Desde hace algún tiempo, los cines han reabierto sus puertas, y ahora, muchas familias nuevamente pueden disfrutar de ver alguna película, compartir emociones y disfrutar de los snacks tradicionales como la canchita. Por ello, un fin de semana decidí ir al cine con mi familia.
Lo que me llamó poderosamente la atención fue que en el stand de ventas ya no se encontraban personas que ayudaban a elegir la película, los asientos y finalmente pagar, ya sea con una tarjeta de débito o de crédito, ¡ya no había vendedores!, sino unas pantallas mediante las cuales se puede hacer todo ese procedimiento e inclusive se puede hacer el pedido de canchita, gaseosa, dulces, entre otras cosas, y también pagar.
Recordando, esto no debería ser una sorpresa, puesto que desde hace algún tiempo se viene usando la tecnología para hacer compras, por ejemplo, a través del internet, en algunas plataformas que se descargan al celular y la vida “se hace más fácil”. En algunos supermercados, uno mismo puede escanear el producto y pagar, las máquinas expendedoras de productos que hay en diferentes partes. Lo que me hizo pensar en el caso del cine, con algo de pena y sentido de realidad, es que las cinco pantallas que eran utilizadas por los clientes reemplazaban ahora a cinco jóvenes que antes atendían al público. ¿Dónde están estos jóvenes ahora? ¿A qué se dedican en la actualidad? ¿En qué trabajan en este momento? De hecho, en los otros cines sucede exactamente lo mismo. Esto es una tendencia global.
Esta situación me hizo recordar un fragmento del capítulo 1 del Currículo Nacional de la Educación Básica referida a los Retos para la Educación Básica y Perfil de Egreso (Minedu, 2016). “Otro ámbito que ha cambiado drásticamente y marca una tendencia social es el laboral: han surgido miles de nuevos tipos de trabajo para los cuales la humanidad no estaba preparada ni contaba con las personas capacitadas para desempeñarlos. Simultáneamente, muchísimos otros trabajos tradicionales se han extinguido o su nivel de productividad se ha vuelto tan bajo que ya no son capaces de dar sustento a quienes los desempeñan. Esto se ha producido, en parte, por el incremento del conocimiento sobre nuestro entorno, por el mejor uso de los recursos naturales y la creación de nuevos materiales, por el avance de la tecnología y, por supuesto, por la masificación de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).”
Por ello, nuevamente es preciso que, en especial, los docentes nos preguntemos qué haremos en este nuevo año escolar 2023 para que nuestros estudiantes estén preparados para responder a este presente y futuro que viene cambiando rápidamente, de qué manera la escuela afronta los diferentes desafíos que el mundo actual nos presenta y cambia constantemente. Reflexionar sobre todo esto es importante y necesario; pero sobre todo se debe actuar y desarrollar aquellas competencias que darán respuesta a estas interrogantes. Debemos ajustarnos y adaptarnos a la realidad, al presente, a los cambios. Es nuestro deber.
Lima, 24 de febrero de 2023