Edición 77

Reforma en educación superior: más allá de las condiciones básicas

… y el salto cuántico ¿para cuándo?

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Carol Vega Tupia | EDUCACCIÓN

La educación es nuestro pasaporte para el futuro,
porque el mañana pertenece a la gente que se prepara para el hoy
Malcolm X

Luego de terminar el colegio, pasé tres años de mi vida en una academia preuniversitaria, probablemente como miles de jóvenes que anhelan el ingreso a una universidad pública. A las academias uno va a afianzar conocimientos o, de pronto, a adquirir aquellos que no desarrollamos en el colegio, para poder rendir una prueba de “conocimientos”. A mis poco más de 20 años de haber egresado de la educación básica esta situación no ha cambiado. Hasta el día de hoy miles de jóvenes siguen esta misma dinámica de prepararse, postular y lamentablemente -en la mayoría de casos- no alcanzar una vacante en una universidad pública. Detrás de ellos hay miles de familias dispuestas a esforzarse para solventar los estudios de sus hijos, con la esperanza de verlos convertidos en profesionales egresados de un instituto, escuela o universidad.

Pero qué sucede aquí. Muchos estudiantes que no acceden a la educación pública deciden ingresar a instituciones privadas de educación superior de bajo costo. Reciben la promesa de convertirse en profesionales competentes que lograrán insertarse en el mercado laboral rápidamente, para mejorar así su calidad de vida y la de sus familias. Sería perfecto si eso realmente ocurriera, pero no es así. Lo que sí ocurre es una vulneración del derecho de los estudiantes y de sus familias.

¿Cuándo va a cambiar esto?, ¿Cuándo realmente el Estado va a garantizar este derecho fundamental a una educación de calidad? Se están haciendo denodados esfuerzos para lograr la reforma universitaria. La SUNEDU y el Ministerio de Educación hacen lo que les corresponde a través del licenciamiento de universidades, institutos y escuelas de educación superior, justamente, para garantizar el derecho a una educación integral de calidad para todos [1], exigiéndoles el cumplimiento de las Condiciones Básicas de Calidad (CBC).

Sin embargo, el solo cumplimiento de estas CBC no garantiza que la educación impartida en estas instituciones ya licenciadas se desarrolle bajo ciertos estándares de calidad. Cumplir las CBC viene a ser como un certificado que habilita su funcionamiento y que responde, definitivamente, a ciertos aspectos de pertinencia. Lo que se necesita garantizar después es que su oferta educativa esté acorde a las necesidades de la sociedad y a los perfiles de egreso que derivan de la demanda de los sectores productivos, sus potenciales empleadores.

Fuente: Minedu
La pertinencia de la oferta educativa – la realidad que vivimos

A lo largo de los años se ha venido observando una oferta educativa pública y privada desmedida, que no logra conversar con las necesidades de formación que tiene -y al parecer tendrá- la sociedad. Por ejemplo, se forman profesionales que no logran insertarse laboralmente, debido tal vez a una de dos causas posibles: 1. La formación recibida no ha permitido al egresado desarrollar las competencias requeridas; 2. No existe un mercado laboral que pueda acoger a dichos profesionales.

Frente a esta situación, que evidencia cero pertinencia de la oferta educativa, es importante considerar tres acercamientos:

Uno primero es determinar qué profesiones responden a las necesidades de un territorio específico, por ejemplo, de una región. Para lo cual se requiere conocer: 1) La demanda de los sectores productivos a nivel regional y 2) La priorización de la orientación económica, política y social que se plantea la región, la misma que debe evidenciarse en sus planes de desarrollo. Recordemos que la pertinencia de la oferta responde no solo a aspectos técnicos, sino también políticos, sociales y culturales.

Uno segundo, más específico, es respecto de las brechas de competencias, entre las que demandan los empleadores y aquellas en la que son formados los estudiantes (perfil de egreso).

Uno tercero, que nos lleva a un nivel más aterrizado, está vinculado a cómo los diferentes instrumentos de gestión de los aprendizajes se vinculan y contribuyen a logro de las competencias del perfil del egresado.

Es importante que estos tres acercamientos sigan su orden y lleguen hasta el tercero, que es el que consolida todo lo anterior, de lo contrario no es posible garantizar la pertinencia de la oferta educativa.

Una evaluación que se contradice

Volviendo a la historia con que inicié este artículo, una de las preguntas que podríamos hacernos respecto de la prueba de conocimientos, es por qué se sigue evaluando en conocimientos. Se supone que trabajamos bajo el enfoque de competencias desde la educación básica. La primera respuesta que surge es la inversión. Hacer una evaluación por desempeño, que es lo que corresponde al enfoque por competencias, supone costos altos.

Sin embargo, no deja de resultar ilógico pensar en tener -en mayoría- a ingresantes idóneos, sin haber comprobado que cuentan con las competencias requeridas en el perfil de ingreso. Más aún, sin comprobarlo ¿Cómo pretendemos lograr el perfil de egreso? El problema no es menor. Hay muchos estudiantes que abandonan la carrera por falta de interés y otros tantos que llegan a graduarse pero que no ejercen o que ejercen sin profesionalismo… La pregunta cae por su propio peso: ¿a dónde estamos yendo?

En un contexto tan cambiante, quizá sea momento de aprovechar para dar el salto cuántico e iniciar las discusiones sobre la verdadera formación basada en competencias. Una que parta de la valoración y reconocimiento de las competencias que tenemos las personas, las que hemos ido adquiriendo a lo largo de la vida, en diferentes espacios, solos o con otras personas, en el hogar, la escuela, la comunidad, etc.

Un reconocimiento que no llega – Marco de cualificaciones

El reconocimiento y valoración de las competencias que portan las personas, así como sus intereses personales, es algo sumamente valioso. Necesitamos comprender y hacer comprender a los jóvenes y adultos que las competencias pueden ir evolucionando, que pueden adquirir más competencias en sus siguientes escaños de formación, mostrarles que existe un abanico de oportunidades al que pueden acceder, un abanico que no restringe sus procesos de aprendizaje y formación a una carrera o área específica, sino que le permite ir añadiendo una diversidad de competencias que irá guardando en su mochila, y que podrá utilizar según la demanda o necesidad de cada situación.

Lo aquí descrito es posible gracias a los marcos de cualificaciones [2], cuyo aspecto más resaltante es que permiten el reconocimiento de los aprendizajes a lo largo de la vida. El Perú ya cuenta con su propio Marco, que aún no está siendo utilizado. Este instrumento abre la posibilidad de reconocer en miles de jóvenes y adultos las competencias que han ido logrando a lo largo de su vida, en el colegio, en su experiencia familiar o comunitaria, en algún espacio laboral, etc.

Mientras el Marco Nacional de Cualificaciones del Perú (MNCP), aguarda su momento de salir a la luz, tenemos que seguir remando en un sistema educativo que poco a poco va quedando obsoleto, por la tendencia global a relevar la formación en competencias interdisciplinares. Porque las carreras profesionales o áreas de formación restrictivas van a pasar -y ya están pasando- a la historia, se está viendo en países de la Unión Europea y en el Reino Unido [3].

A esto me refería con el “salto cuántico”, nos toca prepararnos, empezar la discusión, aprovechemos estos momentos de cambio para iniciar el debate, pues lo que se viene es brutal.

Volviendo a nuestra realidad ¿qué exigir más allá de las condiciones básicas?

Más allá de las condiciones básicas que se les exige a las universidades e institutos de educación superior -tema que no deberíamos siquiera discutir- y de la formación per se que le corresponde ofrecer a la universidad según la carrera, se debería ofrecer “atributos adicionales”, que promuevan en los estudiantes otras competencias necesarias para desempeñarse con éxito en su desarrollo profesional y en su vida misma. ¿Cuáles podrían ser?

Para muestra un botón. Por ejemplo, ¿por qué en las carreras de educación solo forman a los estudiantes para enseñar en el aula (didáctica de la matemática, psicología del niño, deontología de la educación, etc.)?, ¿por qué la universidad no ofrece a los futuros docentes formación en temas de investigación, de manejo de base de datos, de análisis de políticas educativas, de enfoques de desarrollo, problemas medio ambientales, crisis económica global, etc.?, ¿por qué la universidad no les brinda a los futuros docentes estas herramientas?, ¿por qué los economistas o sociólogos, por ejemplo, solo con su formación de pregrado tienen herramientas para formarse una opinión y se sienten con más derechos de opinar sobre políticas educativas, más que los propios docentes? Es seguro que en otras profesiones la universidad puede brindar mayores atributos a los estudiantes, con miras a enriquecer sus competencias y ampliar su horizonte profesional, pero no lo hacen.

Trabajemos entonces en el cómo y cuándo. Busquemos espacios de concertación, de conciliación con las instituciones de educación superior, con la sociedad civil, en miras a desarrollar estrategias que soporten y contengan las nuevas perspectivas de educación y formación, articulemos los esfuerzos con el sector para la promoción de una oferta educativa de calidad, pertinente a la realidad nacional y global, brindémosles a nuestros jóvenes con menos oportunidades la posibilidad de hacerse de herramientas para hacer frente a los desafíos de este siglo. No dejemos a la deriva a los miles que año a año no logran acceder a la educación superior pública.

Como dato final, en el 2018, las universidades públicas tuvieron un total de 315,327 alumnos matriculados a nivel nacional, las universidades privadas tuvieron 612,099 matriculados [4], casi el doble. Pero esto, naturalmente, no implica que todos vayan a egresar o que recibirán una educación de calidad. Así es que, como dijo Vallejo, tenemos muchísimo que hacer.

Lima, 27 de diciembre de 2021

NOTAS

[1] Ley general de Educación.
[2] En este artículo de mi autoría explico el Marco Nacional de Cualificaciones del Perú.  https://www.educaccionperu.org/reconocimiento-de-los-aprendizajes-a-lo-largo-de-la-vida/
[3] https://www.ucl.ac.uk/prospective-students/undergraduate/degrees/arts-sciences-basc
[4] Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (SUNEDU) – Unidad de Documentación e Información Universitaria, 2014 – 2018.

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Carol Vega Tupia
Licenciada en Educación de la Universidad Nacional Federico Villarreal. Cuenta con estudios de Maestría en Gerencia Social (Pontificia Universidad Católica del Perú), y posgrados en Primera Infancia (Universidad Nacional Mayor de San Marcos) y Gestión Educativa (IPAE); y Gobernabilidad, Gerencia Política y Gestión Pública por la Pontificia Universidad Católica del Perú, The George Washington University y CAF - Banco de Desarrollo de América Latina. Con experiencia en el sector público y privado en ámbitos de gestión, y docencia en educación básica y posgrado. Se ha desempeñado como especialista en Formación Docente en el Ministerio de Educación. Ha integrado equipos de trabajo en consultorías sobre formación docente convocadas por UNESCO. Ha coordinado desde Enaccion SAC el equipo de consultores de diseño y actualización curricular de institutos de educación superior pedagógicos y tecnológicos, a solicitud de Procalidad.