Edición 66

Niños fuera del sistema: la desescolarización y los aprendizajes

Print Friendly, PDF & Email

Karina Sarrio Ugarte | EDUCACCIÓN

Catalina está sentada junto a su madre con varias enciclopedias alrededor. Están “leyendo” sobre los distintos tipos de células que tiene el cuerpo humano.  Catalina le pregunta a su mamá si las cosas también están hechas de células, y decantan a investigar ahora sobre los átomos y la composición de la materia. Tiene 5 años. No lee por sí sola y solo cuando tiene ganas busca escribir algunas palabras. Hace poco afirmó a sus padres que los días en los planetas más pequeños duran menos que en la Tierra, y que los años en los más lejanos al sol duran más.

Fabio y Santiago han dedicado muchos días y finalmente han logrado armar un trompo de lego, que engancha y funciona perfectamente con el lanzador de los “beyblade”. Fueron días de arduo trabajo, ensayo-error, investigación, y finalmente lo lograron. La felicidad en sus rostros lo dice todo. Son hermanos, tienen 8 y 7 años.

La investigación de Catalina no es una tarea, ni el proyecto de Fabio y Santiago una propuesta para la feria de ciencias. De hecho, Catalina, Fabio y Santiago no van al colegio.  Ninguno de ellos sable qué son los grados, los cursos, las evaluaciones o las notas. Por decisión de sus padres, practican el “unschooling”, o la “desescolarización” en castellano.

A diferencia del “homeschooling”, práctica con la que usualmente es confundido, la desescolarización no busca llevar la escuela a casa – y de hecho, no siempre se realiza en casa.  El “homeschooling” se traduce literalmente en “escuela en casa”. Es decir, sigue un currículo, se organiza en materias y se utilizan evaluaciones para validar el logro de aprendizajes, que han sido previamente establecidos para ser desarrollados en un plazo determinado y a una edad determinada. El aprendizaje en el “homeschooling”, al igual que en una escuela, es guiado por un adulto, que puede ser uno de los padres o un tutor.

En contra parte, el “unschooling” – que se traduce en “desescolarización”- opta por romper con todos los componentes que definen la escuela. No se sigue un currículo, y por ende no hay aprendizajes previamente planificados o esperados a desarrollarse, ni un plazo fijo para ello. Tampoco hay división de materias, ni evaluaciones, ni grados. A pesar de ello, el “unschooling” se define como una propuesta, método o filosofía educativa, lo que nos obliga a cuestionarnos: ¿Es realmente posible aprender sin ir a la escuela? ¿Cómo se educan los niños que no van a ella? Y, seguramente antes de ello, ¿Por qué y cómo hay padres que optan por este camino para sus hijos?

Quizás es más sencillo empezar por esta última interrogante, pues a partir de ella se responden las anteriores. Y lo haremos a partir de las respuestas dadas por los mismos padres a quienes tuvimos la oportunidad de entrevistar para el presente artículo.  Entre los distintos factores que los motivaron a tomar esta “ruta distinta”, coinciden en mencionar que desean estar más involucrados y presentes en el proceso de aprendizaje de sus hijos, que están en contra de la estandarización de los niños a nivel de expectativas de aprendizaje, y que tienen temor a que el colegio desmotive el deseo y curiosidad innata que ven en sus hijos por aprender.

Solo juzgando por estas respuestas, en especial la primera, nos damos cuenta que el “unschooling” no se trata de una suerte de “abandono” de los niños por parte de sus padres, como muchos suelen pensar. Por el contrario, ellos creen firmemente en la capacidad de aprender de sus hijos, y hay una intención explícita de no poner límites a esta al ceñirse a un currículo que decide qué deben aprender y cuándo deben hacerlo.  Es decir, creen firmemente que sí es posible aprender sin ir a la escuela. Pero ¿es esto real o solo una esperanza para la cual no hay evidencia? Y, en todo caso, ¿cómo se da entonces este aprendizaje sin escuela?

Los ejemplos antes señalados son casos reales contados por padres de niños que practican el “unschooling” en nuestro país. Sobra decir que evidencian procesos de aprendizaje. Y podríamos citar acá muchos ejemplos más que continúan probando la hipótesis de que estos niños sí aprenden sin ir a la escuela. El punto de quiebre está, quizás, en qué aprenden, cuándo lo aprenden y cómo lo aprenden. Pues, a diferencia de la escuela, como ya se mencionó anteriormente, el aprendizaje no es dirigido o planificado por un currículo o programa prestablecido, ni es tampoco liderado por un adulto. Por el contrario, en el “unschooling”, es el niño quien guía el aprendizaje a través de sus intereses, y el adulto asume un rol de observador y acompañante, profundizando cuando es oportuno, y brindando herramientas y recursos cuando el niño demuestra quererlas.  El adulto no “provoca” ningún aprendizaje, ni “propone” actividades si no hay un interés previo relacionado a ellas. Su rol es proporcionar espacios, materiales y recursos para que sea el niño, a través de su exploración autónoma de los mismos, quien descubra qué le interesa y qué quiere aprender o desarrollar en torno a este interés.

A raíz de ello, los aprendizajes que se observan en los niños desescolarizados suelen ser “asíncronos” al ser comparados con el currículo establecido para su edad. Catalina, en el ejemplo anterior, está explorando e investigando algunos temas con los que quizás no tendría contacto de la misma manera y con la misma profundidad en una escuela, a sus 5 años. Y, sin embargo, no ha demostrado aun interés en leer por sí sola, aprendizaje que, quizás, ya hubiese sido “forzado” en el colegio. Si continuamos en el paradigma de solamente “validar” un aprendizaje porque está incluido en el currículo para la edad del niño, pues posiblemente en la mayoría de casos caeríamos en la falacia de concluir que estos niños efectivamente “no están aprendiendo lo que les corresponde”. Bajo esta lógica, estaríamos otorgando un valor “mayor” o “menor” a uno u otro aprendizaje basándonos, principalmente, en lo que consideramos más o menos útil, más o menos “oportuno”. Pero ¿es realmente menos valioso que niños de 7 y 8 años utilicen algoritmos y el método científico (sin saberlo) para resolver un problema de diseño que, por ejemplo, sumar fracciones? ¿O que una niña de 5 años formule hipótesis sobre la duración del día y años en otros planetas a que logre escribir sus primeras palabras de manera independiente?

Los padres de estos niños, y los adultos que acompañan su aprendizaje no lo consideran así. Están convencidos que el valor de sus aprendizajes yace en que se dan por el deseo e interés del niño mismo. Y saben que quizás, al llegar a los 16 o 17 años, estos aprendizajes serán más o menos en cantidad, o mayores o menores en profundidad, o totalmente distintos a lo que pueda decir el currículo. Pero serán significativos. Además, la experiencia vivida les permitirá descubrir por sí mismos lo que realmente quieren hacer, hacerse cargo de ello, mantener el entusiasmo y el deseo de seguir aprendiendo, y definir su propio camino en la vida. Peter Gray y Gina Riley, posiblemente los investigadores que más exhaustivamente han explorado el “unschooling”, coinciden en su investigación[1] sobre los retos y beneficios de la desescolarización, que entre los beneficios las familias reportan una mayor “capacidad”, interés y actitud hacia el aprendizaje, mayor sensación de bienestar emocional en los niños, y mayor independencia para la familia. Y los adultos que formaron parte de su estudio posterior[2], quienes fueron desescolarizados al menos en parte de su etapa “escolar”, reportaron además que esta opción educativa les permitió desarrollar capacidades de automotivación, autodirección y responsabilidad.

Quizás lo que queda “en el aire”, y que de alguna manera sustenta la mayor crítica a esta opción educativa, es la incertidumbre sobre la posibilidad de trayectoria educativa posterior a la etapa escolar, y las oportunidades futuras de índole académica- y laborales- disponibles para estos niños. Y acá nuevamente vale recoger parte de la investigación de Gray y Riley[3] sobre la trayectoria de adultos que fueron desescolarizados en algún momento de su vida, y también testimonios de quien lidera una de las pocas propuestas de aprendizaje autónomo en comunidad que existen en nuestro país. En el estudio de Gray y Riley, el 83% de participantes había seguido algún tipo de educación superior formal, sea en institutos técnicos o universidades. El 44% había completado o estaba estudiando una carrera universitaria – siendo especialmente interesante el hallazgo de que la probabilidad de seguir una carrera universitaria se incrementaba ligeramente mientras más años fueron desescolarizados. Las universidades donde estudiaron los participantes incluyen algunas de las más prestigiosas de los Estados Unidos, como UCLA, Cornell y Mount Holyoke. Además, reportaron que durante su experiencia universitaria la mayoría fueron estudiantes con logros académicos excepcionales, percibiendo incluso que se encontraban “en ventaja académica” respecto a sus compañeros, principalmente por su capacidad de auto dirección, y por haber sido una decisión propia la de ir a la universidad.  En nuestro país, de acuerdo al testimonio de Leonardo Barbuy, fundador y director de Mares[4], las trayectorias de aquellos adolescentes que fueron desescolarizados y participaron de este espacio de aprendizaje autónomo en comunidad, son diversas, e incluyen estudiantes que destacan en las más reconocidas universidades del país, así como egresados destacados de espacios de formación artística profesional, y jóvenes que optaron por emprender proyectos propios que venían gestándose desde su adolescencia.

En este momento donde la educación pública es continuamente cuestionada, donde los resultados difícilmente mejoran a pesar de los grandes esfuerzos que se hacen año tras año, y si lo hacen no es de manera homogénea para todos nuestros niños, quizás lo que toca es darse un momento para girar 180 grados. Cuestionar aspectos que considerábamos inamovibles, y tener la apertura para observar opciones educativas como esta. No para adoptarla, no para escalarla, no para imitarla. Pero sí para reconocer su existencia y su valor, para investigarla de manera más cercana, para establecer procesos de diálogo y abrir la posibilidad de que nuestra educación pública puede enriquecerse de ello de diversas maneras.

Lima, 9 de diciembre de 2020

NOTAS 

[1] GRAY, Peter y Riley, Gina (diciembre 2013). THE CHALLENGES AND BENEFITS OF UNSCHOOLING, ACCORDING TO 232 FAMILIES WHO HAVE CHOSEN THAT ROUTE. Journal of Unschooling and Alternative Learning 2013, Vol.7 Issue 13.
[2] GRAY, Peter y Riley, Gina (2015). Grown unschoolers´ evaluations of their unschooling experiences: report 1 on a survey of 75 unschooled adults. Other Education: The Journal of Educational Alternatives, ISSN 2049-2162 Volume 4 Issue 2. Pp 8-32. City University of New York (CUNY), CUNY Academic Works.
[3] GRAY, Peter y Riley, Gina (2015). GROWN UNSCHOOLERS´ EVALUATIONS OF THEIR UNSCHOOLING EXPERIENCES: REPORT 1 ON A SURVEY OF 75 UNSCHOOLED ADULTS. Other Education: The Journal of Educational Alternatives, ISSN 2049-2162 Volume 4 Issue 2. Pp 8-32. City University of New York (CUNY), CUNY Academic Works.
[4] Mares es una propuesta que desde el 2012 se dedica a la investigación y práctica en procesos de crianza y acompañamiento sobre aprendizaje y desarrollo autónomo. Dentro de sus programas está la Propuesta Integral, espacio de acompañamiento a niños y niñas que no asisten a la escuela convencional.  

Karina Sarrio Ugarte
Karina Sarrio Ugarte- Arquitecta con Maestría en Educación. He participado y liderado distintos proyectos educativos enfocados en ciudadanía intercultural y habilidades de resolución de conflictos, entre ellos el Proyecto PÁZala - Fomentando la Paz desde la Educación Intercultural, desarrollado desde el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) durante el 2015, ganador de los Peace Projects Grants de The Journalists and Writers Foundation (JWF) 2014. Actualmente me especializo en la investigación, evaluación, diseño, planificación, promoción y gestión de espacios educativos y para la niñez en general. He trabajado como consultora en dicho ámbito para distintas direcciones del MINEDU y PRONIED, y también como profesional independiente.