Manuel Bello Domínguez
La educación, se ha dicho tantas veces, construye el futuro. Necesitamos educación básica de calidad para todos, dicen unos, para aumentar la productividad de nuestra población en un mundo globalizado y competitivo. Otros señalan que la requerimos para multiplicar los talentos y las vocaciones en ciencia y tecnología, para no quedar rezagados y marginales en una sociedad planetaria regida por el conocimiento y la innovación. Para otros, la educación básica debe ser buena para todos porque necesitamos emprendedores que desplieguen millones de iniciativas, generen su propio empleo productivo y den empleo a muchos más. También hay los que creen que el rol principal de la educación básica en el Perú es forjar identidad y sentido de pertenencia en una sociedad cohesionada, intercultural, justa, con valores compartidos y preparada para convivir en democracia. Y así, podemos seguir listando las “tareas” que los peruanos esperamos que haga la educación básica en los próximos años, en función de nuestros distintos modelos de sociedad ideal y de desarrollo nacional.
El Proyecto Educativo Nacional (PEN) oficializado en 2007, elaborado por un Consejo Nacional de Educación plural e interdisciplinario, producto de amplias consultas en Lima y todas las regiones, fue un buen intento de articulación de las diversas expectativas de los peruanos en torno a una visión compartida de la educación. Estableció prioridades, objetivos, estrategias políticas, medidas concretas y recomendaciones específicas para avanzar hacia una educación de calidad con equidad, descentralizada, gestionada con eficiencia y eficacia, centrada en los estudiantes y orientada hacia resultados, con la mirada puesta en el año del bicentenario de la independencia. Han transcurrido ocho años de vigencia del PEN y faltan seis para la celebración del bicentenario, se han aplicado algunas de las políticas y recomendaciones del PEN –no todas- y se ha avanzado algo, no lo suficiente, en la implementación de un proyecto nacional concebido como política de Estado.
¿Por qué no se avanza más hacia la educación que todos queremos, armonizando las distintas expectativas en torno al desarrollo económico, social, institucional, democrático y cultural? ¿Qué limita el avance a paso firme hacia los objetivos estratégicos del PEN? En un panorama muy complejo de factores que explican las trabas, opino que el proceso más fuerte en contra de la educación que queremos es la creciente segregación del sistema escolar –el “apartheid educativo”- que resulta de la hegemonía cada vez mayor de una lógica de mercado, en la que cada familia compra la educación que puede pagar y la calidad depende de la capacidad económica de los padres. La segregación, como se ha demostrado con datos de PISA y del proyecto internacional “Niños del Milenio”, es tanto una característica de la educación privada como de la pública, ya que en esta última la calidad depende de las contribuciones adicionales de las familias a una escuela que es muy parcialmente financiada por el Estado; en algunas escuelas “gratuitas” los padres pagan directamente algunos costos, en otras aportan bienes o servicios, incluyendo en muchos casos su tiempo de trabajo en faenas, entre otras contribuciones.
La tendencia a la privatización de la matrícula escolar agrava el problema de la segregación, que lleva a una cada vez mayor desigualdad en los resultados educativos, como se ha demostrado en la experiencia chilena. En un sistema escolar segregado, la mayoría de niños y niñas están condenados desde el inicio a recibir una educación mediocre o de mala calidad. Pero lo más grave de la segregación es que agranda las brechas económicas, sociales y culturales, amplificando las desigualdades y la desconfianza, el resentimiento de unos y el temor agresivo de los otros, haciendo imposible la cohesión social y la convivencia armónica y productiva que se requiere para convertir al Perú en un país integrado y desarrollado. El resultado de este sistema escolar segregado, como ya se observa, es una sociedad quebrada, convulsionada por la violencia social y la delincuencia, con brechas y problemas crecientes de gobernabilidad.
El desafío mayor para las políticas educativas de los próximos años será revertir y luego superar el apartheid educativo. No se trata de eliminar la educación privada, para quien quiera pagarla. Se trata de eliminar la segregación escolar, para lo cual se requiere que el Estado invierta mucho más y que todos en la sociedad contribuyamos al desarrollo de una educación pública gratuita de muy buena calidad, que no dependa de aportes económicos de las familias ni se diferencie por ellos, atractiva para pobres y ricos, que asegure que todos logren los resultados esperados y aprendan a vivir juntos con bienestar, respeto por la diversidad y compromiso con el progreso y la democracia. Aún estamos a tiempo de hacer los cambios para lograr los objetivos del PEN en el año del bicentenario.
FUENTE: LAMULA.PE, Todos Juntos/ Lima, mayo 22 de 2015