Richard Web / El Comercio
Cuando acudimos al médico, sabemos que la diagnosis y las soluciones se basarán en conocimientos científicos, acumulados durante siglos de investigación y descubrimiento. De igual manera, confiamos en que el trabajo del mecánico que ve nuestro automóvil se basará en conocimientos, aunque sean elementales de las ciencias físicas y químicas. Pero, ¿en qué conocimiento se basan los políticos cuando pretenden mejorar la seguridad ciudadana, la atención de salud, la calidad de la educación, la gestión de las inversiones y la honestidad de los policías y jueces? ¿Puede decirse que sus propuestas descansan también en siglos de investigación y descubrimiento científico? ¿O se trata más bien de ideas que surgen de la intuición, y que tienen más de ilusión e idealismo que de conocimiento científicamente comprobado? Lamentablemente, sabemos mucho más de la física y de la biología que de nosotros mismos y el resultado es que, cuando pretendemos arreglar la vida social, en parte estamos navegando de noche.
El poco avance de la ciencia social puede atribuirse principalmente a la inherente dificultad para comprender el comportamiento colectivo de las personas. En comparación con las ciencias duras, la ciencia social es relativamente nueva. La ciencia económica recién nacía hace tres siglos, y la psicología y la sociología hace dos. El vacío ha sido llenado por teorías que reflejan corrientes ideológicas o intereses particulares. La mejor prueba de que en el Perú hemos estado navegando en la oscuridad ha sido nuestro casi nulo éxito para adivinar los enormes giros en el contexto nacional a lo largo de las últimas décadas, como fueron la irrupción del socialismo militar en los años setenta, la crisis de la deuda y el colapso económico de los años ochenta, el terrorismo también de esa década, el colapso del Estado y privatización de los noventa, el auge económico y despegue rural del nuevo milenio, y la nueva crisis global que amenaza nuestra economía. En vez de anticipar, la reacción ha consistido en un continuo y tardío rediseño de instituciones y reglas de juego ante las nuevas circunstancias y nuevas teorías explicativas. Como un ciego en una casa donde los muebles se reubican continuamente, hemos vivido tropezándonos, reaprendiendo las estrategias de vida, y formulando nuevas teorías sociológicas.
El escritor Daniel Boorstin escribió una historia de la exploración y del descubrimiento científico a través de los siglos. Boorstin resume esa aventura diciendo que el mayor obstáculo al descubrimiento no es la ignorancia sino la ilusión del conocimiento. Su reflexión quizás ayuda a entender el poco esfuerzo que hemos realizado en el Perú para conocernos como sociedad, creyendo siempre que ya nos conocíamos. Hoy, se ha producido un despertar acerca de la importancia de la investigación y la innovación, pero el esfuerzo realizado hasta el momento se dirige casi totalmente al conocimiento de las ciencias físicas y de tecnología, objetivos que se vinculan en especial al desarrollo económico.
Lo que aún no se llega a comprender es que el avance de las ciencias físicas tendrá poco valor si seguimos entendiéndonos en base a teorías más políticas e ideológicas que científicas. Más que mejorar el vehículo, necesitamos mejorar al conductor, o sea, nosotros mismos.
Fuente: El Comercio / Lima, 21 de agosto de 2016