Scott (en sociedad con Tony, su fallecido hermano) cuenta con su propia productora (Scott Free), es propietario de un estudio (Pinewood) y decide con autonomía el manejo de sus proyectos.
Es el caso de Misión rescate, basada en The martian –una novela muy vendida de Andy Weir–y en el creciente interés mundial por el planeta rojo, seguramente el más estudiado desde que se inició la exploración espacial y con posibilidades de recibir una misión tripulada hacia el 2030. Hay que decir que, incluso sin esta contingencia, Marte ha ocupado siempre un lugar especial en la literatura y cine de ciencia-ficción. Para limitarnos al cine, fue temida sede de alienígenas hostiles en la serie B de los años 50, un rostro que Steven Spielberg trató de cambiar con Close encounters of the third kind (1980) y especialmente con E.T. (1982), aunque luego Brian de Palma en Mission to Mars (2000), John Carpenter en Ghosts to Mars (2001) y hasta Tim Burton en clave de comedia (Mars atacks, 1996) volvieran a la antigua imagen.
Es necesario anotar que Ridley Scott mantiene una actividad impresionante. Acaba de anunciar que Prometheus “se convertirá en una trilogía que en la parte final engarzará con el inicio de Alien, cuya primera parte dirigió en 1979, y que también se encuentra lista una continuación de Blade runner (1982, su obra maestra) cuya dirección estará a cargo
del talentoso cineasta canadiense Denys Villeneuve (Scott solo la producirá) y en la que Harrison Ford retomará el personaje de Deckard para dar la alternativa a un nuevo protagonista encarnado por Ryan Gosling.
La historia
Durante una misión tripulada a Marte, el astronauta Mark Watney (Matt Damon) es abandonado por sus compañeros al ser dado por muerto durante una gran tormenta que lo separa del equipo. Pero Watney ha sobrevivido y se encuentra como único y solitario habitante de un planeta desértico y hostil. Ante la escasez de provisiones deberá contar con su habilidad
e ingenio para poder subsistir y encontrar el modo de comunicarse con la Tierra. Mientras tanto, a 80 millones de kilómetros, la NASA y un equipo internacional de científicos trabaja a marchas forzadas para traer al “marciano” de regreso. También sus compañeros deciden una arriesgada misión de rescate.
Andy Weir comenzó a publicar The martian por entregas en su propio blog, convencido de que nunca encontraría un editor. Se equivocó por completo: la novela acaparó tal número de lectores que antes de haberla terminado ya contaba con ofertas de publicación. El trabajo de Drew Goddard se ha limitado a acotar la novela, suprimiendo tramas secundarias y acercándola algo más a su gran modelo literario, que es el Robinson Crusoe de Daniel Defoe.
Puesta en escena
La historia cuenta con tres polos de atracción, todos en lucha contra el tiempo y con participación alternada. El primero y más importante es el que se concentra en Mark Watney (interpretación muy sólida de Matt Damon), un “nerd” que añade a su profesión de botánico dosis apreciable de ingenio y se las arregla para sobrevivir cultivando papas en un área a la que dota de atmósfera favorable y recuperando instrumentos diversos dejados por misiones anteriores.
Scott resuelve los problemas de incomunicación de su protagonista mediante recursos visuales que duplican la puesta en escena. Watney no llevará un diario escrito de su aventura como hace Robinson Crusoe, pero encontrará un sistema equivalente grabando mensajes ante una pantalla y monologando cuando haga falta. Su personaje (con la diferencia de estar en Marte y no en una isla desierta del Pacífico) hace recordar al de Tom Hanks, que sobrevive a la caída de su avión en The cast away (Robert Zemeckis, 2000).
Otra gran diferencia es el que Hanks sucumbe a momentos de desesperación, mientras que el de Watney es un personaje eminentemente positivo y dotado de humor. Se podría decir de él que, de no mediar un plazo límite para su partida, realizaría el sueño americano de imponerse con éxito al desafío que le plantea una naturaleza extrema y difícil. No es por azar si se autocalifica como “primer colonizador” de Marte.
El segundo polo de atracción esta focalizado en la NASA, para lo cual Scott ha obtenido la participación de un impresionante elenco de rostros conocidos. Tenemos a Jeff Daniels como jefe de la NASA, a Chiwetel Ejiofor como jefe de las misiones a Marte, a Kirsten Wiis como vocera de prensa, etc. Son roles secundarios pero claves, pues ellos encarnan la jerarquía de una maquinaria que debe mostrar su eficacia en el rescate del astronauta Watney, no menos difícil que el del soldado Ryan.
Anotamos que la cinta presenta una inédita colaboración internacional con China, cuyos científicos juegan un rol que en verdad debiera haber tocado a los rusos –que siguen trabajando con EEUU en la estación espacial– pero el momento político, luego de las tensiones por Ucrania y Siria, no es el adecuado. Hay que agregar que desde que Watney logra restablecer contacto con el planeta su caso se hace mundial.
El tercer polo está en la nave espacial Hermes con los compañeros de Watney, que prosiguen su viaje de retorno a la Tierra hasta que la NASA, que ha decidido inicialmente no informarles de cuanto sucede, se ve obligada a decirles la verdad. Serán ellos, en una operación arriesgada que no detallaremos, los que tomen en sus manos el rescate. Entre la tripulación de Hermes destacan Jessica Chastain como Melissa Lewis (comandante de la misión) y Michael Peña como Rick Martínez.
The martian asimila muy bien las lecciones de Kubrick en 2001, odisea del espacio y las del mexicano Alfonso Cuarón en Gravedad, pero se diferencia de ellas en que no se plantea ningún discurso reflexivo que no sea el elogio del esfuerzo individual de sobrevivencia y de la solidaridad humanas. Es también la película más optimista de las últimas que ha dirigido Ridley Scott, un cineasta igualmente dotado para la creación de distopías y atmósferas oscuras, como las que predominaron en sus anteriores aventuras espaciales (Prometheus y Alien). Basta recordar el peso que otorga a la sensación de encierro y al temor a lo desconocido en los viajes espaciales de los filmes citados.
Nada de lo anterior encontramos en Misión rescate, lo que no impide que alcance un nivel alto, con una puesta en escena precisa y visual en la que los tonos rojizos de los paisajes desérticos marcianos (replicados en Arizona) contrastan con los blancos asépticos de la juguetería espacial. El Robinson Crusoe marciano que encarna Matt Damon como Mark Watney logra, con perseverancia y humor, proclamarse vencedor de su odisea.
La ficha