Retorno a las aulas: ¿Híbrido o no híbrido?

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EDITORIAL

Una de las fábulas de Esopo, el escritor griego del siglo VI a.C. que tanto leímos cuando estábamos en el colegio, es la llamada «El parto de los montes». Cómo olvidar la historia de unas montañas rugientes que hacían temblar la tierra anunciando un evento de grandes proporciones y provocando el pánico de la población, pero que al finalizar las sacudidas solo se vio a un pequeño ratón salir de ellas. La metáfora es evidente. A veces hay anuncios de algo grande que genera expectativa y temor por sus dimensiones e implicancias, pero que al final los hechos resultan siendo de mucho menor magnitud.

Inevitable evocar esa fábula cuando leemos en las normas del retorno a clases el anuncio de una modalidad híbrida para la educación básica. En las diversas regiones del país se ha producido una gran inquietud con este anuncio, dado que el concepto les resulta nuevo y no logran comprender a cabalidad qué significa planificar y hacer clases bajo una modalidad como esta.

La educación híbrida se define universalmente como la combinación de dos modalidades diferentes de aprendizaje, una presencial a cargo de un docente y otra a distancia a través de recursos tecnológicos autogestionables. Eso supondría naturalmente tener conectividad, algo de lo que carece, según cifras del INEI del 2021, cerca del 50% de la población urbana y el 80% de la población rural. Vale aclarar, además, que en el grupo de la población con acceso a servicios de Internet, el 86,7% lo hace a través de un teléfono celular. Y esto sin mencionar la desigualdad en la calidad de los equipos, el ancho de banda o la disponibilidad de teléfonos inteligentes.

El otro supuesto de la modalidad híbrida es la existencia de recursos pedagógicos que cada estudiante pueda gestionar de manera autónoma a partir del nivel en el que se encuentra, creando su propio entorno e itinerario de aprendizaje y evaluándose a sí mismo. No son tareas estandarizadas que todos deban seguir por igual para después alcanzárselas al docente.

Colombia, por ejemplo, tiene un banco de más de 80 mil contenidos educativos digitales, llamado Aprender Digital: cursos virtuales, Apps, herramientas TIC para docentes y videojuegos educativos, entre otros. España tiene Snappet, que da acceso a sus estudiantes a una plataforma de aprendizaje adaptativo para trabajar desde casa a su propio ritmo. Ahí hay contenido curricular interactivo y autoevaluable que les posibilita progresar a su ritmo y desde su nivel de aprendizaje. Uruguay, bajo el formato de red social, permite a los estudiantes la comunicación con sus pares y su docente en tiempo real; asimismo, crear entradas en blogs personales, construir sus portafolios y hacer trabajo colaborativo con sus compañeros. Tiene también una Plataforma Adaptativa de Matemática (PAM) que se adapta automáticamente a las necesidades de los estudiantes, identificando zonas de mejora y sugiriendo actividades para seguir progresando. Por si fuera poco, analiza las respuestas para detectar la causa del error y proporcionar resoluciones alternativas y caminos de mejora.

Demás está decir que ninguna de las dos condiciones existe todavía en el Perú. Lo primero supone decisión política e inversión pública, algo que no ha ocurrido en estos últimos dos años. Lo segundo supone un Aprendo en Casa recargado y más especializado, algo que no tenemos ni tendremos, porque se ha desactivado y reducido a un repositorio de recursos pasados.

Según un reciente artículo publicado por el BID, para abrir paso a lo híbrido «se requiere más que solamente distribuir tareas entre una modalidad y la otra. Se requiere repensar la educación y desarrollar modelos de enseñanza y aprendizaje que capturen la atención y el interés de los estudiantes por aprender de maneras diferentes en cada una de estas modalidades. Las distintas tecnologías deberán usarse como una herramienta para acelerar los aprendizajes más que como un simple canal para transmitir contenido». En esa perspectiva, hacer clases por zoom o grabar clases presenciales no convierte la educación en híbrida, pues la modalidad de enseñanza sigue siendo la misma, variando solo el medio de entrega. Demás está decir que enviar tareas para la casa o hacer actividades en la comunidad -algo habitual en la educación escolar- tampoco la vuelve híbrida.

Lo que sí tendremos es educación semipresencial, así como la necesidad de atender a los estudiantes que vienen y a los que no vienen apelando a los diversos recursos, canales y metodologías que docentes y estudiantes tengan disponibles. Por cierto, esto no equivale al ratón de Esopo, pues no es un desafío menor. Pero es necesario que los docentes tengan claro que es a eso a lo que deberán enfrentarse y despreocuparse por ahora del tema de lo híbrido, pues su presencia en las normas no lo hará aparecer en la realidad.

Lima, 18 de marzo de 2022