Edición 2

¿Podemos mejorar aprendizajes sin abordar el currículo?

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Luis Guerrero Ortiz

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¿Qué tan importante es el currículo escolar para una política de mejora de los aprendizajes? La pregunta no es irrelevante y la respuesta tampoco cae por su propio peso. El tema curricular, en razón de su inevitable complejidad, puede hacernos retroceder a veces e inducirnos a pasarlo por alto, enfocándonos con sentido pragmático en los mecanismos e instrumentos de apoyo a los maestros y escuelas. La cuestión es si saltándose este factor es razonablemente posible esperar mejoras en el desempeño de los profesores y en los resultados de aprendizaje. No voy a dar mi opinión personal, sino a trasladar esta interrogante al terreno de las investigaciones más importantes de los últimos diez años en el campo de la mejora escolar.

El famoso estudio de McKinsey & Company, efectuado por Michael Barber y Mona Mourshed, publicado el 2007 bajo el título Cómo hicieron los sistemas educativos con mejor desempeño del mundo para alcanzar sus objetivos, sostiene con suma claridad que no se encontró un solo sistema educativo en el mundo que haya sido transformado sin contar con un liderazgo sostenido, comprometido y talentoso, tanto a nivel de sistema como de escuela, sin financiamiento equitativo para todas las escuelas, sin un buen currículo y sin mecanismos efectivos para hacer que se cumplan. Según esta investigación, que evaluó 22 sistemas educativos, «todos los sistemas con alto desempeño y rápida mejora cuentan con planes de estudios que fijan expectativas claras y altas con relación a lo que los alumnos deben lograr». En otras palabras, el estudio identifica un repertorio preciso de factores clave y el currículo cuenta entre ellos.

Más aún, Barber y Mourshed identificaron como un primer paso ineludible para afrontar el desafío de contar con maestros efectivos en las aulas, el definir qué es una buena enseñanza. Esa definición, que en palabras de los autores consiste en elaborar el currículo y los aspectos pedagógicos asociados, a la vez «es difícil y controvertida desde una óptica educacional». A pesar de todo, sin esta previa definición no es posible dar el siguiente paso, bastante más complejo todavía desde el punto de vista de la gestión: «suministrar a miles de docentes (en algunos casos, cientos de miles) la capacidad y los conocimientos necesarios para brindar en forma confiable la instrucción deseada, todos los días, en miles de escuelas, en circunstancias que difieren notablemente de un aula a la otra, y todo ello con muy poca supervisión».

No parece posible, entonces, eludir abordar el currículo como factor. Si la evidencia dice que se requiere un currículo que facilite la enseñanza en las escuelas, recordemos que el currículo escolar vigente en el Perú, el llamado Diseño Curricular Nacional, no cumple esa condición. No sólo porque los maestros no pueden enseñarlo a cabalidad por su gran número de demandas, sino porque dejó de ser una fuente de “expectativas claras y altas con relación a lo que los alumnos deben lograr” por la ambigüedad de sus formulaciones.

McKinsey & Company publica el 2012 una segunda investigación que recoge el punto de vista de 200 líderes de 20 sistemas educativos de distintos continentes [Cómo continúan mejorando los sistemas educativos de mayor progreso en el mundo]. Allí, Mourshed, Barber y Chijioke, los autores, sostienen que para determinar el conjunto de intervenciones necesarias para realizar mejoras en los resultados de los alumnos, así como efectuar sus adaptaciones locales, hay un paso previo indispensable: identificar el estado actual del sistema educativo. Pues bien, un cuadro central del paisaje inicial del sistema escolar en el Perú muestra un currículo que, según todas las evidencias, no se usa, se usa poco o se usa mal.

Javier Murillo coordinó un estudio efectuado en 9 países que fue publicado el 2007 [Investigación iberoamericana sobre eficacia escolar], donde ratifica algo que debería ser obvio para todos: no hay enseñanza eficaz posible sin un buen manejo del currículo escolar y sin un currículo con un grado básico de calidad, es decir, cuyo enfoque sea sumamente claro para el docente y cuyos contenidos exhiban coordinación y secuenciación de metas, así como correspondencia entre niveles.

Naturalmente, no es el único supuesto de una enseñanza efectiva y el estudio presenta un conjunto de factores que –sólo a nivel de aula- pasan por la metodología del docente, la gestión que hace del tiempo, el clima que es capaz de generar, las expectativas que deposita en sus estudiantes, el nivel de compromiso con su tarea, el manejo de los recursos disponibles y su habilidad para involucrar a las familias, entre otros.

El propio Murillo sostendrá, a partir de los hallazgos de una investigación posterior efectuada en varios países latinoamericanos [Mejora de la eficacia escolar en Iberoamérica], que la mejora de los resultados en las escuelas dependerá de la combinación de factores externos e internos. Como factores externos señala la presión que se pueda ejercer desde las instancias responsables de la gestión del sistema, los recursos que se ponga a disposición de las escuelas y la claridad de los objetivos a lograr. Como factores internos, a nivel institucional, menciona entre otros la orientación hacia los resultados, la existencia de altas expectativas en los estudiantes, una buena gestión del tiempo y, cómo no, la calidad del currículo.

Por último, una de las primeras recomendaciones de política del estudio sobre «Factores asociados al logro cognitivo de los estudiantes de América Latina y el Caribe», efectuado en el marco del Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo (SERCE) y publicado por el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación el 2010, plantea la necesidad de «revisar el currículo prescrito e implementado, para determinar si los bajos logros se deben a la baja exigencia del currículo, al manejo inapropiado de los contenidos y su pedagogía por parte de los docentes, o a la falta de relevancia y pertinencia del currículo».

Reyes Hernández-Castilla, Cynthia Martínez-Garrido y el propio Javier Murillo dieron cuenta el 2013 de los resultados de una investigación sobre Factores de ineficacia Escolar en Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, España, Panamá, Perú y Venezuela. El estudio identificó siete áreas clave donde las malas prácticas podían interferir con los esfuerzos de mejora de las escuelas. Uno de los malos hábitos en el ámbito de los procesos de enseñanza, señala el estudio, es una enseñanza reproductiva y memorística, que no motiva a los estudiantes e ignora sus diferencias. Afirma asimismo que «para que la escuela quiebre es suficiente que falle gravemente uno de los factores», así en los demás las cosas marchen mejor.

Pues bien, es justamente ese tipo de prácticas la que se propusieron superar los procesos de reforma curricular en el Perú desde hace 18 años, planteando a los docentes y al sistema escolar en su conjunto reorientar la enseñanza al desarrollo de competencias. El Diseño Curricular Nacional también lo intentó sin éxito, no sólo por sus fallas internas sino también por no plantearse en el contexto de una política amplia e incisiva de mejora de los aprendizajes, como la que se deduce de los seis estudios citados. El resultado es que en nuestras escuelas, salvo notables excepciones, sigue predominando una enseñanza reproductiva y memorística.

Ciertamente, en cualquier país del mundo todo proceso de reformulación o producción curricular, como señala el primer informe de McKinsey & Company, es siempre complejo, difícil e inevitablemente controversial. Más aun cuando se plantea el desafío, aprendiendo las lecciones de la historia, de trazar una ruta legible y efectiva para asegurar su cumplimiento. No obstante, sin abordar este factor –sobre todo cuando está plenamente identificado como una de las barreras al logro de los aprendizajes- no podemos pasar a diseñar políticas de mejora de sus resultados con esperanzas de éxito. Al país no le basta ver a un Estado que se mueve rápidamente con una diversidad de iniciativas visibles en esa dirección. Lo que espera es que funcionen y que se produzcan un impacto sostenible más allá de un periodo gubernamental.

Artículo: Luis Guerrero Ortiz
Fecha: Lima, 01 de setiembre de 2014
Fotografía (c) Danilo Urbina

Luis Guerrero Ortiz
Docente, graduado en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), con estudios completos de maestría en Política Educativa en la Universidad Alberto Hurtado de Chile, y posgrados en Terapia Familiar Sistémica (IFASIL), Periodismo Narrativo y Escritura Creativa (Escuela de Periodismo Portátil de Buenos Aires). Ha sido profesor principal en el Instituto para la Calidad de la PUCP y consultor de UNESCO en políticas de formación docente. Socio fundador de ENACCION y de Foro Educativo. Ha sido consultor de GRADE (Proyecto FORGE) y asesor pedagógico en el Ministerio de Educación (Despacho del Ministro) entre el 2001-2002 y el 2010-2013. Ha sido asesor en la Oficina de Educación de UNICEF y el Consejo Nacional de Educación; profesor principal de la Escuela de Directores y Gestión Educativa de IPAE; ha sido docente de posgrado en la Universidad Católica y en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Es miembro del Consejo Consultivo de Enseña Perú. Escribe ficción en su blog El río de Parménides.