Edición 60

¿Qué aprendemos y qué evaluamos en épocas de Covid-19?

¿Y si cambiamos el foco y no nos centramos en evaluar a los estudiantes, sino al sistema?

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María Teresa Estefanía | EDUCACCIÓN

La evaluación siempre es un tema de mucha discusión e incertidumbre entre la comunidad educativa. El qué y cómo evaluar son temas complejos entre los docentes, especialmente con la introducción formal de la evaluación formativa en el aula en el marco de un enfoque por competencias propuesto en el Currículo Nacional de Educación Básica (CNEB). Como es de esperarse, ante el contexto de la pandemia y el resurgimiento forzoso del aprendizaje a distancia en el país a través de la plataforma Aprendo en Casa, surgen muchas preguntas con respecto a cómo evaluar a los estudiantes y cuáles son los usos que se le va a dar a esta evaluación.

Un principio fundamental de la evaluación de aula, es que se debe evaluar lo que se espera que los estudiantes aprendan en un tiempo determinado de enseñanza a fin de ir retroalimentando el proceso. En otras palabras, la evaluación sirve para saber qué y cuánto están aprendiendo nuestros estudiantes y que habilidades faltan reforzar para lograr las competencias esperadas. En este marco, nos preguntamos: ¿qué esperamos que aprendan los estudiantes en época de la pandemia?

Como sociedad esperamos que los estudiantes aprendan lo señalado en el currículo nacional. No obstante, ante la pandemia, estos aprendizajes esperados ¿serán los mismos? Varios artículos de Educacción profundizan en este tema como el de Luis Guerrero “¿Priorizar Competencias?”, el de Úrsula Luna Victoria Kuon “El Valor de lo cotidiano” o el de Rosario Rivero “¿Qué educación en tiempos de pandemia?”, entre otros muy interesantes que se pueden revisar en las dos últimas ediciones.

Actualmente, coexisten nociones vagas sobre el rol docente y el de la evaluación dentro del sistema educativo. Los docentes y directivos comprometidos con su labor, se sienten abandonados por no contar con pautas claras de lo que se espera de su desempeño, así como de cuáles son los usos que se le debe dar a la evaluación dentro de la educación a distancia.

Los docentes se enfrentan a un gran dilema y muchas dudas. Carece de sentido el centrar la discusión en si la evaluación se hará principalmente para ver qué estudiantes aprueban el año. Esto solo la desnaturaliza de su función principal, la cual, los docentes la conocen bastante bien. Desde la evaluación formativa se busca retroinformar de manera oportuna todo el proceso de aprendizaje en base a las necesidades de los estudiantes, es un proceso continuo que no debe darse únicamente al final de una unidad. Profesores y estudiantes utilizan la evidencia obtenida durante la clase para seguir aprendiendo. En la evaluación formativa el estudiante es el principal protagonista de su aprendizaje y del de sus compañeros. El profesor busca involucrarlo en todos los momentos, promoviendo que comprenda y evalúe sus metas de aprendizaje y participe en el desarrollo de la clase.

Ante esto, ¿cómo se puede lograr una evaluación formativa con las limitaciones que presenta el contexto peruano en la educación a distancia?

En la evaluación a los estudiantes, los docentes se enfrentan con mayor fuerza a una realidad desigual e inequitativa, por lo que es entendible que se aferren a un proceder más tradicional de la evaluación; con el anhelo falaz de que esta sea lo más similar posible a lo que ocurra en la educación presencial. No obstante, se reconoce que se debe innovar, pero no se cuentan con las herramientas para ello. Se entiende que el examen como lo conocían no es aplicable y que reprobar a un estudiante es reprobarse a ellos mismos, con el miedo entendible de dejar pasar estudiantes que no logran los aprendizajes para el grado o nivel esperado.

El docente requiere pautas claras de lo que se espera de su desempeño, con énfasis en los usos que se le debe dar a esta evaluación en el marco de implementación del CNEB en la educación a distancia. Es momento de comprendernos como una sociedad educadora y a los miembros de la escuela como una comunidad de aprendizajes que se enfrentan a la educación a distancia, con el llenado de formatos, la falta de conectividad, el cansancio de las familias y los estudiantes, en una cuarentena que parece interminable, con mucha desigualdad y abandono institucional.

¿Y si cambiamos el foco y no nos centramos en evaluar estudiantes sino al sistema?

Esta puede ser una oportunidad para evaluarnos como sistema, en cómo enfrentamos las adversidades y cómo relevamos el aprendizaje de nuestros estudiantes como fin último de la educación. Desde el Estado y el sector privado se seguirán brindando servicios, pero estos deben contar con valor público, el centro debe estar en las personas y en sus necesidades según su ciclo de vida. Ahora nos tocó la pandemia, pero mañana podríamos estar frente a otro contexto adverso. Ante esto, vale preguntarnos: ¿qué tan preparados estamos como país para enfrentar tanta incertidumbre?, ¿la respuesta del sector fue oportuna?, ¿la estrategia Aprendo en Casa permite lograr los aprendizajes esperados según CNEB?, ¿cuál es el modelo pedagógico que está detrás del Aprendo en Casa?, entre otros.

Esto conduce a pensar, ¿están nuestros docentes preparados para la educación a distancia?, ¿cómo ha sido su respuesta ante este nuevo reto?, ¿qué dificultades tecnológicas y pedagógicas hemos encontrado?, ¿podemos evaluar la formación docente y sus necesidades socioemocionales a partir de la pandemia? A nivel de las familias, ¿cómo las familias se han organizado ante la educación de sus hijos? ¿cuentan con el tiempo y la disposición para poder apoyar a sus hijos en su proceso de aprendizaje?, y un interminable etcétera.

Algo muy importante qué no debemos dejar de preguntarnos es: ¿qué están aprendiendo nuestros estudiantes ante esta crisis?, ya que por más que no esté en el CNEB, se están construyendo un sin fin de aprendizajes en diferentes aspectos de sus vidas. Tal como ocurre en la evaluación de aula, en mayor escala, evaluar el sistema implica retroalimentar, intervenir y mejorar.

La Covid-19 nos permite reconocer, sin buscar ser exhaustivos, que el fin último de la educación es la formación de ciudadanos, que sin habilidades socioemocionales no se pueden lograr aprendizajes a lo largo de la vida y que, ante grandes incertidumbres, necesitamos capacidad de adaptación, pero también de transformar la realidad. La pandemia nos está evidenciando que la educación es un derecho fundamental que el Estado debe garantizar; y que es rol de la escuela acoger a todos los estudiantes y que estos aprendan, según lo esperado, pero también según sus sueños. Los estudiantes, a través de la educación a distancia, deben seguir amando la escuela y la educación debe continuar siendo la llave que te abre el mundo.

Lima, 8 de junio de 2020

Maria Teresa Estefania Sanchez
Psicóloga por la Universidad Peruana Cayetano Heredia, con post grados en Psicología Educativa con mención en desarrollo humano y psicopedagogía cognitiva por la misma universidad y Psicología Social – Comunitaria por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Dominio en evaluación de aprendizajes e investigación cuantitativa (tanto descriptiva como inferencial) y cualitativa, y en el diagnóstico, elaboración, implementación y evaluación de proyectos, así como en análisis psicométrico de instrumentos. Experiencia en investigación en ciudadanía, empoderamiento, participación social, clima de aula, evaluaciones a gran escala, factores asociados, entre otros.