Axel Rivas / Transformar la Secundaria
En esta nota me ocuparé de observar el fenómeno de la transformación de la escuela secundaria desde la perspectiva de la política educativa. Esto supone hacerse las siguientes preguntas: ¿en qué dirección deberían moverse las escuelas secundarias en Argentina? ¿Cuáles deben ser sus horizontes de sentido? ¿Cómo se pueden materializar esos horizontes en gran escala, de manera sistémica?
El punto de partida de estas observaciones es realista. Las escuelas secundarias de hoy viven una profunda crisis de sentido. Muchos en ellas no saben realmente qué pasa allí. Alumnos y docentes viven situaciones de perplejidad, rodeados de rituales que ya no funcionan. Disciplinas como compartimentos estancos, contenidos enciclopédicos desligados de la fascinación de las ciencias y las artes, exámenes como pruebas de obstáculos en una carrera por pasar el año. Estos dispositivos pedagógicos y organizacionales están viejos y gastados. Funcionaron quizás en otra época y para pocos. Hoy no funcionan para muchos ni para pocos.
Pero esa no es toda la historia. La escuela secundaria también ha sido conquistada como un derecho. Un dato que me gusta mencionar es el siguiente: un 40% de los alumnos que asiste a la escuela secundaria hoy es hijo de padres que no llegaron a pisar la secundaria (apenas tienen primaria completa o incompleta). Casi uno de cada dos alumnos que vemos todos los días en la escuela son primera generación de secundaria. Para ellos esta escuela es mejor que la de sus padres por el simple motivo que sus padres no tuvieron escuela.
Este doble realismo nos lleva a las políticas posibles y necesarias. Aquí mis observaciones se basan en estudios previos sobre las reformas educativas en América Latina. Recorriendo países y sistemas educativos veo tres grandes caminos para transformar la educación secundaria a gran escala.
El primero es el camino del ordenamiento y la creación de la unidad escuela. Esto implica reformas para lograr que los profesores concentren sus horas en la misma escuela designados por cargo y con horas pagas para trabajar en equipo. También supone formar y seleccionar muy bien a los directivos para que puedan construir con equipos más integrados y estables un proyecto institucional. Esto debería traducirse en menos ausentismo y más concentración en la tarea integral de acompañar a los alumnos en su trayectoria de aprendizaje.
El segundo camino es mejorar y hacer más justo el sistema vigente. Una vez que las escuelas tienen equipos estables, con directivos que tienen formación para la conducción y, en lo posible, con tiempo institucional para potenciar la integración de ambos en un proyecto, es clave dar contenido y potencia a esos proyectos. Esto implica capítulos fundamentales: mejor formación inicial y continua, materiales gratuitos masivos de calidad y apoyo integral a las escuelas en sectores más vulnerables. Aquí entra también una herramienta reciente: los planes de mejora con financiamiento estatal, que permiten potenciar proyectos de tutoría con los alumnos y desarrollar proyectos institucionales.
El tercer camino es transformador. Es el camino de la revisión profunda del sentido de la escuela secundaria. Este camino supone revisar los fines, los contenidos curriculares, la propuesta de la escuela secundaria En vez de una orientación centrada en contenidos medidos por exámenes, la escuela debería crear capacidades de actuar en los alumnos, motorizar fuerzas para diversos escenarios, crear nuevas habilidades para un entorno cambiante. Para ello no alcanzará con “renovar” la currícula. Será necesario un nuevo esquema organizacional más flexible, orientado en base a proyectos interdisciplinarios; desafíos donde los alumnos sean colaboradores, tutores y creadores de sentido; nuevos usos de los tiempos, espacios y agrupamientos; la creación de un sistema complementario de aprendizaje digital para aprovechar a fondo las nuevas tecnologías.
De este tercer camino he visto experiencias interesantes en una escala todavía reducida: las escuelas de tiempo integral en Pernambuco y Ceará de Brasil, las escuelas Innova de Perú, las Proa de Córdoba, las escuelas digitales de San Luis. Son experiencias que están diseñadas para escalar, no casos individuales sueltos.
Estas breves observaciones intentan demarcar la cancha de la escuela secundaria. Pueden ser vistas como tres etapas temporales que se pasan la posta como bisagras de una a otra. Pero también pueden pensarse como tres estrategias paralelas basadas en un diagnóstico previo. Donde estén ya instaladas las bases institucionales y el potencial transformador se podría asumir el desafío de dar un salto más profundo hacia un cambio de modelo, mientras en otros casos se buscaría fortalecer los capítulos más tradicionales.
Me gusta pensar que la segunda vía es la más aconsejable. No ir en etapas temporales sino avanzar en paralelo en base a diagnósticos y construcción de capacidades. Las políticas no pueden ser pensadas como bloques únicos e idénticos para todos. Sí, habrá contradicciones entre escuelas que tienen distintos principios organizacionales y curriculares. Sí, habrá variedad de modelos, tensiones y dilemas. Pero los tiempos cambian demasiado rápido para esperar a que todas las escuelas estén en igualdad de condiciones y todos los docentes tengan la misma formación para avanzar en cambios posteriores.
Lo que requerirá esta generación de políticas “tri-dimensionales”, operando en tres planos paralelos al mismo tiempo, es un doble principio sistémico: de justicia y de puentes. De justicia para no crear nuevas brechas sino reducirlas. Las escuelas transformadoras deberían empezar por los núcleos sociales más castigados, como lo han ejemplificado las nuevas escuelas secundarias de universidades públicas en el conurbano bonaerense. Y de puentes para no crear islas dentro del sistema: quienes estén innovando deberían dialogar con los demás, crear redes sistémicas de intercambio.
Esta nota sólo deja los esbozos de un mapa. Allí veo tres caminos de política paralelos y puentes para crear transformaciones viables y justas. Es una construcción compleja y desafiante. Tanto como imperiosa es la necesidad de repensar la estructura y el sentido de la escuela secundaria.
Fuente: Transformar la Secundaria / Agosto 2016