Edición 59

¿Por qué no respetamos el aislamiento?

La pobreza, la informalidad, la presencia de familiares enfermos o que requieren cuidado, entre otros confluyen en la manera como procesamos el riesgo

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Alex Ríos Céspedes | EDUCACCIÓN

El #QuedateEnCasa es repetido constantemente desde el Presidente de la República hasta las personalidades del deporte y la farándula nacional e internacional. Posiblemente sea, la mayor campaña social que se conozca. Sin embargo, hasta el momento de escribir este reporte, se estimaban más de 50 mil detenidos. Muchos se preguntan, con cierta molestia, sobre las razones que llevan a muchas personas a desobedecer el aislamiento obligatorio a pesar de las multas y las penas de cárcel que existen al respecto. Para la mayoría de nosotros, es incomprensible, irracional, irresponsable. Varios sostienen que el gobierno debería ser más estricto. ¿Se trata de un problema de mayor información y conocimiento?

Aunque el Covid-19 es nuevo, el tema de cómo se procesa el riesgo no lo es para la Psicología. Desde muchos años atrás, los psicólogos se han preguntado por qué las personas fuman si produce cáncer, por qué no usan cinturón de seguridad al volante o por qué se maneja luego de beber alcohol. Basada en teoría de percepción del riesgo, durante las dos primeras semanas del aislamiento obligatorio, recogimos la opinión de personas que nos permita describir cómo perciben la pandemia y cómo evalúan el riesgo. A pesar de los sesgos de la muestra por ser voluntaria y a través de redes, vale mencionar algunos resultados:

1. No basta con estar informados. No se trataría de un problema de conocimiento de riesgos, sino cómo evaluamos el riesgo. 1 de cada 2 personas afirma que está bastante informado. Entre “bastante” y “medianamente” informado se llega a 97% de respuestas. Información existe y las personas la consumen ¿Entonces por qué nos comportamos con conductas de riesgo? Paul Slovic sostiene que la manera como procesamos el riesgo está gobernada por evaluaciones emocionales. En la misma línea, Gerald Wilde afirma que el comportamiento del riesgo no depende de la capacidad de la persona para estar seguro, sino en su deseo de estarlo.

2. Sensación de invulnerabilidad. Existe cierta percepción de inmunidad frente a la pandemia. Las personas creen que es poco probable contagiarse; que, si se contagian, no sería grave para la salud o que la recuperación podría ser relativamente fácil. La forma como evaluamos el riesgo está en función al control que tenemos sobre el riesgo. La psicología sostiene que, si el riesgo está bajo el control de la propia persona, nuestra evaluación subestima el riesgo. Es lo que ocurre con el consumo del tabaco y el cáncer. Dado que el riesgo depende de nuestra acción, nuestra evaluación reduce el efecto del riesgo. Algo similar ocurre con el coronavirus. Dado que evitar el contagio depende de nosotros mismos -por ejemplo, mantenerse en casa, usar mascarilla o lavarse las manos- entonces, subestimamos el riesgo. Cuando el riesgo no está bajo nuestro control, sobrestimamos el peligro. De allí que tengamos un mayor temor a las plantas nucleares o viajar en avión, a pesar que causen menos muerte que el tabaco o viajar en auto sin cinturón de seguridad.

Gerald Wilde también propuso la teoría de la homeostasis del riesgo, que sostiene que las personas tienen una especie de termostato del riesgo: La persona tiene un margen de comportamiento entre el riesgo percibido y el riesgo tolerado. Si percibo que he tomado medidas de protección, puedo compensar con comportamientos de mayor riesgo. Por ejemplo, si una persona compra un auto de chasis sólido, le instala una jaula de protección y compra un seguro de accidentes, posiblemente esa persona decida manejar con mayor temeridad o riesgo. Si una persona instala un antivirus en su computadora, arriesgará con mayor confianza a navegar por webs con mayor riesgo de troyanos o virus. La teoría es conocida como “teoría de la compensación” de la conducta entre el riesgo aceptado y el riesgo percibido. Si las personas usan mascarilla, se lavan las manos, si guardan su distancia social, si no se tocan los ojos, nariz y boca, entonces por qué no salir a la calle. Salir a la calle es compensado con una sensación de responsabilidad y cumplimiento de las medidas sugeridas.

3. Ausencia de casos. Al menos en la dos primeras semanas, las personas escuchaban que los casos se incrementaban, pero no afectaba el círculo cercano. Sólo 6% manifestó que conoce a alguien que ha tenido o tiene el coronavirus. No sólo se trata de un enemigo invisible, sino que crece sólo en estadísticas. Dado que no conozco casos de conocidos afectados, subestimo el riesgo. Con el tiempo, además sostiene Slovic, se pierde sensibilidad con los números. El reporte diario de personas que se contagian o fallecen son más estadísticas que seres humanos. Lo que puede ser peor es que ante la ausencia de casos, la percepción del riesgo se está trasladando del virus a los agentes de seguridad: el riesgo no es contagiado, sino se atrapado por la policía o militares.

4. Percepción sobre la necesidad del aislamiento. No todos están de acuerdo con el aislamiento y su carácter obligatorio. 6 de cada 10 personas considera que el aislamiento obligatorio es “totalmente necesario”. Un 8% sostiene que es “poco necesario” o es “innecesario” el aislamiento obligatorio.

5. Existen razones para salir. Las personas han restringido sus vidas de tipo social, deportiva y recreacional, pero salen recurrentemente para atender sus principales necesidades: alimentación (81%), comprar medicinas (46%) y pasear a la mascota (17%). En menor medida aparecen la de salir a trabajar y visitar a un familiar. La teoría psicológica sostiene que, si el riesgo está asociado a un determinado placer o satisfacción, nuestra evaluación subestima el riesgo. Salir a la calle no sólo está asociado a necesidades básicas, sino también a un alivio de la rutina, el encierro y la monotonía. Suficiente incentivo como para subestimar un riesgo que parece ausente y sobre el cual siento algo de invulnerabilidad.

Evidentemente, no todos evaluamos el riesgo de la misma manera. No todos procesamos emocionalmente la misma información y buena parte nuestras acciones dependen de otros factores sociales y económicos. La pobreza, la informalidad, la presencia de familiares enfermos o que requieren cuidado, entre otros confluyen con lo expuesto en la manera como procesamos el riesgo.

Desde lo expuesto, algunas posibles recomendaciones:

Mensajes sobre el control del riesgo. No sólo es “quedarse en casa”, también es “mejoremos nuestro servicio de salud”. La gran campaña masiva sobre la pandemia ha estado en aplanar la curva de contagios “estando en casa”. Poco se ha enfatizado sobre hacer crecer la curva de la capacidad de los servicios de salud. El segundo pone más el riesgo fuera del control ciudadano, lo que reduce la subestimación del riesgo. Si el riesgo sólo depende de usar mascarilla, lavarse las manos o quedarse en casa, vamos a subestimar el riesgo.

Mensajes para los no sintomáticos y no contagiados. En términos prácticos, ambos pueden considerarse como lo mismo. Los mensajes deben concentrarse no tanto en “ser contagiado”, sino en la posibilidad de ser un vector de “contagio”.  El riesgo no es ser contagiado, sino contagiar a los que más queremos.  No se trata de mi supuesta “invulnerabilidad”, sino de la vulnerabilidad de los otros.

Uso de las imágenes tanto o más que los números. El impacto de lo ocurrido en las calles de Ecuador fue mayor que saber cuántas muertes o contagios había en ese momento en Ecuador. No se trata de fomentar el morbo o causar miedo, pero el reporte de imágenes, los testimonios y las historias, por ejemplo, de quiénes superaron el covid 19, deben tener más espacio en los reportes.

Difundir mapas de contagio y realizar tomas de muestra demostrativos. Aunque con el paso de los días, las personas conocerán casos de personas conocidas que se han contagiado, se debe reducir la aparente “ausencia” de casos cercanos. Hasta el presente, el mapa de contagios sólo está accesible a través del aplicativo “Perú en tus manos”, pero se requiere difundir y hacer más accesible las zonas de contagio de manera visual, aunque protegiendo la identidad de los afectados. Los mapas de contagios o los mapas de calor permiten visualizar mejor lo extendido y cercano que esta el virus. La otra posibilidad, es realizar muestreos de descarte representativos en supermercados, mercados de abastos, paraderos de bus o sitios de aglomeración. Las personas deben percibir que los espacios que frecuentan tienen alta posibilidad de riesgo.

Ficha metodológica: n=93, cuestionario en línea aplicado entre el 20 hasta el 29 de marzo. En abril se volvió a recoger la misma información, pero no ha sido incluido en este reporte.

Lima, 4 de mayo de 2020

Alex Ríos Céspedes
Licenciado en Psicología Social por la Pontifica Universidad Católica del Perú. Maestría en Gestión y Políticas Públicas en el Institute of Social Studies de La Haya, Holanda. Ex consultor de la cooperación alemana en el Perú, Programa PROEDUCA-GTZ. Ex Director General de la Dirección General de Gestión Descentralizada del Ministerio de Educación.