Mónica Delgado Chumpitazi | EDUCACCIÓN
En un sistema patriarcal donde la voz y decisión de las mujeres y disidencias se pone en duda, es de esperarse que también se cuestione el modo en que decidimos denunciar diversos casos de violencia de género. No necesitamos que nos cuenten cómo es que se realizan interpretaciones auténticas de los protocolos contra el hostigamiento, cómo es que se ponen en funcionamiento las alertas en nuestros centros de trabajo en casos de abuso o acoso laboral (porque quizás no existen) o cómo se ponen en práctica viejas estructuras machistas donde las mujeres se convierte en culpables per se solo por el mismo hecho de denunciar. Es más, muchas veces estos caminos legales, policiales, judiciales o legistas nos revictimizan tras la violencia, para reavivarla una y otra vez, ya seas una niña de diez años o una adulta mayor de 75.
A partir de un caso tan mediático como el que inició la campaña en redes y medios del #MeToo en EE.UU., tras una denuncia hecha en Twitter por la actriz Rose McGowan y luego recogida por la periodista Jodi Kantor en The New York Times, se logró una condena de 25 años contra Harvey Weinstein, un magnate del mundo del cine. Aquí el papel del periodismo para corroborar las denuncias, para obtener la reserva de más casos y para despertar una presión social ante los tejidos de poder de un productor como Weinstein, fue capital. Es decir, la práctica del silencio se vio desmantelada. Y también se hizo palpable el rol de los medios capaz de respaldar la lucha de las mujeres.
Según INSTRAW (Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación de las Naciones Unidas para la Promoción de la Mujer), en una investigación de 2005, sostuvo que “Los medios de comunicación pueden perpetuar la subordinación de las mujeres o bien, jugar un rol primordial en la promoción de los derechos de la mujer”. Si bien en Perú estamos muy lejos de esto último, sobre todo porque somos consumidores de un conglomerado de medios con forma de monopolio donde aún no existe un pacto en pro de la anulación de estigmatizaciones, estereotipos o paradigmas en contra de las mujeres y diversidades (desde los noticieros, programas de espectáculos o telenovelas), se pueden identificar algunos casos excepcionales. Sobre todo porque muchas mujeres encontramos en los medios una posibilidad de justicia, en la medida que los mecanismos oficiales suelen ser lentos, revictimizantes, hostiles e invisibilizadores. De alguna manera, se sigue valorando el papel de los medios como una entidad mediadora, que puede hacer énfasis en el cuestionamiento del rol de algunas instituciones, en sus malas praxis, en la falta de capacitación a su personal en políticas públicas trasversales, y en la falta de compromiso ético para poder llevar a la práctica diversos protocolos, manuales u lineamientos. Aunque muchas veces esto se quede en la mera nota o reportaje que será olvidado al día siguiente.
En el ámbito del estudio de las comunicaciones hay una vieja premisa que sigue haciendo ruido: lo que no sale en la agenda de los medios, no existe. Y en un país donde los medios han optado más por la crónica roja antes que la nota o entrevista política, donde el raqueteo, el robo al paso o los tenderos ocupan la mayor parte de los noticieros, es una lucha constante que la agenda en torno a la lucha de las mujeres y diversidades, por sus derechos, por sus demandas, se abra paso. En este sentido, nos debe interesar de qué manera llegan estos temas sobre las mujeres a la agenda diaria de los medios o ¿es que en verdad ya comienzan a interesarse en nosotras? Nos queda valorar las oportunidades y nos queda seguir demandando que las problemáticas de las mujeres, más allá de lo doméstico y familiar, se expandan en los medios.
En nuestro entorno hay mucho por hacer, a tal punto que son los medios alternativos los que han emprendido diversas acciones para visibilizar las denuncias de violencia, como en FemLatam, la página de Leonor Pérez Durand, Mano Alzada o Wayka.pe, pero también poco a poco los medios tradicionales se han visto con la necesidad de acompañar los procesos de varias mujeres, dependiendo también de quién sea la víctima. También corroe a los medios un sentido de espectacularización y basurización que muchos casos de acoso son explotados desde la frivolidad, como pasó con el caso de la actriz secuestrada en un ascensor por Jaime Cilloniz, en un edificio de Miraflores hace algunos meses, o como cuando otra actriz fue acosada sexualmente en el Metropolitano.
Las denuncias de acoso sexual o de hostigamiento en el ámbito laboral a mujeres no suelen ser atractivas para los medios. Sin embargo, cuando se dan suelen mostrar otra de las aristas que vivimos las mujeres en los espacios de trabajo, sobre los obstáculos que tenemos que sortear en nuestra vida profesional. Hay mucho por hacer para que los medios incluyan otras perspectivas de género, desde el respeto a las identidades políticas y sociales, y también se debe tener en cuenta a las mujeres que confían aún en su poder como un modo de encontrar una vía hacia la justicia.
Lima, 12 de octubre de 2021