Por Ricardo Cuenca / Es Ahora
Una de las máximas de la investigación en reformas y políticas educativas es que los logros educativos son solo posibles si se sostienen en el tiempo. Todo indica que en la continuidad está el éxito porque los cambios en educación se dan en el mediano plazo.
Menos extendido, pero tanto o más importante es el argumento que las reformas exitosas son aquellas que cambian los sentidos, las finalidades. Por el contario, hacer modificaciones en la estructura del sistema o en la organización de las tareas del sector son solo cambios accesorios que resultarán, en el mejor de los casos, en logros accesorios.
En los últimos cuatro años —y no antes— hemos iniciado el camino hacia una reforma que está siendo capaz de modificar los sentidos comunes instalados en la década de los noventa. Se ha iniciado un interesante proceso en el que la educación es un asunto de interés público, que los docentes son sujetos profesionales y que todo lo demás —lo accesorio— está al servicio de los aprendizajes de los estudiantes.
Sin embargo, en este camino se han tomado también decisiones que funcionan como fuegos artificiales que nos encandilan y nos distraen la ruta a seguir. Estos éxitos-accesorios facilitan titulares, solucionan el corto plazo y generan una sensación de satisfacción por las decisiones tomadas. Estos fuegos artificiales tienen la magia de convencernos que todo está bien y estará bien.
El gran reto del próximo gobierno, de los próximos años será continuar en el camino emprendido, controlar las luces multicolores del éxito y limpiar de la ruta los residuos dejados por las chispas de la pirotecnia.
Estrategias para emprender este reto son apostar por el mediano plazo postergando los aplausos del momento, tomar las decisiones que se necesitan para enfrentar las inaceptables desigualdades educativas que existen en el país y, como insisto siempre, seguir acompañando todos a los docentes en la tarea, pues sin docentes no hay posibilidad de éxito alguno.
Fuente: Es Ahora / Lima, 3 de agosto 2015