Jaime Saavedra Chanduví / El Comercio
Cuando empecé a trabajar como ministro de Educación y me decían que este sector tenía muchos frentes, que era complejo, que era imposible lidiar con sindicatos a los que solo les interesaban sus beneficios económicos, me di cuenta de que el primer reto era mostrar que una reforma de la educación era posible. Que era necesaria una obsesión por una educación de buena calidad, por demostrar que no es imposible empezar a hacer cambios e implementar políticas complejas. Y que eso no era otra cosa que tener capacidad de imaginar y creer que podemos construir una ruta de reforma. Eso se llama esperanza. La posibilidad de demostrar que lo imposible es posible. Esa era la primera tarea.
Durante los últimos años, como país hemos tenido muchos retos en el día a día, en los distintos frentes en el sector educación. El camino que falta para lograr la educación de excelencia a la que aspiramos es largo, pero se ha avanzado mucho. La expansión de la educación inicial, la jornada escolar completa en secundaria, el inglés y la educación física en nuestros colegios, los colegios de alto rendimiento, la educación rural en donde tenemos tremendos retos, un nuevo currículo, la expansión de nuestra infraestructura educativa. Son todas áreas en las que hemos avanzado parte del camino. Tenemos uno de los programas de becas más grande de América Latina. En los últimos años hemos iniciado una expansión histórica de nuestro presupuesto en educación, que debe continuar para equipararnos con los niveles de inversión de nuestros países vecinos. Hay una reforma universitaria que se inicia con el compromiso de asegurar que sea una certeza de formación de jóvenes como profesionales y ciudadanos. Tenemos ya el inicio de la reforma en la educación tecnológica acorde con los nuevos tiempos, una educación intercultural bilingüe que es modelo en nuestra región, un laboratorio de innovación que nos permite vincular la evaluación con el diseño de política pública dentro del sector educación, sistemas de información que nunca hemos tenido, educación para adultos y para aquellos a los que el sistema educativo no les dio la oportunidad en su momento, y una creciente inversión en la educación básica especial, dándole mayores oportunidades a aquellos peruanos que nos demuestran día a día cómo ser un ejemplo de superación.
La excelencia en educación requiere entender que la calidad del sistema depende de la calidad de los maestros. Por eso nuestro énfasis como sociedad en revalorizar la carrera docente. En los países exitosos, la profesión docente es de las más valoradas, y a eso debemos apuntar. Y si bien se ha avanzado –con el concurso de maestros cada vez más comprometidos– en implementar la meritocracia y en incrementar las remuneraciones, falta continuar ese proceso y seguir dando las señales de que la carrera docente es exigente y difícil, y avanzar en la reforma en la formación de nuestros nuevos maestros. La implementación de un nuevo currículo, que busca que nuestros estudiantes tengan las competencias de un ciudadano que responda exitosamente a los retos de un mundo cambiante, presenta mayores retos a nuestros docentes. Ellos se deben preocupar por que todos los estudiantes, hasta el que presenta mayores dificultades, aprenda. Y saben que deben hacer de su aula un ambiente propicio para un aprendizaje basado en interacciones que estimulen un pensamiento crítico. ¿Se da eso en todas las aulas? Todavía no. Pero tenemos ya sistemas de monitoreo que nos permiten saber que todavía tenemos un déficit grande. Ese es el reto.
Creo que ya tenemos claro que la educación es la principal herramienta de transformación personal y como sociedad. Los miles de jóvenes que han marchado hace unos días la tienen clara. Y como sociedad, tenemos que aprender permanentemente. Al entender lo que es un país, se aprende. Al entender qué es pertenecer a un país, y las responsabilidades que eso conlleva, se aprende. Al comprender la necesidad de ser tenaz y persistente por mantener las reformas que necesita el país, se aprende. Y solo aprendiendo y aplicando lo aprendido, podremos soñar el Perú. Y el Perú se merece que todos nosotros, los alumnos, los padres, los que toman decisiones, los maestros de hoy y de mañana, se imaginen construir en un aula de una escuela, de un instituto, de una universidad, todos sus sueños para un futuro mejor.
Fuente: El Comercio / Lima, 18 de diciembre de 2016