Marilú Martens / El Comercio
En estos días Emily Monja fue estrangulada por José Málaga cuando este intentaba violarla, Marysella Pizarro murió quemada en un ataque de celos de Fernando Ruiz y por la misma razón Rolando Saavedra atacó a Fabiana Mamani con un desarmador mientras ella dormía, pudiéndole costar la vista. Como cada semana, miles de mujeres sufrieron agresiones en nuestro país, algunas en nuestra propia cuadra y tal vez en nuestros hogares. La violencia, el miedo y la humillación que sufrieron Emily, Marysella y Fabiana y que alguna vez han sentido cada peruana deben indignarnos, pero también nos deben llevar a cuestionar. ¿Por qué se engendran y persisten feminicidas como José Málaga, Fernando Ruiz y Rolando Saavedra en nuestra sociedad? La respuesta es incómoda, pero es momento de que la miremos de frente. Los feminicidas se engendran y persisten en nuestra sociedad porque nosotros los creamos y albergamos. A través de nuestro comportamiento cotidiano, todos y cada uno de nosotros educamos al feminicida.
Ver con claridad la línea que conecta nuestras acciones a estos casos de feminicidio puede ser difícil, pero es importante si queremos revertir la situación. El primer paso es reconocer que en nuestra conducta altamente machista se cultivan la discriminación, denigración y violencia contra las mujeres. Cuando limitamos las posibilidades y aspiraciones de nuestras hijas por ser mujeres, les enseñamos a sus hermanos y a ellas mismas que son menos y merecen menos. Cuando hablamos del cuerpo de una mujer como un objeto, no reconocemos el dolor, la alegría, el sufrimiento, la ilusión que también encierra esa mujer como cualquier humano. Cuando tomamos pequeñas conductas machistas, emitimos un mensaje con grandes repercusiones: que los hombres y las mujeres no valemos lo mismo y que el maltrato hacia las mujeres no solo es comprensible, sino justificado.
En segundo lugar, debemos comprender el poder educativo de nuestras acciones cotidianas y los mensajes que estas transmiten. Nuestro comportamiento, especialmente cuando ocupamos posiciones de liderazgo en los medios de comunicación, en una empresa o en nuestra familia, siempre sienta un ejemplo de lo que es aceptable o hasta deseable. Las personas que nos miran, escuchan o leen aprenden continuamente de nosotros. Y si bien los niños son los que más absorben de su entorno, las personas somos esponjas a lo largo de nuestra vida, formando y reformando nuestros conceptos, nuestros sesgos y nuestras conductas. Es nuestro deber reconocer el poder educador que tiene cada una de nuestras acciones, por más pequeña e inofensiva que nos pueda parecer. Una pequeña acción, comentario o broma machista puede sentar la base sobre la cual un niño desarrolle un sesgo misógino.
El Ministerio de Educación (Minedu) ha redoblado esfuerzos para empujar la educación en igualdad de género dentro y fuera de las aulas. En primer lugar, tenemos un currículo nacional que enseña a nuestros niñas, niños y jóvenes que los hombres y las mujeres valemos igual y que nuestro sexo no debe determinar o limitar los derechos y oportunidades que tenemos en la vida. Además, reconociendo el rol educativo de los demás miembros de nuestra sociedad, y en especial de la familia, el Minedu viene sosteniendo talleres con padres y madres explicando la importancia de la igualdad de género y resaltando su responsabilidad en fomentarla en el hogar. A la fecha, se vienen desarrollando talleres en los cuales ya han participado más de diez mil padres y madres de familia, y tengan la certeza de que nuestra meta es llegar a todos los hogares del país. A pesar de las fuerzas que se resisten a cambios tan necesarios en nuestra sociedad, el Minedu avanza con toda su capacidad en educar a nuestros alumnos y padres en igualdad de género.
Sin embargo, solos no podremos superar este inmenso reto, necesitamos que tú que me lees te reconozcas como formador, identifiques la misoginia en tus acciones y la elimines, y retransmitas este mensaje en palabras pero sobre todo con tus acciones. Es positivo que te hayas indignado tras la violencia contra Emily, Marysella y Fabiana, y que hayas llegado a cuestionarte “¿por qué?”, pero esto no es suficiente. Te ofrezco una respuesta y un camino de acción: eduquemos juntos a la peruana y peruano que todos queremos.
Fuente: El Comercio / Lima, 5 de junio de 2017