Desde hace muchos años, en el Perú, la educación de niños con altas capacidades sigue siendo un desafío en muchos centros educativos, tanto públicos como privados. A pesar de los avances en la identificación y apoyo de estos estudiantes, persisten prácticas inadecuadas que afectan negativamente su desarrollo y bienestar. Es por ello que resulta esencial abordar y denunciar estas malas praxis para reconocerlas, analizar sus implicaciones y consecuencias en los estudiantes afectados, y señalar las alternativas para garantizar una educación inclusiva y de calidad para todos los niños.
Entre las principales malas prácticas en la atención educativa de estudiantes con altas capacidades, tenemos por ejemplo la falta de atención diferenciada y personalizada, la obstaculización de la participación de estos estudiantes en espacios extracurriculares fuera de la escuela, e inclusive, el condicionamiento de notas académicas si es que estos estudiantes asisten a dichos programas.
En primer lugar, respecto a la falta de atención diferenciada y personalizada, muchos colegios privados e instituciones educativas públicas no identifican las altas capacidades ni proporcionan un enfoque educativo diferenciado para estos niños que estimule sus habilidades e intereses, por lo que su única alternativa es acudir a programas adaptados que estimulen su intelecto y creatividad fuera del ámbito escolar.
Es más, algunas instituciones educativas cuestionan las capacidades de los niños o la pertinencia de los diagnósticos que sus padres les presentan para excusarse en no dar esa respuesta que necesitan. Por el contrario, les obligan a seguir el mismo currículo y estructura que sus compañeros, lo que puede llevarles al aburrimiento, desmotivación y, en casos extremos, a problemas emocionales y de conducta a mediano plazo, y problemas más serios al largo plazo si se persiste en esta negligencia pedagógica.
En segundo lugar, las instituciones educativas generan obstáculos para participar en programas extracurriculares. Algunos colegios no facilitan la participación de estos niños en programas extracurriculares específicos para altas capacidades. Esto incluye dificultades para ajustar horarios y falta de apoyo logístico. Otros no reconocen los permisos solicitados por los programas o se niegan a admitir en sus instalaciones a los docentes evaluadores de esos programas, que buscan estudiantes con altas capacidades para ofrecerles estos servicios. Estas situaciones privan a los estudiantes más capaces de oportunidades esenciales para su desarrollo integral y crecimiento personal.
En tercer lugar, algunas instituciones educativas condicionan las notas de sus estudiantes con altas capacidades matriculados que optan por asistir a los pocos programas de altas capacidades extracurriculares que existen. Sus argumentos varían entre que esas horas adicionales son “contraproducentes” para ellos; que afectan su horario escolar en el caso en que su participación se cruce con las horas académicas; o que son instituciones educativas autónomas y tienen sus propios reglamentos, y son los estudiantes y sus padres los que tienen que adaptarse a ellos. Estas prácticas coercitivas no solo son inapropiadas, sino que también contravienen los principios básicos de una educación inclusiva y equitativa.
A continuación, daremos algunas recomendaciones sobre lo que SÍ deben hacer los colegios públicos o privados respecto a sus estudiantes con presunción de altas capacidades:
Primero. Implementar programas educativos diferenciados: Las escuelas deben desarrollar e implementar programas educativos que se adapten a las necesidades específicas de los estudiantes con altas capacidades. Esto puede incluir currículos acelerados, proyectos de investigación, tutorías especializadas y oportunidades para el desarrollo del pensamiento crítico y creativo.
Segundo. Deben facilitar la participación de ellos en programas extracurriculares: Es crucial que las escuelas apoyen la participación de estos niños en programas extracurriculares diseñados para altas capacidades. Esto incluye ajustes en los horarios escolares y la provisión de transporte si es necesario.
Tercero. Formación y sensibilización del personal educativo: Los docentes y el personal educativo deben recibir formación continua sobre cómo identificar y apoyar a estudiantes con altas capacidades. La sensibilización y el conocimiento son fundamentales para crear un ambiente educativo inclusivo, motivador y enriquecido para todos los estudiantes.
Cuarto. Promover una comunicación abierta con las familias: Las escuelas deben mantener una comunicación abierta y constante con las familias de los estudiantes con altas capacidades. La colaboración entre padres y educadores es esencial para diseñar estrategias efectivas de apoyo y seguimiento del progreso del estudiante.
Por último, señalaremos lo que no deben hacer las escuelas respecto a los estudiantes con altas capacidades matriculados en ellas:
Primero. Cuestionar los diagnósticos que presentan los padres de familia o terceros, o peor aún, cuestionar las capacidades de los propios estudiantes con presunción de altas capacidades, ridiculizándolos frente a sus compañeros. Este tipo de prácticas no solo invisibiliza a los estudiantes, sino que los pone en una situación más vulnerable frente al acoso y exclusión escolar.
Segundo. Imponer un currículo uniforme: Obligar a los estudiantes con altas capacidades a seguir el mismo currículo que el resto de sus compañeros es contraproducente y puede limitar su desarrollo intelectual y emocional.
Tercero. Prohibir o desalentar la participación de los estudiantes con diagnóstico o presunción de altas capacidades en programas de altas capacidades: Cualquier práctica que impida o desmotive a los estudiantes de participar en programas extracurriculares diseñados para ellos debe ser erradicada y denunciada ante las autoridades competentes. Estos programas son vitales para su desarrollo integral.
Cuarto. Condicionar las notas académicas: Las calificaciones de los estudiantes no deben ser utilizadas como herramienta de coerción para controlar su participación en programas de altas capacidades. Esta práctica es antiética y perjudicial para el bienestar del estudiante.
Quinto: Negar el acceso de profesionales de los programas de altas capacidades para identificar a posibles estudiantes con altas capacidades, negar su competencia diagnóstica o cuestionar sus informes o solicitudes en favor de los estudiantes. Ya es muy malo que las instituciones educativas no se involucren en las necesidades de sus estudiantes, pero es peor que cierren la puerta a quienes podrían cambiarles la actitud a ellos, capacitarlos y orientarlos hacia el aprovechamiento de las altas capacidades de sus estudiantes matriculados.
Para concluir, es imperativo que tanto las escuelas públicas como privadas adopten políticas y prácticas inclusivas que reconozcan y apoyen las necesidades de los estudiantes con altas capacidades. La educación diferenciada y el acceso a programas extracurriculares específicos no son privilegios, sino derechos que deben ser garantizados para el desarrollo pleno de estos niños. La denuncia y corrección de las malas praxis en las instituciones educativas es un paso esencial hacia una educación más justa y equitativa para todos.
Lima, julio de 2024