Rocío Niebla / EL PAÍS
Pablo Martín es el padre de Elena. Ella tiene tres años y, desde bien bebé, sus padres tenían la sensación de que era “más agitada de lo normal”. Pero ¿qué es normal o no? Cuenta Martín que la niña tenía reflujo y que, con dos meses, acudieron a la pediatra. Fue la doctora la que les lanzó dos palabras con las que llevan conviviendo estos años: alta demanda. “La niña tenía mucha, mucha necesidad de estímulo, de movimiento, de que estuviéramos allí. Nosotros pensábamos que tenía un problema gástrico y no entendimos lo de alta demanda”, explica el padre. Cuando Elena era bebé nunca aguantó un rato tranquila mirando al techo, las estrellitas o los colgantes del parquecito. Necesitaba (y sigue necesitando) contacto físico permanente, así como atención constante. Le pasa en el parque (nada de madre o padre charlando más o menos tranquilamente con otros) y también en casa (nada de leer y la niña jugando al lado). “La exigencia de nuestra presencia es muy alta. La transición entre los estados emocionales más abrupta, y si por ejemplo vamos un momento al lavabo o a preparar la cena, ella lo pasa realmente mal, no es que se enfade, es que parece que se desmonta”, cuenta Martín… Leer más