Edición 51

Sexualidad activa, pero conversación prohibida

Al día siguiente de la interpelación a la Ministra Flor Pablo

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León Trahtemberg | Facebook

Se plantea al Minedu que jóvenes de 14-15 años que tienen vida sexual activa, embarazos y hasta abortos, que se informan de la sexualidad viendo videos porno en Internet, no hablen de esos temas en el colegio. ¿Pueden ponerse de acuerdo un cristiano que cree que Jesús fue el mesías, un judío que cree que el mesías no llegó, y un musulmán que considera a Mahoma el equivalente al mesías? ¿Cuál sería el consenso respecto a quién es el mesías? ¿Se impone el parecer de la mayoría?

En ese nivel de complejidad están los temas de sexualidad al hablar de género y la conceptualización de lo que significó el período 1980-2000 incluyendo el juicio de valor respecto a Alberto Fujimori como “salvador nacional” o “violador de DDHH”.

Todo tema cuyo ADN de origen es ideológico-dogmático (y por lo tanto no científico) puede presentarse por su valor informativo, para permitir que se conozcan los diversos puntos de vista en un marco democrático y de respeto mutuo, pero no se puede pretender que se convierta en la versión oficial y única cierta para todos por su validez indiscutible, salvo que estemos en una teocracia o dictadura. Por eso los diversos asuntos opinables o controversiales (que son innumerables especialmente en los ámbitos históricos y sociales) deberían abordarse de modo que el estudiante desarrolle su capacidad de empatía, respeto a la diversidad, pensamiento crítico y autónomo, cultura democrática y formación ciudadana.

Esa debería ser la demanda del congreso, en vez de la imposición de la postura dogmática religiosa o político partidaria de un grupo particular en los textos escolares de un estado laico e inclusivo.

Lo que deberían promover es que se busque renovar el quehacer pedagógico para que los docentes tengan la formación y estrategias para alentar la construcción de la personalidad democrática, en vez del hipotético saber único correcto que dependa del gobierno de turno.

Los consensos que dan pie a leyes y normas en un estado laico deberían girar en torno a principios, valores y orientaciones generales y dejar a los educadores, investigadores especializados y academias científicas fijar los referentes que deberían regir la vida escolar.

Por ejemplo, las reputadas academias científicas de psiquiatría y pediatría canadiense y norteamericana y varias europeas recomiendan evitar el uso de tabletas con videojuegos digitales para niños menores y evitar el uso indiscriminado de teléfonos celulares en los colegios. Las academias científicas también recomiendan eliminar la comida chatarra de los colegios. Las academias médicas alientan a vacunar a los niños. Si el Minedu planteara normas alineadas con esos conceptos, estaría siendo consistente con el saber científico actualizado.

En ese orden de cosas están los más importantes estudios internacionales sobre información y educación sexual y hace bien el Minedu en acogerlos. Pero de allí a pedirle al Minedu que se distancie de esos saberes porque a un grupo de personas no le parece que sean la mejor opción, hay una distancia. Es lo que pasa en Estados Unidos cuando ciertos sectores piden a la escuela pública que no enseñe la teoría de la evolución de las especies porque es inaceptable asumir que el hombre está en la línea de evolución de los monos cuando la Biblia dice que Dios lo creó de un momento a otro por su simple voluntad creadora. En esos casos, en un estado laico, se hace prevalecer la verdad científica.

Esas personas deberían tener derecho a explicar sus puntos de vista, hablarlos con sus hijos, discutir y debatir los temas, confrontar sus pareceres con los otros, del mismo modo que los deberían tener los estudiantes en el colegio. ¿Por qué se le quiere quitar a los estudiantes el derecho a informarse de todas las visiones y aristas que hay de estos temas, aduciendo que la escuela no debe tener un rol en ello? ¿Por qué convertir la escuela en un espacio que cierra las mentes en lugar de abrirlas?

¿Por qué a adolescentes de 14 y 15 años que ya tienen actividad sexual que no pocas veces lleva a embarazos y abortos, y que suelen ver videos porno por Internet, se les va a negar la posibilidad de hablar de estas cosas en la escuela?

Nada de eso quita el derecho de los padres a deliberar en casa sobre los temas que quieran con sus hijos y procurar que se alineen con sus visiones. Pero de allí a impedir que la escuela de un estado laico e inclusivo aborde los temas que competen a la cultura sexual y la formación ciudadana democrática utilizando los recursos científicos más reconocidos como referente, hay un abismo.

Lima, 10 de mayo de 2019

* Post de León Trahtemberg publicado en Facebook el 10 de mayo