Roberto Barrientos Mollo | EDUCACCIÓN
¿Deben los chicos volver a las escuelas? Existen dos corrientes de opinión al respecto. Los que apoyan el retorno y los que no. Los que están en contra del retorno centran sus argumentos en el ámbito de la salud de los estudiantes, familias y docentes. Respecto a la opinión de este último grupo, en una escuela de 78 docentes al realizar la encuesta de quiénes estarían dispuestos a volver (dado que el retorno es voluntario) solo 6 docentes respondieron que sí. Es decir, solo el 7% de los docentes. Esto debido a que buena parte de la población docente es mayor de 50 años, es decir, se encuentra en el grupo de riesgo.
Los que están a favor del retorno argumentan que los chicos están perdiendo aprendizajes y abogan por el bienestar socioemocional de los mismos que se verá satisfecho en las escuelas. Además, la carga que representa para los padres velar por la custodia de sus hijos, sobre todo de años menores.
Como se puede ver ambas posturas tienen argumentos válidos: Por un lado, es cierto que es necesario cuidar la salud de los jóvenes, sus familiares de edad avanzada y de los docentes en el rango de riesgo; por otro lado, los niños y jóvenes necesitan espacios de aprendizaje y socialización, y es cierto que los padres necesitan el apoyo en la custodia de sus menores hijos para que ellos puedan dedicarse a su trabajo a tiempo completo.
¿Cuál es la postura correcta?
Como se dijo las dos son válidas. Analicemos la primera postura, cuidar de la salud y evitar el contagio. La humanidad ha sobrevivido a pandemias más agresivas antes y lo seguirá haciendo, por lo que es necesario después de casi dos años retomar las actividades sociales, económicas y educativas. Asimismo, la mayoría de la población está vacunada y se sabe que una persona vacunada que se contagia tiene menores posibilidades de ser hospitalizada y morir. Esto hace que el argumento de la salud pierda fuerza. Por lo tanto, el retorno a la vida social, incluidas las actividades educativas es factible.
La segunda postura tiene dos caras de las cuales estoy de acuerdo con la segunda: el bienestar emocional. Los estudiantes necesitan la dimensión de socialización que ofrece la escuela. Actividades como encontrarse e interactuar con sus pares físicamente son clave para su desarrollo y bienestar. Con la primera, logros de aprendizaje, no estoy totalmente de acuerdo porque, como se sabe, el sistema educativo presencial ha venido fracasando y dando tumbos en las últimas décadas tratando de cumplir su fin de generar aprendizajes. Las pruebas internacionales y las encuestas a empresas muestran que no satisfacen las expectativas ni de los gobiernos sobre lo que deberían aprender ni de los mercados ni de la sociedad que espera ciudadanos empoderados. Entonces, si se sabe que las escuelas no generan aprendizajes ni preparan una fuerza laboral para el siglo XXI ni forman ciudadanos para el presente, deberían enfocarse en lo que sí son buenas que es cuidar a los chicos para que los padres puedan ir a trabajar. Por lo que las escuelas deberían afinar estrategias para hacer lo que sí logran sin quererlo. Deberían de colaborar y generar andamiajes para que los estudiantes puedan tener mayores niveles de bienestar emocional diseñando espacios de interacción formal e informal con sus pares.
Es necesario recordar que los sistemas educativos fueron diseñados para cuatro fines: Custodiar, controlar, clasificar y aprender. En el periodo de la pandemia se ha evidenciado la valía del primer fin: La sociedad necesita de espacios para que los niños y jóvenes puedan pasar tiempo mientras los padres van a trabajar. Espacios donde se cuide de su salud, de su seguridad física y emocional. En ese fin debería de enfocarse la escuela. El fin de aprendizajes se sabe que ya migró fuera de la enseñanza regular hacia los márgenes, como son los talleres extracurriculares, clubes de intereses particulares y experiencias en el mundo real como viajes, pasantías laborales, etc. Lo que la escuela podría hacer es mirar esas experiencias y apoyarlas, pero no tratarlas de incluir dentro, porque en el momento en el que las quiere incluir las vuelve obligatorias y automáticamente mata el interés libre de aprender.
Propuestas de acciones
Entonces, ¿para qué volver y qué hacer en esos tiempos? En las acciones propuestas se deben estar puestos los esfuerzos para idear soluciones en cada una.
- Para socializar con compañeros y recibir/ofrecer apoyo y contención socioemocional a docentes, estudiantes y sus familias. Han muerto muchos docentes y muchos chicos han perdido familiares y padre y madre. Por lo que mal haría un docente si solo quiere recuperar temas curriculares. Por lo que el tiempo debe dedicarse a escucharse mutuamente e iniciar un trabajo de contención emocional. En una de las escuelas de nuestra red una niña que es hija única perdió a sus dos padres, volver directamente a ponerse al día con materias académicas no creo que sea lo más conveniente.
- Para aprender en amistad y en bienestar emocional. Existen estrategias pedagógicas que ofrecen al mismo tiempo sanación (Ng, 2012) y logros de aprendizajes elevados. Las escuelas podrían realizar todos los días las Tertulias dialógicas, ya sean las literarias con clásicos de la literatura, artísticas, musicales o cinematográficas (Yeste et al., 2018)y la metodología de Relación Tutora que permite aprender todas las materias de la mano de un compañero (Rincón-Gallardo & Elmore, 2012).
- Para trabajar por proyectos e interáreas. En muchas escuelas han ocurrido grandes avances al respecto. Entonces, se deberían explorar posibles transiciones de lo online a lo presencial para que en los espacios físicos no se pierda estos avances. En ese sentido es importante escuchar la voz de las escuelas (Barrientos, 2021).
Conclusiones
En conclusión, es importante volver a la escuela, pero siempre teniendo claro que la vuelta no asegura que se den buenos aprendizajes de manera automática. Es necesario tener en cuenta que se puede volver para peor. Para lo cual cada escuela debe de recoger y rescatar lo mejor de la educación a distancia como es la libertad y flexibilidad en los tiempos de aprendizaje de cada estudiante; mayor apertura para usar diversas estrategias evaluativas como el e-portafolio, videoevaluación o trabajos en grupos.
El 2022 y quizá los siguientes años tengan una impronta híbrida a nivel laboral, escolar y universitario. Esta realidad posible debe ser vista no como una carencia, sino como un portal a un mundo de ambientes de aprendizaje ilimitados. En los que el único límite es la creatividad de los equipos docentes y responsables de las políticas públicas.
Lima, 09 de noviembre de 2021
Referencias
Barrientos, R. (2021). ¿Cómo enfrentar la educación híbrida? La voz de los directores. http://www.robertobarrientos.com/2021/09/como-enfrentar-la-educacion-hibrida-la.html
Ng, M. (2012). El poder sanador de la relación tutora. https://www.academia.edu/9272556/El_poder_sanador_de_la_relaci%C3%B3n_tutora
Rincón-Gallardo, S., & Elmore, R. (2012). Transforming Teaching and Learning Through Social Movement in Mexican Public Middle Schools. Harvard Educational Review, 82(4), 471–490. https://doi.org/10.17763/haer.82.4.46751717307t4j90
Yeste, C. G., Casadó, R. G., Pascual, A. M., & Viñas, T. P. (2018). Dialogic literary gatherings and out-of-home child care: Creation of new meanings through classic literature. In Child & Family Social Work (Vol. 23, Issue 1, pp. 62–70). https://doi.org/10.1111/cfs.12384