Otro inédito año escolar

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EDITORIAL

El 15 de marzo se dio inicio al año escolar 2021, en medio de un escenario complejo y difícil, inédito en realidad. La pandemia no retrocede, por el contrario, una segunda ola de contagios mucho más agresiva que la anterior, está cobrando más vidas y a mayor velocidad, ahora sin respetar edades. Otra vez estamos con los hospitales saturados. El sector productivo, muy afectado por esta crisis sanitaria, presiona para relajar medidas y volver a funcionar con total normalidad, argumentando que son suficientes los protocolos. Protocolos a los cuales, en verdad, nadie hace caso. Porque, esta es la otra realidad, un sector de la sociedad sigue ignorando el riesgo y las reglas básicas de cuidado, minimizando la pandemia.

De otro lado, la campaña electoral creció en intensidad y los postulantes elevaron el tono contra el Estado, aprovechando el malestar ciudadano para maximizar su disgusto y reforzar la idea de que nunca nada se hace bien -ni en la educación ni en la salud- y que solo el susodicho candidato sabrá hacer todo mejor. Con lo que cuesta avanzar un centímetro y lo fácil que resulta retroceder un kilómetro, con lo fácil que resulta gobernar dándole gusto a la tribuna, así pida quemar vivo al ladrón, disculpar una violación culpando a la víctima, perdonar las multas de tránsito o crucificar al mesías porque les crispa su mensaje, el panorama para la educación a partir del 28 de julio es por lo menos incierto.

De otro lado, según ha informado el propio ministro, de los más de 90,000 Centros Poblados en el país, solo 35,754 de ellos cuentan con cobertura de Internet móvil, y un 12% de la población estudiantil, que representan más de un millón de estudiantes, no cuenta con Tablet, PC, TV o radio que les permita acceder a estrategias pedagógicas a distancia. No son datos nuevos, desde el año pasado sabíamos que afrontábamos la educación remota en desiguales condiciones, y en 10 meses es imposible corregir desigualdades que arrastramos por décadas. Pero eso significa que los docentes deberán sostener un año más de educación no presencial y redoblar esfuerzos para hacerlo mejor que el año anterior.

Lamentablemente, los seres humanos somos especialistas en el arte de tropezar de nuevo con la misma piedra, por lo que necesitamos estar sumamente alertas para no cometer los mismos errores. No perdamos de vista que los estudiantes, su salud emocional y sus aprendizajes, están por encima de plazos, prisas y formatos. No dejemos que la fría y rutinaria maquinaria del sistema imponga el ritmo y el tono de la educación que millones de niños, niñas y adolescentes deben recibir. La melodía de nuestros esfuerzos no puede ser la misma en todo el país, si con algo necesitamos armonizar es con sus necesidades y las necesidades estos chicos y chicas no son iguales, nunca lo fueron, hoy menos que nunca.

Empezamos este año escolar con una evaluación diagnóstica. Una medida justa y necesaria, pero difícil, porque desnuda nuestra débil comprensión de un currículo que apuesta por aprendizajes reflexivos, no memorísticos ni repetitivos. Y porque nos reta a distribuir nuestros esfuerzos pedagógicos a lo largo del año no de la misma manera, sino a la medida de las distintas necesidades detectadas en cada aula. No hay costumbre de hacer eso, pero hay que hacerlo, para que no llueva sobre mojado, empeorando la situación de aquellos que tuvieron mayores dificultades para aprovechar el año escolar en el 2020 y que no soportarán un segundo año en que sus escuelas no se hagan cargo de sus necesidades.

Recordemos que no se trata de “recuperar” lo no aprendido el año pasado, saturando a los estudiantes de actividades, sobredimensionando nuestras expectativas de logro en cada sesión, corriendo a toda prisa para dar la máxima cobertura posible al programa curricular del grado, presionándolos para la entrega de trabajos, de muchos trabajos, porque esa es la mejor manera de construir una apariencia de avance sacrificando los aprendizajes, los aprendizajes profundos, los que requieren reflexión y autonomía y que, por lo tanto, necesitan tiempo, los que estas generaciones requieren y a los que tienen pleno derecho. Tampoco se trate de invertir la mitad de nuestro tiempo en llenar informes y formatos que nadie leerá. Los sistemas administrativos suelen ser fríos e implacables, pero necesitamos todos -educadores, gestores, administradores- entender que las organizaciones están al servicio de los propósitos que son su razón de ser y no al revés.

Confiemos en que este 2021 sepamos aprovechar del mejor modo posible las durísimas lecciones que nos ha dejado hasta ahora un primer año de pandemia.

Lima, 05 de abril de 2021