Plagios y coyuntura política

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Carlos García Bedoya / Pensar San Marcos

La coyuntura nos acaba de proporcionar una invalorable ocasión para graficar con claridad la importancia que adquiere el debate sobre la problemática universitaria, no solamente para San Marcos o para la comunidad universitaria nacional, sino en verdad para todo el país. La información ya circula ampliamente en todos los medios: un candidato a la presidencia de la república ha sido denunciado, todo indica que en base a evidencias muy sólidas, por haber plagiado nada menos que su tesis doctoral. Las consecuencias pueden ser devastadoras: no sólo podría ser despojado del grado de doctor, sino que corre el serio riesgo de perder toda opción electoral, ya sea por anulación de su candidatura o por desprestigio ante los electores; y, además, lo que quizá le resultaría más gravoso, podría afectar seriamente su pingüe negocio “educativo”.

Tal hecho, que configura el mayor crimen intelectual, habría ocurrido en una muy prestigiosa universidad del primer mundo, la Universidad Complutense de Madrid. Da terror pensar en lo que puede estar ocurriendo en nuestras universidades peruanas: universidades públicas abandonadas y en extremo deterioro, universidades privadas con fines de lucro (pero increíblemente exoneradas de impuestos) que ni siquiera cuentan con catedráticos nombrados, pero que reparten grados a diestra y siniestra, incluso de Doctor. Con toda certeza, nuestra antigüedad no nos exonera de esos problemas: baste apuntar que nuestra universidad no cuenta con un reglamento que sancione una acción tan grave y repudiable como el plagio. ¿Existirán tesis sanmarquinas plagiadas?

Me temo que sí. Todos conocemos casos de plagio cometidos por alumnos e incluso, tristemente, por profesores. Muchos hemos tenido que lidiar con trabajos plagiados a nivel de pre y posgrado. En cuanto a tesis, se conoce de extraños casos en que docentes que detentaban altos cargos en nuestra universidad sustentaron sus tesis de doctorado mientras desempeñaban funciones que exigían una dedicación total, así como el de algún docente que colecciona doctorados conseguidos con singular facilidad. Quienes hemos obtenido un doctorado en base a nuestro esfuerzo intelectual, sabemos de los desvelos y dedicación constante que ello demanda. Quizá sería interesante que alguien se anime a revisar esas tesis; no resultaría extraño que en algunas de ellas se detecte plagio.

Todos además sabemos que en San Marcos (¡la primera universidad pública del país!) florece el negocio de individuos que se dedican a elaborar por encargo trabajos y tesis; probablemente son mercenarios de esa calaña quienes incurren en esos inaprensivos plagios. ¿Quizá sus clientes deberían demandarlos por no cumplir bien su tarea?

El tema puntual del plagio, uno de los múltiples males que aqueja a la universidad peruana, tiene pues insólitas repercusiones, que llegan hasta las más altas esferas políticas. Ello ha ocurrido, para nuestro consuelo, incluso en países del primer mundo, con el costo de la frustración de algunas promisorias carreras políticas.Al debatir problemas universitarios, no estamos pues discutiendo meramente asuntos de interés doméstico. Tenemos una gran responsabilidad ante el país: de nosotros depende la transformación de la universidad peruana, con un norte de calidad, y con la obligación, sobre todo las universidades públicas, de contribuir a la construcción de un país mejor.

Cuando tengamos, muy pronto espero, que tomar decisiones transcendentes, no lo hagamos pensando en nuestra pequeña conveniencia personal o en mezquinos intereses de grupo, sino en las altas responsabilidades que tenemos con nuestra universidad, con la educación pública y con el país. Sólo San Marcos, con su poderoso capital simbólico y con la reserva moral que todavía representan la mayoría de sus profesores y estudiantes, honrando su tradición histórica, puede liderar el proceso de cambio de la educación superior que el país requiere con urgencia para emprender un camino hacia la equidad y el bienestar para todos los peruanos. Esa es la magnitud de nuestra tarea, ese el desafío que debemos enfrentar.

Fuente: Pensar San Marcos / Lima, 28 de enero de 2016