Rafael de Hoyos / The World Bank
Si pudiera graficar la cantidad de decisiones desacertadas que he tomado durante mi vida en función de la edad que tenía al momento de tomarlas, no cabe duda de que observaría una gran concentración de malas decisiones entre los 15 y los 18 años. Entre las numerosas decisiones desacertadas que tomé en la adolescencia —y, créanme, fueron muchas— jamás me pasó por la mente abandonar mis estudios. Para poder seguir en el bachillerato, no solo tenía que asistir a clases, sino que debía poner un esfuerzo mínimo para no reprobar más de una cierta cantidad de materias y arriesgar mi derecho a matricularme el año siguiente.
Tal vez la decisión de esforzarme un poco y seguir estudiando fue producto de la inercia, la presión de mi familia y la influencia de mis compañeros (ninguno de mis amigos de Monterrey, México, mi ciudad natal, abandonó la prepa), pero en parte también se debió a mis expectativas. Para calcular los beneficios que me reportaría la escolaridad, claramente no estimé una ecuación salarial, pero tenía algunas evidencias —sobre todo en mi hogar, a través de mi padre— para creer que invertir en mi educación tendría una recompensa.
La situación que enfrentan actualmente muchos adolescentes en México es muy diferente. Muchos tienen muy poca o ninguna presión u orientación de su familia y ven que uno de cada dos compañeros abandona la educación media superior (EMS). Estos jóvenes carecen de información sobre la rentabilidad potencial de la educación. Y si la tienen, es a través de una perspectiva distorsionada, porque esperan un retorno en el mercado laboral inferior al observado. Como resultado, hay una subinversión en educación, que se manifiesta en un menor esfuerzo o menor escolaridad, o ambos.
Una respuesta de política potencialmente eficaz y de bajo costo consiste en informar a los estudiantes acerca de los beneficios de la escolaridad. Basándose en un influyente estudio de Robert Jensen, en 2009 la Secretaría de Educación Pública (SEP) de México diseñó e implementó una intervención dirigida a proporcionar información a los estudiantes de nuevo ingreso (grado 10) en bachilleratos tecnológicos en escuelas públicas acerca de los retornos de la EMS la educación superior.
El programa piloto, denominado Percepciones, incluyó una estrategia de evaluación, en la cual 26 escuelas fueron asignadas aleatoriamente al grupo de tratamiento y 28 al grupo de control. En noviembre de 2009 se recopilaron los datos de referencia y se comunicó la información sobre los retornos (la intervención) al grupo de tratamiento. A los estudiantes de las escuelas del grupo de tratamiento se les dio la siguiente información (por separado a las alumnas y a los alumnos):
“En México una mujer entre los 30 y 40 años de edad que estudia hasta secundaria gana, en promedio, $3,179 pesos mensualmente. En cambio, una mujer que termina el bachillerato gana en promedio $4,827 pesos al mes; es decir $1,647 pesos más al mes.. Por lo tanto si una mujer termina el bachillerato y no continúa estudiando, a lo largo de su vida laboral gana en promedio $791,040 pesos más que una mujer que sólo terminó la secundaria”.
Los estudiantes que participaron en el programa Percepciones fueron identificados, casi tres años después, en la prueba ENLACE cuando, en principio, deberían estar concluyendo el bachillerato (12° grado). ENLACE es una prueba estandarizada censal la cual se aplica, anualmente desde el 2008 (por lo general en abril o mayo), a todos los jóvenes que están en el último de concluir la EMS. En una nuevo estudio, titulado The heterogeneous effect of information on student performance: evidence from a randomized control trial in Mexico (El efecto heterogéneo de la información en el rendimiento escolar: Datos empíricos de un experimento en México), Ciro Avitabile y yo medimos el impacto que produce la información en las tasas de graduación de la educación media superior y en los puntajes de la prueba estandarizada (de matemáticas y lenguaje).
Los datos de la línea base indican que los hombres subestiman en 25 % los ingresos que perciben los graduados de EMS, y que las mujeres los subestiman en 35 %, en relación con los ingresos reportados por la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). Tres años después de la intervención, los ingresos pronosticados por los estudiantes del grupo de tratamiento se acercaban más a los ingresos reportados en la ENOE comparados con los previstos por los alumnos del grupo de control.
Aunque los alumnos elevaron sus expectativas, la intervención informativa no tuvo un efecto significativo en las tasas de graduación del bachillerato. Sin embargo, mejoró considerablemente los resultados del aprendizaje, especialmente los puntajes de las pruebas de matemáticas de las mujeres y de los estudiantes provenientes de hogares relativamente más acomodados (véase el gráfico).
Nota: Los efectos son estadísticamente significativos en el nivel de confianza de 90 % (*) y 95 % (**), respectivamente.
¿Por qué los aprendizajes de los alumnos relativamente pobres no mejoran (como resultado de la intervención informativa)? Tanto los estudiantes de bajos ingresos como los de ingresos relativamente altos se esforzaron más como resultado de la intervención informativa (según datos auto-reportados); sin embargo, al parecer solo aquellos estudiantes con condiciones iniciales adecuadas, como el hecho de tener padres que ayudan con las tareas, pueden transformar un mayor esfuerzo en mejores resultados.
¿Por qué las jovencitas se están beneficiando más de la intervención informativa que los niños? Si bien tanto hombres como mujeres pertenecientes al grupo de tratamiento modificaron sus creencias con respecto a los ingresos de los graduados de EMS, únicamente las niñas intensificaron su esfuerzo. Los datos sugieren que esta diferencia se explica por el hecho de que las mujeres valoran más que los hombres los beneficios futuros asociados con dicho esfuerzo. De hecho, como resultado de la intervención informativa, un porcentaje considerable de las jóvenes se cambió de bachilleratos relacionados con biología a bachilleratos relacionados con economía y administración, que son más intensivos en matemáticas.
Estos resultados muestran que, desafortunadamente, una intervención que consista en el suministro de información no es una estrategia eficaz para reducir las tasas de abandono escolar de la EMS en México, ni es suficiente para mejorar los resultados del aprendizaje de los alumnos provenientes de entornos desfavorecidos.
Sin embargo, en base a los efectos positivos en los resultados de aprendizaje y del costo prácticamente nulo de la intervención, el suministro de información es una intervención altamente eficiente. La información sobre los beneficios de la escolaridad puede ayudar a muchas adolescentes en México a visualizar un futuro diferente de los estereotipos tradicionales, y a dar una mayor ponderación a las repercusiones que pueden tener sus decisiones educativas presentes sobre su desempeño futuro en el mercado laboral.
Un incremento de 0,34 desviaciones estándares en los puntajes de las pruebas de matemáticas puede tener efectos positivos de largo plazo y eventualmente, mejorar las condiciones las condiciones de las mujeres en el mercado laboral. Puede inclusive ayudar a reducir la brecha salarial entre hombres y mujeres en México. Este es un efecto enorme, sobre todo si consideramos que está basado en transmitirle a los jóvenes información lo que la mayoría de las personas asume que ellos ya saben.
FUENTE: The World Bank / México, 23 de octubre de 2015