Selva Almada: “La única protección es la solidaridad entre nosotras”

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Gabriela Wiener / La República

La primera fue Andrea Danne. La mataron en un pueblo vecino, cuando Selva Almada tenía 13 años. Andrea tenía 19. Fue tan grande el impacto que la historia del crimen irresuelto de esa chica volvía a su cabeza cada tanto. “Con el tiempo me fui dando cuenta de que ese impacto tenía el carácter de una revelación –dice ahora, convertida en la escritora argentina del momento y una de las invitadas internacionales de la FIL, donde estuvo la semana pasada–: Si sos mujer pueden asesinarte, incluso dentro de tu casa, mientras estás durmiendo en tu habitación… es decir, si sos mujer no estás segura en ninguna parte”. Su libro Chicas muertas (Penguin Random House) se convirtió en una manera de conjurar ese asesinato y el de muchas otras víctimas de feminicidios en Argentina, donde el año pasado estalló el movimiento #niunamenos, que estamos replicando ahora en el Perú. ¿Eso también puede lograrlo la literatura, devolverles la vida? “Escribir su historia y las de otras chicas fue de algún modo reconstruir su memoria, creo que sí, que la literatura puede servir para eso, una suerte de conjuro contra el olvido, una manera poética de traerlas a la vida”.

¿Qué sentiste el día de la marcha #niunamenos en Argentina?

Fueron horas de mucha intensidad, de mucha emoción, una sensación de poder colectivo y femenino muy fuerte… recuerdo que fui con una amiga y hubo momentos en que sentía una alegría rabiosa, una fuerza arrolladora viendo a todas esas mujeres, con consignas, cantos… unas chicas muy heavies, con las tetas al aire, cantando que íbamos a castrar a todos los varones. No estoy de acuerdo con eso, pero era divertido estar ahí.

¿Qué ocurre el día después? Digo, para saber lo que nos espera… 

Al día siguiente las denuncias a un número telefónico gratuito crecieron exponencialmente. Ese fue un dato promisorio. Pero lo cierto es que los feminicidios siguen, cada vez con mayor brutalidad y desprecio, si es que esto es posible. Los violentos parecen reaccionar provocando más horror. Por ejemplo, hace unos días hubo un Tetazo, cientos de mujeres salieron a las calles a dar la teta a sus hijos en protesta porque a una mujer la habían detenido por hacerlo en una plaza pública. Y mientras sucedía el tetazo, un tipo acuchillaba a su exesposa, en un pelotero lleno de niños que vieron el ataque. Parece hecho a propósito, elegido a propósito el escenario. Creo que ese tipo cree que asesinando a su ex nos está escarmentando a todas, no hay otra explicación.

De ti siempre se menciona el hecho de que seas “una mujer de provincia” (es de Entre Ríos). Hay algo muy solitario y violento en los pueblos y por eso, creo, son tan literarios. Cristian Alarcón decía en un texto que lo bueno de ti es que no tienes una mirada moral sobre la violencia en el campo. ¿Estás de acuerdo?

Yo creo que vivimos en un mundo violento y descreo de esa imagen idílica que los citadinos tienen sobre los pueblos pequeños, donde la gente es buena y confiada y dejan abiertas las puertas de sus casas. Hay una violencia distinta a la de las grandes urbes, claro, pero pueden ser lugares sumamente violentos. Ya el solo hecho de procurarnos la comida en estos sitios supone degollar animales, torcerles el pescuezo, abrirlos en dos y todo eso sucede mientras los niños juegan en el patio.

¿Alguna vez participaste de algún escrache feminista?

No. El escrache en sí nunca me convenció… creo que tiene que haber justicia, que esos tipos tienen que pagar en la cárcel lo que le hacen a las mujeres. Marcar una casa porque allí vive un maltratador exacerba algo con lo que no estoy de acuerdo y que es la justicia por mano propia, el linchamiento. La única protección es la solidaridad entre nosotras, aprender y reflexionar muchísimo sobre el tema de la violencia contra las mujeres, estar atentas y no quedarnos quietas.

Acabas de estar en la FIL de Lima. Dime, ¿te encontraste con escritoras peruanas? ¿Alguna autora de la que te hayas llevado sus libros?

Conozco algunas escritoras como Claudia Salazar Jiménez o Alina Gadea. Pero me pasó algo curioso, cuando le pregunté a un grupo de amigos escritores y editores qué mujeres escritoras me recomendaban, empezaron a titubear… no podían recomendarme ninguna narradora, apenas algunas poetas y ya muertas. Eso me llamó la atención. Me quedé preguntándome, ¿no las habrá? ¿o no se las publica o qué?

Es que en el Perú son muy pocas las escritoras que tienen la visibilidad y el reconocimiento del mundo editorial y la crítica literaria. En cambio en Argentina están sobradas de grandes y reconocidas escritoras. A lo mejor podemos también replicar otro fenómeno argentino aquí, con algún hashtag… ¿Cuál es el secreto?

En los últimos años en Argentina somos muchas las mujeres que tenemos un lugar visible dentro de la literatura. Y es que hay muy buenas escritoras. De alguna manera creo que la calidad de nuestra escritura es la que ha logrado que la narrativa, siempre un lugar reservado a los varones, se pueble de escritoras mujeres. Una vitalidad que no sé si tiene que ver con el género –no me gusta hablar de literatura femenina– pero sí hay mujeres escribiendo libros maravillosos y lo celebro.

Otro de los temas que te interesa es el de esa construcción falaz de que existe algo como el instinto maternal. ¿Te ocurre a menudo a nivel personal porque, por ejemplo, no quieres ser madre?

El “deber ser” de las mujeres es un tema con el que lidio constantemente. Para todo parece haber un presupuesto y una opinión, incluso entre mujeres que se suponen feministas: entonces: si sos madre tenés que dar la teta, si no sos una mujer banal que cuida más sus tetas que su hijo; si vas a parir tiene que ser con dolor, si no sos una cómoda; si vas a abortar tenés que sentirte después horrible el resto de tu vida o por lo menos decir eso porque si no los antiabortistas van a decir que las mujeres abortan como ir de shopping… y todo así. Eso me crispa.

¿Qué harás inmediatamente después de contestar estar entrevista?

Voy a sacar a pasear a la perra, aunque ya es casi de noche, hay mucho viento y llueve. Es la primera vez que tengo un perro desde que era chica y es raro. Lo que más me incomoda es la gente que saca a sus perros y busca conversación en la plaza, me da ganas de decirles: Que tengamos un perro no nos hace amigos.

Fuente: La República / Lima, 31 de julio de 2016