Diana Fernández Irusta/ La Nación
La conflictiva integración de la población de origen árabe en la sociedad francesa es uno de los aspectos (desde ya, no el único) que atraviesa los trágicos acontecimientos de la semana pasada en París. El cine francés ha venido observando el costado irresuelto de ese encuentro entre culturas y, en las nuevas generaciones, de ciudadanías incompletas. Aquí, tres películas que podrían ser consideradas hitos en lo que a estos temas refiere: El odio y una mirada a la segregación de los jóvenes de los suburbios parisinos, Caché y el registro de la mala conciencia post colonial, y Entre los muros, con el dilema de una educación que no parece lograr ningún tipo de mixtura cultural.
El odio, de Mathieu Kassovitz (1995)
De gran belleza formal, esta película planteaba, a mediados de los 90, mucho de lo que está en discusión hoy. Aún más: luego del ataque a Charlie Hebdo, Kassovitz se preguntó si no había llegado el momento de filmar una segunda parte. La anécdota es mínima: tres amigos, un judío, un árabe y un negro, dejan por unas horas el suburbio empobrecido donde viven y se acercan a las rutilantes calles del centro de París. Entre el comienzo del film (escenas documentales de disturbios protagonizados por jóvenes hijos de migrantes) y el final (una tragedia anunciada), todo es una cadena de segregación, anomia, desconfianza y resentimiento al borde de la explosión.
Caché, de Michael Hanecke (2005)
Diez años antes de las matanzas que hoy espantan al mundo, Hanecke, experto en sondear oscuridades, hundía el escalpelo en un doloroso tabú de la sociedad francesa: la represión a una manifestación de argelinos que, en octubre de 1961, terminó en masacre (algunas crónicas hablan de entre 70 y 200 personas muertas al borde del Sena). Más que sobrevolar la película, el hecho maldito late en el inconsciente del protagonista -un niño por entonces- y en la mezquina actitud de su familia para con el hijo de uno de los árabes asesinados. El pasado colonial, esa cuenta pendiente, irrumpe en su hogar de acomodada clase media parisina en la forma de inquietantes videos que le indican que alguien lo vigila. Y le exige recordar.
Entre los muros, de Laurent Cantet (2008)
“El iluminismo va a ser muy difícil para ellos”, dice sin ironía un docente, mientras evalúa los contenidos a dictar en una escuela secundaria de los suburbios de París. Basada en un relato autobiográfico, Entre los muros pone la mirada en uno de los grandes principios franceses: la igualdad (si no la fraternidad), garantizada por un sistema escolar público sólido, meritocrático y único. Pero el axioma se revela ilusorio en las escuelas de los banlieues, habitadas por hijos de migrantes que no se sienten interpelados ni por la lengua francesa (ésa que con esfuerzo titánico intenta enseñarles el profesor de literatura), ni por ninguno de los valores de un país del cual, pese a ser nativos, se sienten excluidos.
FUENTE: La Nación / Buenos Aires, 20 de noviembre de 2015