Pablo Zoido / BID
Muchas veces pensamos que las matemáticas hay que aprenderlas de memoria. Que hay que recordar fórmulas, aplicar una serie de reglas y así llegar… ¡automáticamente! a la respuesta correcta. No sólo eso, sino que mientras más rápido lleguemos a ella, mejor. Y no somos los únicos con esta percepción, los datos de las pruebas PISA de la OECD en el año 2012 demuestran que muchos de los estudiantes de América Latina y el Caribe piensan en las matemáticas de esta manera. Pero, ¿qué pasaría si en vez de simplemente hacer matemáticas, pensamos de forma matemática?
De acuerdo a los resultados de PISA 2012, un 30% de los estudiantes brasileños describieron su forma de aprender matemáticas como: “me aprendo de memoria todo lo que puedo”. En el resto de países de la región que participaron tales como México, Perú, Colombia, Costa Rica, Chile y Uruguay, alrededor de un 22% de estudiantes hicieron lo mismo. Particularmente en Uruguay y en Chile, los estudiantes que participaron en la prueba informaron que cuando aprenden matemáticas, “utilizan a menudo estrategias que involucran la memorización”.
En general, el desempeño matemático en estas pruebas suele ser más bajo para aquellas alumnas y alumnos que a menudo utilizan estrategias de memorización. Los alumnos con mejores resultados en los países que participan son aquellos que empiezan pensando qué es lo que necesitan aprender, los que relacionan lo que ya han aprendido con los problemas que están intentando resolver, y los que reflexionan sobre diferentes conceptos y tratan de combinarlos al enfrentarse a un problema nuevo. ¿Qué tienen en común estos alumnos? Precisamente lo que caracteriza a los matemáticos profesionales y a todos aquellos que usan las matemáticas en el trabajo o la vida cotidiana. Es decir, que reflexionan, piensan, y no se apresuran a aplicar una regla o fórmula de la que se pueden acordar correctamente, o no.
Grandes matemáticos como Laurent Schwartz, quien ganó en 1950 la medalla “Fields”, conocida como el mayor honor alcanzable para un matemático y muchos otros, han confesado su poca capacidad para realizar cálculos mentales rápidos. Otros, han destacado la necesidad de pensar largo y tendido sobre problemas matemáticos, probando soluciones que no funcionan en un principio pero que pueden ir mostrando el camino a seguir para resolver el problema en cuestión.
Hoy en día, educadores de matemáticas, como la Profesora Jo Boaler de la Universidad de Stanford, están trabajando duro para desarrollar materiales, tareas, y estrategias para que estudiantes y profesores de matemática puedan usar su creatividad, pensamiento crítico, y capacidad para aprender a pensar de forma matemática. De esta manera, los estudiantes entienden que los problemas o planteamientos pueden tener varias respuestas correctas; o que existen siempre varias estrategias para llegar a la respuesta correcta, y de esta manera reflexionar sobre las diferentes estrategias que pueden existir para encontrar esas respuestas correctas. Estas nuevas estrategias no descartan del todo el uso de la memorización, sino que buscan explorar las distintas formas de aprender para equipar a niños y jóvenes con un kit de “herramientas matemáticas” que pueden usar de acuerdo al problema que estén tratando resolver.
Todos estos avances en la enseñanza de las matemáticas están respaldados por nuevos descubrimientos en neurociencia que demuestran que aprendemos más y mejor a través de la reflexión, la práctica, el esfuerzo y la experiencia. PISA 2012 reveló que queda mucho trabajo que hacer, pero también que es posible aprender en contextos muy diferentes y que todos los alumnos, incluso aquellos en condiciones complejas y vulnerables, pueden aprender más y mejorar sus capacidades matemáticas.
Un buen primer paso es promover el desarrollo de habilidades y razonamiento matemático desde una edad muy temprana. La publicación “Todos los niños cuentan” del BID contiene las lecciones aprendidas en enseñanza temprana de matemáticas y ciencias en diversos países de América Latina y el Caribe. Comenzando desde los más pequeños y llegando hasta los adultos. Si cambiamos nuestro enfoque y nuestra actitud hacia las matemáticas podremos lograr que todas las niñas y niños, chicos y chicas de la región alcancen los aprendizajes que necesitan para potenciar las áreas que prometen mayor empleabilidad en el futuro, como las ciencias y la tecnología. ¿Qué dices, te sumas?
Fuente: BID Enfoque Educación / Noviembre 03 de 2016