Alejandra Navarro | EDUCACCIÓN
Avenida Abancay, 8:35am
Hoy Óscar, de 87 años, tiene una cita médica. Vive solo y desde hace dos meses le es difícil caminar, por lo que se mueve con lentitud. A pesar de ello, ha conseguido llegar al paradero de los buses que lo acercan al hospital Rebagliati. Uno tras otro, los carros pasan y, a través de la ventana, los pasajeros ven a Óscar parado, expectante, esperando subir y acomodarse. Ningún vehículo para: “es difícil subir al anciano”, deben pensar los choferes. Las escaleras son altas, ya no hay asientos reservados. Óscar no va a llegar a su cita.
Avenida Javier Prado, 8:35am
Hoy Liliana tiene una exposición importante en la universidad. Como sabe que la cola de espera para subir al bus siempre es larga, ha decidido salir con una hora de anticipación. Cuando llega al paradero, ve que ya hay muchísima gente esperando, quizás pensando lo mismo que ella. Los buses empiezan a llegar y se llenan, uno tras otro, sin que Liliana tenga aún la oportunidad de subir: hay muy pocos vehículos para tantas personas. No hay otros paraderos cercanos ni medios alternativos públicos para cubrir la distancia entre su casa y la universidad. Liliana no va a llegar a su exposición.
¿Nos suenan familiares estas experiencias? ¿Cuántas veces hemos visto que las personas de la tercera edad -o los niños y las niñas- simplemente son ignorados cuando hacen la señal para subir a los vehículos en los que nos movilizamos todos los días? ¿O cuántas veces nuestra “hora de anticipación” se ha transformado paulatinamente en angustia y frustración porque los medios de transporte no tienen capacidad para atender al total de la población que tiene que hacer uso de ellos o, simplemente, porque no existen alternativas viables? Disculpen si mi experiencia personal florece en algunos resquicios de estas líneas, y disculpen si las reflexiones giran alrededor de esta ciudad de sentimientos encontrados, pero vivir en una metrópoli como Lima no es fácil.
De acuerdo al informe de la Encuesta Lima Cómo Vamos del 2018, el 37,4% de limeños y limeñas se sienten satisfecho/as con Lima, mientras que un 22,6% se encuentra insatisfecho. Además, entre las razones que explican esta insatisfacción se encuentran la inseguridad ciudadana, la corrupción y, como no, la movilidad y transporte. Es decir, las formas y dinámicas mediante las cuales se producen los desplazamientos en la ciudad son motivo de disgusto y descontento. Esta situación es perfectamente esperable si se toma en cuenta el tiempo promedio que toma moverse de un lugar a otro, la infraestructura de la ciudad –que privilegia a los carros y no a las personas-, los tipos de vehículos usados y, claro está, los altos niveles de contaminación ambiental por tantos gases tóxicos emitidos diariamente. Si bien este panorama forma parte de nuestra cotidianidad, en los últimos años han surgido una serie de ideas que buscan hacerle frente, buscando que, a partir de un cambio en las visiones sobre la ciudad, cambien también el transporte y la movilidad que en ella se produce.
En principio, hay que tener en cuenta que, detrás de todo, lo que existe es un llamado al compromiso para convertir en prioridad a las personas[1][2]. Ello implica dejar de pensar a la ciudad SOLO en términos de más construcciones, “más cemento”, y más bien entenderla como un espacio que debe responder a las interacciones y necesidades de las personas que vivimos en ella. Esto puede parecer evidente, pero en la práctica no lo es tanto. ¿Por qué entonces existe tanta preocupación por ampliar más carriles en las autopistas, en lugar de facilitar la puesta en marcha de otros modos de transporte, no basados exclusivamente en vehículos a motor?
En otras palabras, ¿cómo transitar de un enfoque centrado en la infraestructura a un enfoque centrado en las personas?, ¿cómo hacer consciencia de que se trata de un problema público, porque afecta a los ciudadanos?, ¿cómo pensar soluciones partiendo de los intereses y necesidades de todos y no sólo del sector que se desplaza en automóvil?
Para hacer frente a estas interrogantes, los expertos han dado forma a un enfoque denominado movilidad sostenible, el cual, a partir de la premisa de la priorización de las personas, busca reorientar la movilidad y el transporte en términos de eficiencia, pertinencia y oportunidad. Desde ese enfoque es que ENACCIÓN apoyó al Ministerio de Transportes y Comunicaciones a través de la GIZ, elaborando una guía para implementación del Programa Presupuestal N° 0148, enfocada en la reducción del tiempo, la inseguridad y el costo ambiental en el espacio urbano y dirigida a los municipios del país, recientemente publicada. Tres ideas fundamentales se desprenden de esta propuesta.
En primer lugar, la eficiencia corresponde a asegurar que una mayor cantidad de la población pueda movilizarse, utilizando vehículos con menos impactos medioambientales. Significa, por ejemplo, desarrollar un sistema integrado de transporte. Lima ha avanzado en el camino, al tener el Metropolitano, los corredores y los alimentadores, pero su cobertura es aún muy baja en comparación al volumen total de pasajeros; según señala el reporte de Lima Cómo Vamos, solo una proporción limitada de usuarios hacen uso del sistema como medio principal de transporte.
De otro lado, la eficiencia también supone promover un uso menor de vehículos privados y en general en vehículos motorizados, y dar pase al uso de medios alternativos como la bicicleta y el propio caminar. Según señala Lima Cómo Vamos, fuera de los motivos de estudio y trabajo, caminar sigue siendo el medio de transporte más usado para realizar actividades cotidianas como ir a hacer compras, hacer trámites o recibir asistencia médica. Si bien esta afirmación parece obvia, sirve para pensar en términos de lo que se necesita de la ciudad para que podamos hacer estas actividades cotidianas, lo que entonces da pie a pensar en los equipos, rutas y espacios diferenciados que se requieren: mayor iluminación, adecuada señalización para peatones y vehículos, entre otros.
En segundo lugar, la pertinencia corresponde a adecuar los servicios a la diversidad de la población. Este cambio es quizás el más importante, pero a la vez complejo de implementar, pues implica pensar en la multiplicidad de situaciones y necesidades a las que deben hacer frente las personas, especialmente las poblaciones que requieren de infraestructura especializada como los niños y las niñas, las mujeres embarazadas, las personas con discapacidad y las personas de la tercera edad. Dicho de otro modo, demanda (re) hacer la ciudad a partir de quienes transitan en ella, y no obligar a los usuarios y usuarias a “adaptarse” a lo que hay, especialmente cuando la prioridad en la práctica todavía la mantienen los vehículos motorizados. Hacer rampas para sillas de ruedas, implementar vehículos con ascensores que permitan subir a las mujeres embarazadas, las niñas y niños y personas de la tercera edad podrían ser un buen ejemplo.
Finalmente, la oportunidad supone la garantía de transportarse utilizando significativamente menos tiempo para realizar las actividades cotidianas; es decir, sin márgenes innecesarios de tiempo, los cuales reflejan, curiosamente, las desigualdades sociales. Nuevamente, según detalla el reporte de Lima Cómo Vamos, así como hay personas que en promedio pueden demorar máximo media hora en movilizarse para estudiar y/o trabajar (incluyendo ida y vuelta), existen otras que utilizan al menos 2 horas de su día para lo mismo. Múltiples factores como el tipo de transporte y el distrito de procedencia y llegada están en juego, pero a su vez todos ellos reflejan la dificultad que aún existe para generar múltiples polos de empleo y estudio que no se encuentren en distritos contiguos ubicados en la misma zona geográfica. Si bien ya se ha avanzado un poco en esto, se requieren medidas como el mantenimiento de vías, el ordenamiento de rutas, la construcción adecuada de infraestructura complementaria (ciclovías, puentes peatonales), adecuada señalización, entre otras.
Como puede verse, es posible pensar una ciudad diferente. En este marco, a pesar de que aún queda un largo camino que recorrer, el Estado peruano y diversas organizaciones sociales e internacionales vienen generando propuestas para ir afirmándolo, pues el derecho a tener entornos saludables, satisfactorios y que generen oportunidades para hacer todas nuestras actividades debe dejar de ser una promesa. Llegar a la cita médica era fundamental para la vida de Óscar, llegar a la exposición era necesario para Liliana. Hay que partir de ellos.
Lima, 11 de febrero de 2019
BIBLIOGRAFÍA
Lima Cómo Vamos (2018). Encuesta Lima Cómo Vamos 2018: IX Informe de percepción sobre calidad de vida en Lima y Callao. Lima Cómo Vamos/Observatorio Ciudadano. Disponible en: http://www.limacomovamos.org/
Lindquist, E., Vincent, S. y Wanna, J. (2013). Putting Citizens First: Engagement in Policy and Service Delivery for the 21st Century. Australia: ANU Press.
MTC (2018). Guía para la implementación del Programa Presupuestal 0148: Reducción del tiempo, inseguridad y costo ambiental en el espacio urbano. Lima, GIZ/ENACCIÓN.
PCM (2018). Modernización de la Gestión Pública al 2021. Lima. Secretaría de Gestión Pública (SGP), de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM).
NOTAS
[1] GIZ desarrolla un proyecto denominado «Reforma del Estado orientada a la ciudadanía»: https://www.giz.de/en/worldwide/31238.html
[2] Véase también la propuesta sobre Modernización de la Gestión Pública al 2021, Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) http://www2.congreso.gob.pe/sicr/cendocbib/con4_uibd.nsf/8C26ACE86B1726BB05257C310057B6F9/$FILE/1_pdfsam_Cartilla_Modernizacion.pdf