Hace un par de semanas, Carlos Lomas compartió por la red de Facebook el libro Neuroeducación y lectura, de Francisco Mora. El enlace que señaló ha sido compartido después por otros amigos. Aprovechándolo, los docentes, y particularmente los especialistas en lenguaje, tienen la oportunidad de tener en sus manos un libro excelente. Con la sencillez que caracteriza a quienes tienen un conocimiento profundo de los asuntos que tratan, Mora presenta el cuadro actual de lo que se sabe sobre la constitución y dinámica del cerebro en relación con los procesos de lectura. Así, el libro es una excelente introducción al asunto.
No pretendo hacer una reseña del libro. Prefiero hacer un esbozo -solo un esbozo- de la marcha de conceptos sobre lectura que han ido surgiendo a lo largo del siglo pasado y así llegar a una frase que, aunque dicha casi de pasada por Mora, subraya un aspecto importante de la lectura. “Leer es percibir, conocer y sentir el mundo”.
La lectura es un proceso con muchas dimensiones, tan complejo que ninguna definición podría abarcarlo. Lo que ha habido a lo largo de los años son aproximaciones a diversas facetas de la lectura, como si poco a poco se hubiera llegado a tener el cuadro de lo que es este proceso.
Mirando en retrospectiva los asedios conceptuales se verá que aquello que se acepta hoy no es resultado de alguna iluminación individual; no hay una definición con autor, emitida por algún experto y asumida por los demás. Lo que tenemos es una creación mancomunada, como una marcha de afluentes que han ido añadiendo sus aportes a una corriente cada vez más completa. Y si tenemos que mencionar nombres serán de aquellos que han sabido escuchar y traducir voces que aparecen en cada momento.
No iremos muy lejos en el tiempo. Concentraremos la mirada en lo que se ha pensado a lo largo del siglo pasado y lo que se sostiene en este actual que vivimos con cierta zozobra.
En un momento era corriente decir que leer consistía en traducir a voz lo que estaba expuesto con símbolos escritos. Esta idea estaba en ya en el aire cuando la expone, en 1938, el lingüista norteamericano Leonard Bloomfield, quien sostuvo que “leer no es nada más que la correlación de la imagen sonora con su correspondiente imagen visual”. Es explicable que lo dijera así porque desde Ferdinand de Saussure, genial iniciador de los estudios lingüísticos, la escritura era considerada solo como un sistema destinado a reproducir el habla.
En fecha más reciente -digamos entre los 60’ y 70’- se pone la mirada en los propósitos de la lectura. Ya desde la pedagogía, en Francia, Andre Dehant y Arthur Gille afirman la centralidad del texto, pero dan un paso mejor diciendo que la lectura tiene como finalidad la comprensión de loque dice. En su libro El niño aprende a leer (1975) ellos dicen que el alumno “debe captar exactamente el pensamiento escrito, con todos sus matices, de modo que su conducta pueda eventualmente sufrir alguna modificación”. Conviene destacar aquí la idea de la posible trascendencia del texto en la conducta del estudiante.
Gaston Mialaret, figura importante en el movimiento europeo por la Nueva Educación, añade una nota importante: Leer “es comprender el conte-nido del mensaje escrito…”. Destaco la frase “es comprender el contenido”, que es más que solo aprehender la idea, y que va más allá de la comprensión literal del texto. Mialaret sube todavía otro escalón: “Debemos ir más lejos en el sentido del verbo ‘comprender’, que quizá es ambiguo. Puedo comprender perfectamente lo que leo y no distinguir el sofisma oculto bajo la afirmación que me parece verdadera” … No se puede separar la comprensión del juicio”. (El aprendizaje de la lectura, 1972).
Por esos tiempos cobraban vigor las voces de la psicología cognitiva y el cerebro dejaba de ser para la ciencia la caja negra imposible de mirar según sostenían los sicólogos conductistas. Con más confianza, se buscaba entender los procesos de la mente y se multiplican los estudios sobre la lectura. Un concepto muy difundido considera la lectura como un proceso intelectual de construcción de significados a partir de un texto. No era ya, como se la limitaba al principio, un simple trasvase de los contenidos de un texto a la mente del lector. El lector llega al texto con experiencias, con conocimientos, con expectativas y todo ello lo insume en su encuentro con el texto. Los significados que construye cada uno son propios, en algo distintos de lo que otros consiguen. La lectura es entonces una operación conjunta entre el autor y el lector. Jorge Luis Borges lo dice de modo exacto: “Porque al fin de cuentas toda lectura es una colaboración…Cada vez que leo algo, estoy modificándolo; ese texto está siendo modificado por cada lector”.
En España, Isabel Solé, describe la actuación del lector: “(Se) asume que para leer es necesario dominar las habilidades de decodificación y aprender las distintas estrategias que conducen a la comprensión… Se asume, además, que el lector es un procesador activo del texto, y que la lectura es un proceso constante de emisión y verificación de hipótesis conducentes a la construcción de la comprensión del texto”.
En nuestro país, Raúl González Moreyra decía que “Leer es comprender, interpretar y pensar guiado por materiales escritos”. Esta resulta ser una frase resumen de lo que en el fondo es la lectura. O, mejor, son las lecturas. Porque, viéndolo bien, hay más de una. Una es aquella más general, más común: La que busca comprender lo que dice el texto, lo que no es poco puesto que es de extrema utilidad; otra es la que cala más profundo y busca lo que hay “detrás de las líneas”, como dice Cassany, lectura que debiera estar más extendida entre la gente; una tercera es aquella que se constituye en disparador del pensamiento, ya no muy común. Es el “leer levantando la vista”, como alguna vez dijo Alfonso Reyes. Este es el nivel más alto de la lectura, que va en dos direcciones: epistémica y heurística.
En la marcha emprendida para comprender lo que es la lectura han con-tribuido investigadores de otros campos con hallazgos valiosos que aportan mu-cho a lo que podemos entender como lectura. Uno de ellos es el sicólogo británico Frederic Bartlett, a quien le debemos su teoría de los esquemas, que explica la manera como la memoria guarda la información que recibe. En la memoria se produce una actividad de interpretación y construcción de la información, no en forma dispersa sino conformando esquemas. Esta concepción permite explicar cómo procede la mente del lector con relación al contenido que encuentra en los textos y cómo se produce la dinámica entre lo nuevo que obtiene del texto y lo que ya tiene en la mente. Y queda más claro aquello de la “construcción de significados”, operación que ejecuta el lector.
Visto de esta manera, lo que nos interesa en la educación es asegurar que esta organización se produzca y que los educandos lleguen a formar esquemas cognitivos (y no recoger informaciones sueltas) que guardarán en su memoria de largo plazo.
Para comprender el concepto de Mora, aquello de “percibir, conocer y sentir el mundo” nos ayudan Teum van Dijk (lingüista) y Walter Kihtsch (sicólogo). En su libro Strategies of discourse comprehension (1983) explican que las personas, ante un evento que ven o que les es narrado o descrito, construyen un modelo de situación, que, en el caso del lector, se construye a partir de la representación que él hace de lo dicho en el texto y del marco cognitivo que posee desde antes de la lectura. Este modelo es guardado en la memoria episódica. Con ello en mente, la persona es capaz de juzgar, como planteaba Mialaret, si lo que dice el texto es cierto o falso, y también de juzgar, y esto importa más, la situación mentada por el texto.
Lo que sabemos hoy es bastante más que lo que se sabía antes de mediar el siglo pasado. Y eso que sabemos tendría que ser tomado en cuenta en el diseño de metodologías de enseñanza, de métodos de lectura y aun de procedimientos de evaluación de poblaciones (PISA, CENSAL, PIRL, etc.)
Para terminar, conviene decir una advertencia. Los estudios de la lectura cuyos frutos podemos aprovechar han sido hechos en torno a textos objetivos. No he tocado lo referente a textos literarios, campo que ha sido trabajado por filósofos e investigadores y también por poetas y narradores. Este es también un campo vastísimo que habría que mirar.
Mayo, del 2024