Patricia Salas O´Brien | EDUCACCIÓN
Para pensar en políticas de desarrollo docente proponemos primero una reflexión que ayude a tomar posición respecto a un par de dilemas que viene atravesando la educación y, por supuesto la labor docente, veamos.
¿Cuál es nuestra principal preocupación, la formación integral de los estudiantes en los términos que se establece en el currículo o los logros respecto a pruebas estandarizadas?
¿Cómo percibimos al docente, como un profesional con capacidad de tomar decisiones desde su bagaje profesional para dar respuestas a situaciones complejas y contingentes o pensamos en profesionales operadores de instrumentos y procesos prediseñados?
Con frecuencia encontramos en las partes considerativas de los instrumentos de política, que se alude a la formación integral de los estudiantes y al docente como un profesional tomando decisiones pertinentes con autonomía en cada circunstancia. Sin embargo, cuando avanzamos en la parte operativa de esas políticas, nos topamos con el privilegio de la eficacia y la angustia por los resultados de las pruebas estandarizadas. Esto suele ir acompañado, en la parte docente, de propuestas desarticuladas, parciales y a veces, simplemente, aplicaciones mecanizadas y sobre controladas.
El resultado será siempre muy frustrante, pues las formas en que hacemos las cosas no corresponden al para qué o por qué las hacemos.
La propuesta es optar con claridad por la formación integral de nuestros estudiantes y una visión de un docente con capacidad de ejercicio autónomo de su profesión y su condición de sujeto en los procesos educativos.
Ello implica desde el inicio comprometerse, en primer lugar, a un estilo de gestión más articulado y con más confianza en interacción con los actores en el territorio. En segundo lugar, un conjunto de decisiones y medidas de política coherentes entre sí y encaminadas a generar procesos sostenidos y sostenibles, superando la tentación de centrarse en actividades vistosas, pero aisladas y con poca efectividad.
En clave de articulación, entonces, es muy importante plantear las políticas docentes que estén acompasadas con las políticas desplegadas para el aprendizaje, las propuestas curriculares, las estrategias de enseñanza–aprendizaje, de evaluación, de tratamiento a la desigualdad y la diversidad, entre otras. Las políticas así concebidas deben ser claramente comprendidas para poder plantear lo que ello implica en la práctica docente y deben ser lo suficientemente sostenidas que permitan disponer del tiempo necesario para modificar o fortalecer dichas prácticas en el conjunto del magisterio. No hay que olvidar que hablamos de cientos de miles de docentes a lo largo del territorio, en situaciones muy diversas y en muchos casos con altos niveles de rotación.
Desde estos supuestos, puede ser útil ver las políticas educativas por lo menos en dos niveles: desde aquello que eses necesario para la implementación del currículo en las aulas y desde el escenario de impulsar algún cambio en la dinámica educativa.
Desde las demandas del currículo
La revisión del currículo nos presenta una concepción de la educación que combina el desarrollo de competencias -que comprenden la formación integral y no solo cognitiva de los estudiantes- con la perspectiva de siete enfoques, que promueven un conjunto de valores en relación a la dignidad humana y normas de convivencia basadas en relaciones democráticas y libres de todo tipo de discriminación y violencia.
Todo ello implica no solo la renovación de los saberes docentes, sino también transformar prácticas de vida cotidianas dentro y fuera de la escuela y las formas en que se relacionan con los estudiantes. Esto es así porque lo propuesto en el currículo cuestiona la formación profesional y humana de los docentes, marcada por el ejercicio de una autoridad jerárquica, la obediencia acrítica y diversas formas de discriminación y violencia.
En tal sentido, una agenda de formación docente y en servicio tiene que ocuparse, por lo menos, de 5 dimensiones: los contenidos disciplinares, los fundamentos de los procesos de aprendizaje, una buena batería de recursos pedagógicos, estrategias para construir con los estudiantes vínculos basados en la confianza y la autoridad democrática; así como también el desarrollo humano de los docentes, un desarrollo que les permita conocerse a sí mismos, encontrar las rutas de su propia fortaleza socioemocional y de una renovación constante hacia formas de convivencia libres de autoritarismo, violencia o discriminación.
Una propuesta de esta naturaleza requiere medidas tanto en la formación inicial como en servicio y la garantía de su sostenibilidad en el tiempo con suficiente respaldo de recursos humanos, técnicos y financieros.
En términos prácticos se propone algunos programas y proyectos
- Un centro o instituto de investigación, que permita comprender y generar el conocimiento necesario, así como una masa crítica de expertos nacionales en diversos aspectos, útiles para mejorar la formación docente.
- Un programa nacional de Formadores de formadores, por lo menos en tres campos: docentes de Facultades de Educación e Institutos Pedagógicos; docentes para formación continua en áreas críticas establecidas y docentes formadores de acompañantes pedagógicos. Dicho programa ofrecerá certificaciones a nivel de posgrado (diplomados y maestrías). Esta certificación deberá constituirse en requisito para la contratación.
- Un programa nacional de Reforma de la formación inicial con los Institutos pedagógicos y Escuelas superiores y en convenio con Facultades de educación de las universidades, que incluya concluir su licenciamiento y promover su acreditación.
- Un programa nacional de formación de acompañantes pedagógicos para diferentes ciclos de la educación básica, especial y alternativa, ofreciendo certificación de posgrado. Esta certificación deberá constituirse en requisito para la contratación.
- Un programa multimodal de formación docente en servicio que brinde una amplia oferta al conjunto del magisterio a través de diversas modalidades desde cursos cortos sobre herramientas pedagógicas específicas, habilidades sociales, etapas del desarrollo de niños y adolescentes, etc. y otros cursos más estructurados, diplomados, maestrías, especializaciones etc. en modalidades presenciales, semi presenciales y virtuales.
Desde una propuesta de cambio
El proponerse una reforma educativa, la implementación de un nuevo currículo o simplemente una nueva estrategia orientada al aprendizaje de los estudiantes, tiene que llegar a las aulas y ello involucra necesariamente a los docentes.
Desde la perspectiva arriba planteada, la de confiar en las capacidades docentes para un ejercicio autónomo y creativo de la docencia, implica asumir que los maestros y maestras son actores del proceso y por esta razón, la primera pregunta que debemos hacernos es ¿por qué los docentes tienen que cambiar lo que hacen en sus aulas?, para luego plantearnos el cómo y con qué podrán realizarlo.
La pregunta es de gran relevancia, pues un motor crítico para el cambio es la voluntad de los actores y para ello tenemos que ocuparnos en forjar motivación y convicción. Luego hay que establecer las condiciones que hay que garantizar para que ello ocurra, así como las herramientas, recursos, procedimientos y, por supuesto, el monitoreo y la evaluación.
Para este efecto se sugiere algunos programas o proyectos en torno a generar motivación y convicción, el cómo se va a hacer y las condiciones para lograr el cambio
La motivación y convicción
Lograr que los docentes estén motivados y convencidos para comprometerse con los cambios se requiere, por lo menos:
- Estrategias de comunicación, divulgación y demostración que ayuden a comprender y forjar una visión conjunta del para qué de los cambios, mostrando los beneficios para los estudiantes y los fundamentos conceptuales que los sustentan; es lo mínimo que un profesional en ejercicio debe conocer para emprender un cambio con entusiasmo y convicción
- Garantizar incentivos para el desarrollo profesional, tales como una línea de carrera y condiciones remunerativas y de trabajo que reconozcan el esfuerzo y los logros de buenas prácticas y de implementación de innovaciones y reduzcan el estrés por sostener una vida digna, así como el desanimo por la tolerancia a conductas irresponsables o deshonestas.
- Oportunidades para desempeñarse en los otros campos de la carrera docente como son la gestión, la investigación, la capacitación, permitiendo salir del aula temporalmente o como tiempo extra a contra horario.
- Mecanismos de reconocimiento público, ampliar y mejorar mecanismo, como las palmas magisteriales en el grado de docente, premiación pública de buenas prácticas, otorgamiento de becas concursables, alianzas con gobiernos regionales y locales, así como con el sector privado para que tengas mecanismos de reconocimiento a sus docentes, en función de criterios comunes, etc.
- Mecanismos de supervisión y evaluación del desempeño, con objetivos formativos y de mejora continua, con criterios y reglas claras respecto a los que se quiere mejorar con esta política y procedimientos justos y transparentes, que le den confiabilidad.
El cómo se hace
Un cambio, además de fijar finalidades y objetivos claros, requiere de procedimientos coherentes, viables y sostenidos, los cuales deben ser pilotados y ampliamente divulgados. Debe también considerar los márgenes de flexibilidad necesarios para asumir tanto la diversidad como la contingencia y la creatividad en el despliegue de los docentes.
Las condiciones y recursos
Finalmente, toca garantizar los recursos con que contarán los docentes para implementar esos cambios, además de la garantía del financiamiento. Se debe considerar:
- La capacitación de los docentes, en línea con la de los formadores, acompañantes y especialistas pedagógicos de UGEL, Direcciones regionales y Ministerio de Educación, teniendo en cuenta lo desarrollado anteriormente, respecto a la formación en servicio.
- La dotación de infraestructura, equipamiento y materiales educativos articulados al currículo y las prioridades de política.
- Fortalecer las capacidades de gestión de instituciones educativas que permitan la organización y colaboración de las comunidades educativas, así como las orientaciones, seguimiento y clima institucional favorables.
- Liderazgo, en los distintos niveles del sistema desde el equipo directivo de la Institución, hasta el ministerio de educación. Un liderazgo que oriente permanentemente hacia las finalidades y objetivos de los cambios, que acompañe y que inspire permanentemente a los docentes, quienes deben sentir de manera creciente que lo que hacen tiene sentido, es respaldado y reconocido, en primer lugar, por sus propias autoridades y por el conjunto de la sociedad.
Una política docente es, pues, mucho más que un programa de capacitación, o que una ley de carrera o que una propuesta de evaluación. Es una palanca movilizadora de voluntades y capacidades de los miles de maestros y maestras como sujetos privilegiados del conjunto de políticas educativas que buscan garantizar el derecho humano a la educación.
Lima, 10 de mayo de 2021