El 11 de octubre 2011, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó esta fecha para conmemorar el día internacional de la niña. No es una fecha para hacer regalos (menos aun de color rosa), sino para recordar e interpelarnos cuánto hemos avanzado como Estado, gobierno y sociedad civil, en el reconocimiento de sus derechos. Una fecha para evaluar(nos) si les estamos garantizando las oportunidades para su desarrollo pleno, para crecer libres, autónomas, seguras, decididas, en entornos seguros que las protegen y alientan; si estamos logrando revertir los problemas que amenazan su seguridad, bienestar e integridad.
Lamentable y dolorosamente, en el Perú estamos tan lejos de decir que somos un país que respeta y garantiza los derechos de las niñas. Cada día, en el Perú, 4 niñas entre 10 y 14 años se convierten en madres y cada hora hay 6 nacimientos en adolescentes de 15 a 19 años [1]. Entre el 2020 y 2021 el registro de nacimientos vivos en niñas de 10 a 14 años aumentó de 1,158 a 1,430 y luego a 1,625 en el año 2022, según cifras disponibles del Ministerio de Salud citadas por UNFPA [2]. En su mayoría, son embarazos no deseados productos de violación (todos los casos entre 10 y 14 años): Según reporte del Informe de CIDH (2020), citado por la Defensoría del Pueblo en el año 2022: “En el Perú, 1 de cada 5 niñas menores de 15 años ha sufrido violación sexual de las cuales la fiscalía solo conoce el 15 % (CIDH, Informe 2020); mientras que sólo en el primer semestre del 2023 se reportaron 14.500 casos de violencia sexual, cifra de la cual el 70% corresponde a niñas y adolescentes, según datos registrados en los Centros de Emergencia Mujer (CEM) del Ministerio de la Mujer. En los últimos tres años, se atendió más de 45 mil casos de agresión sexual teniendo como víctimas a niñas y adolescentes de 0 a 17 años (INFOBAE, 2023).
Un embarazo adolescente tiene importantes consecuencias personales y sociales. En lo personal, limita el acceso a derechos, como el educativo al interrumpir la trayectoria educativa, al ser una de las principales causas de desvinculación del sistema escolar; genera estigmatización y aislamiento social y fuerza a la adolescente a asumir roles de cuidado, cuando debiera estar estudiando; asimismo, incrementa el riesgo de exposición a uniones forzadas; finalmente, pone en riesgo la propia vida de las niñas pues sus cuerpos y psique no están suficientemente maduros como para lidiar con todo lo que supone llevar adelante un embarazo que es producto de la violencia. En la esfera social hay también efectos negativos: en el plano educativo, existe evidencia que demuestra que el nivel educativo de las madres es una de las variables con más impacto en el logro académico de los estudiantes; al limitar el acceso a oportunidades educativas, se reproduce la transmisión intergeneracional de la pobreza. En el Tablero digital de UNFPA se estima que, sumando a todas las mujeres adultas que fueron madres en la adolescencia, el embarazo adolescente le cuesta al Perú USD 1,010 millones.
Estos embarazos, ya se dijo, son en su mayoría no deseados y producto de violación, hechos que ocurren mayormente en el entorno cercano de la niña. Lo más grave es que no se trata de hechos aislados o únicamente una patología individual, también son expresión una manera de concebir a la mujer y su rol en la sociedad, estereotipos que enfatizan los fines reproductivos y la imagen de lo femenino como objeto sexual y subordinado. Mensajes que a veces se transmiten de manera muy sutil a lo largo de la vida como cuando se enfatiza a las niñas que deben agradar, “verse bien”, complacer, acatar; o mensajes que se transmiten a las niñas respecto a un rol de obediencia.
En este marco, la Educación Sexual Integral (ESI), desarrollada dentro y fuera de la escuela, representa una estrategia formativa que actúa para prevenir el riesgo y también para promover cambios y erradicar aquellas situaciones que perpetúan la violencia sexual. Las niñas, también los niños, tienen derecho a crecer en entornos seguros y a acceder a una educación que les permita desarrollar competencias para el cuidado de sí mismas y de los demás, para relacionarse con otra/os en condiciones de igualdad (sin subordinar ni subordinarse), para establecer relaciones igualitarias y libres de violencia, para acceder a información científica, basada en evidencias y, así, hacer un ejercicio pleno, responsable y seguro de su sexualidad,
La ESI en su dimensión formativa y promocional, compromete a todos los actores de la comunidad educativa, brinda información y propicia el análisis y reflexión sobre creencias, prejuicios y estereotipos que normalizan o justifican la violencia sexual y es necesario erradicar: “… la ESI aporta a cambios que no solo se limitan al cuidado de la salud, sino que también brinda una serie de conocimientos, actitudes y habilidades que favorecen el pensamiento crítico, el desarrollo de habilidades, el autocuidado y cuidado del otro, el ejercicio de la ciudadanía y la convivencia democrática.” (Lineamientos ESI, RVM 169-2001, p. 3).
Pero la ESI no se limita a la escuela, por lo mismo que los problemas que se busca prevenir y erradicar son parte del entorno comunitario en el que se desenvuelven las niñas, niños y adolescentes y es la comunidad la que necesita transitar de un rol pasivo e indiferente a uno activo en la prevención, identificación y denuncia de situaciones que violentan el bienestar, seguridad y desarrollo integral de la niñez y adolescencia. La ESI comunitaria (ESI-C) ocupa este espacio y es una oportunidad para enseñar sobre sexualidad a niñas, niños y adolescentes (NNA), complementando lo que se da en la escuela o llenando este vacío cuando las instituciones educativas no cumplen con su obligación de desarrollar ESI como parte del currículo escolar. Permite también llegar a aquellos que no asisten a la escuela de manera regular y de manera particular a grupos específicos en situación de vulnerabilidad. Es una manera segura de prevenir un embarazo a temprana edad y transformar mentalidades.
En este día internacional de la niña, asumamos nuestra responsabilidad hacia ellas, demandemos al Estado una educación que las forme y les de instrumentos para desarrollarse y materializar sus sueños. Una educación sexual integral es una de las mejores maneras de cumplir con ellas.
Lima, octubre 2023
[1] UNFPA, Tablero digital sobre el embarazo y la maternidad en niñas y adolescentes en el Perú.
[2] https://bit.ly/3PUpY6W