Tengo que comprender que algo les fastidia, pero no sé qué”, ha señalado Ántero Flores-Aráoz con relación a las masivas protestas que enfrenta el gobierno de Manuel Merino. No esperaba esta reacción multitudinaria y no la entiende pues es “abogado y no sociólogo”. Intentemos entender, que tan difícil no es.
La opinión legal que se tenga sobre el proceso de vacancia realizado no alcanza para explicar la indignación. Es suicida para un sistema político usar la vacancia por incapacidad moral como arma política cotidiana. La interpretación que se le ha dado estos años es inconstitucional, sea para PPK, Vizcarra o quien venga. La vacancia molesta en parte por ese uso abusivo, pero no se protesta solo por indignación constitucional: si PPK en vez de renunciar era vacado, a la calle no salía nadie.
¿Qué hace que esta vez la vacancia sí haya producido una movilización histórica? Lo explican dos cachetadas políticas contra la ciudadanía, unidas por una monumental mediocridad de liderazgo. Primera cachetada: la decisión de un Congreso desprestigiado de ir en contra del amplio consenso a favor de la continuidad de Martín Vizcarra. Vizcarra, a pesar de las serias acusaciones en su contra, mantenía un apoyo mayoritario para seguir en el cargo. Ello en buena parte por el alto rechazo al Congreso. La última encuesta del IEP muestra que en Lima 95% de ciudadanos apoyaba su continuidad, aun cuando la mitad de los que opinaban (39%) lo consideraba responsable de delitos.
Contra ese consenso actúa el Congreso motivado por intenciones diversas: beneficios, angurria e inexperiencia. Vaca a Vizcarra un grupo deslegitimado, incoherente y, en varios casos, investigado por delitos. Ya esto llevaría a una reacción popular fuerte.
Pero se suma la mediocridad del liderazgo de Merino. Quizás un presidente del Congreso con más reconocimiento podría haber armado un mejor gabinete. Sabía que no podía nombrar un gabinete de congresistas, no era aceptable. Solitario en su desprestigio y medianía, recluta a quienes desde medios y comunicados apoyaron con entusiasmo la vacancia: la derecha conservadora limeña. De ancha base, nada.
La orfandad de Merino trajo este contrafáctico que hoy resulta electoralmente imposible: ser gobernados por esa derecha. Y esa es la segunda cachetada: este Gabinete conservador sin arraigo electoral tranquilamente representaría al Congreso que se disolvió el año pasado. Lo que vemos en la calle no solo es indignación con este Congreso, sino el rechazo a los actores del anterior. Lo malo que se fue y lo malo que llegó, unido por un ambicioso sin ideas. Para que lo entiendan esos empresarios que creen que esta derecha puede darles estabilidad: es como si a ustedes, producto de la vacancia a Vizcarra, les armaran un gabinete con figuras del izquierdista Frente Amplio.
Entonces, no hay que ser sociólogo, señor Flores-Aráoz, para entender el rechazo a su presidente y a su gabinete. Basta ser político y saber olfatear algo muy básico en democracia: la estabilidad se sostiene en las preferencias ciudadanas. Hay que saber reconocerlas y representarlas, no denunciarlas o minimizarlas. Cuéntele a su ministra de Justicia. Y no se sorprenda tanto, que se dijo que era una mala idea crear este desmadre. Usted les fastidia, señor.
Algo tendrá que hacer ahora el Congreso vacador para alinear, aunque sea un poco, la calle con la política. No gastemos tiempo invocando a los que claramente defienden agendas descaradas, como la bancada Telesup y los antauristas. Apuntemos a quienes debieron hacer las cosas de otra manera. Arana y el Frente Amplio abrieron la puerta a un gabinete en sus antípodas ideológicas, es patético su rollo de que todas las derechas son iguales. Aplausos, infantiles. Ahora hagan algo. El Frepap quedó como un grupo manipulable, incapaz de tomar distancia de esa corrupción bíblica que tanto denuncian. APP y AP, los actores principales, promovieron esta situación y en el camino se enterraron. Mucho pedirles arrepentimiento, pero por lo menos limpien su desastre.
Version original publicada el 14/11/2020 en El Comercio