Eduardo León Zamora | EDUCACCIÓN
Si la posibilidad de educar en igualdad de género, asumir una perspectiva feminista en la educación o brindar educación sexual ya pone nerviosos a los grupos conservadores, fundamentalistas y antiderechos, imagínense sus reacciones frente a la inclusión de la diversidad sexual en el currículo escolar. Pero no solamente los sectores más extremistas reaccionarían escandalizadamente, sino me imagino que también grupos menos cerrados y más “democráticos” levantarían objeciones y cuestionamientos sobre este tipo de propuestas. Bueno es culantro, pero no tanto, seguramente afirmarían.
A los argumentos típicos de las tribus fanatizadas, que seguirían apelando a los mandatos religiosos, a la moral y a las buenas costumbres y, por supuesto, al orden natural; y continuarían atribuyendo propósitos oscuros de perversión, homosexualización y confusión de las mentes inocentes de niñas y niños, se sumarían muchos PEROS: Pero las niñas y los niños están preparados para ese tipo de información; pero el profesorado no está formado para trabajar sobre la diversidad sexual; pero se estaría introduciendo a la infancia a un conjunto de sexualidades complejas e ininteligibles. Y muchos PEROS más que nos revelan más nuestros miedos y prejuicios que una postura fundamentada.
Tal vez, en parte, la propia denominación de Diversidad Sexual pueda confundir. Y la primera aclaración debería ser que abordar el tema de las sexualidades diversas no se centra en la vida y hábitos sexuales de la comunidad LGTBI, sino en los derechos de personas con sexualidades diferentes a la heterosexual y a sus aspiraciones de vida, que son iguales a las de todo el mundo. Esto significa que son individuos que quieren estudiar, trabajar, amar, expresarse y crear libremente como cualquiera.
Nuestra mirada hacia la comunidad LGTBI está increíblemente hipersexualizada. Vemos primero su sexualidad que su condición de personas. Creemos que son seres anormales y desviados que lo único que piensan y quieren es follar. No nos los imaginamos aspirando a un puesto de trabajo, dedicados, a su vida laboral y profesional, construyendo vidas en familias propias, activando políticamente en partidos o comprometidos con la conservación del ambiente o con el arte. Nuestra visión sesgada de estas personas es la que, equivocadamente, nos hace creer que el abordaje formativo sobre esta población, seguramente, va a estar centrada sobre su actividad sexual.
La primera tarea de una educación que toma en cuenta la diversidad sexual es la normalización del colectivo LGTBI, es decir, hacer que niños y niñas conozcan y comprendan que los miembros de la comunidad LGTBI no son marcianos. Son terrícolas como nosotros y forman parte de nuestras comunidades. Existen. Y no son bichos raros.
Para ello, deben ver imágenes variadas y no estereotipadas de gente LGTBI en roles y situaciones variadas. Deben identificar personajes LGTBI que han existido a lo largo de la historia y en diferentes campos. Las experiencias de vida de niñas, niños, adolescentes, jóvenes y personas adultas del universo LGTBI deben ser visibilizadas y abordadas con naturalidad en clases.
Es importante que los estudiantes vean lesbianas que tejen o que son arquitectas; y no dedicadas a trabajos rudos. Gays que son médicos o mecánicos, y no peluqueros. Personas trans como ejecutivas de empresas o comerciantes formales; y no como prostitutas. Intersexuales como líderes políticos o chóferes de taxi, etc. En otras palabras, es importante ver a, todas estas personas en los múltiples oficios, roles y actividades que la sociedad les niega en el espacio público y privado. Es necesario comprender que tienen las potencialidades para todo, siempre y cuando tengan las oportunidades.
Especial atención requiere el acercamiento a lo que piensan y sienten las personas LGTBI de diferentes edades y origen: Sus preocupaciones, sus miedos, sus inseguridades, sus deseos y sus aspiraciones a fin de que se les comprenda mejor y se les perciba en toda su humanidad.
Si nuestros estudiantes conocen sobre la vida de las personas LGTBI y las ven como otro de los tantos grupos que conforman la diversidad humana y los ubican dentro del registro de lo humano, no en los márgenes de la vida social, en el mundo de lo delincuencial, en las sombras de una vida anormal y extraña; entonces se estarán preparando para constituir una sociedad más respetuosa de las diferencias.
La segunda gran tarea es la desestereotipación, es decir, romper los estereotipos que se han anclado en el imaginario social sobre los diversos sujetos LGTBI para lo cual los medios de comunicación han jugado y juegan un papel nefasto, haciendo circular imágenes deformadas de este grupo para hacer escarnio y fomentar la burla.
Cabe hacer un paréntesis y señalar que los grupos antiderechos jamás han criticado la exposición de nuestras niñas y niños a personajes grotescos y obscenos que se presentan como encarnación de marcas, lesbianas y travestis, en papeles donde predominan las referencias sexuales morbosas e impostadas que deforman y denigran a ciudadanos LGTBI. Esta educación sexual falsificadora y reproductora de la discriminación y la desigualdad contra la gente LGTBI y también contra las mujeres, es la que no moviliza críticamente a los antiderechos en defensa de la niñez o de la moral.
Los estereotipos perpetúan imágenes negativas y distorsionadas de grupos humanos. Y el primer estereotipo a combatir es el de la reducción de las personas LGTBI a su sexualidad. La sexualidad es un aspecto de su vida y punto. Hay todas las demás dimensiones de, sus vidas que deberíamos tomar en cuenta.
El segundo estereotipo más perjudicial es el que se produce por la homogenización de la diversidad: Todo gay es afeminado. Toda lesbiana es ahombrada. Todo trans es homosexual. Todo intersexuales es bisexual. Todo bisexual es un marica encubierto, etc. No es así. Dentro de cada uno de estos subgrupos hay mucha diversidad. Hay gays muy varoniles. Hay lesbianas muy femeninas. Hay trans que son heterosexuales, etc.
Conocer esa diversidad rompe estereotipos y prejuicios.
La tercera gran tarea de la educación es brindar soporte y orientación a niñas, niños y adolescentes LGTBI. Por supuesto, nadie puede determinar a ojo de buen cubero quien es o será miembro del colectivo. Pero todo estudiante debe saber y sentir que ser un individuo LGTBI no es malo, raro ni anormal; y que en su institución educativa se les acoge y ofrece consejería. Esto significa, entre otras cosas, que el Minedu, en el mejor de los casos, debe contar con guías y protocolos para atender a estudiantes con otras identidades de género y otras sexualidades. No es suficiente combatir el bullying homofóbico. Hay que crear escuelas acogedoras de la diversidad.
Sabemos del sufrimiento de estudiantes que experimentan situaciones de confusión y soledad porque no encuentran referentes ni apoyos para comprender sus identidades y sus sexualidades. Esto no puede suceder en una I. E. En casos extremos donde además hay bullying, esto puede desembocar en suicidios.
La cuarta gran tarea es visibilizar y cuestionar todas las formas de violencia, discriminación, explotación, desempoderamiento e imposición cultural que enfrentan las personas LGTBI, así como las formas de combatirlas activamente en todos los frentes.
Todo estudiante debe desarrollar en la escuela los recursos, los argumentos, el coraje, las capacidades y los valores para luchar contra el odio.
Para llevar a cabo estas tareas educativas hay que enfrentar varios desafíos. Sin duda, el principal obstáculo lo encontraremos en especialistas del propio MINEDU, de las DRE y de las Ugel, es decir, en aquellos que deberían impulsar estos cambios. Los prejuicios que hay que superar son enormes. Las confusiones sobre lo que se entiende erróneamente por formación moral representa un serio escollo. Los miedos y el pudor para enfrentar la propia sexualidad, requiere de un profundo y urgente proceso formativo. El rechazo hacia el colectivo LGTBI linda con el asco y la incomprensión. Igual, sucede con el profesorado. La LGTBI-fobia se suma a la misoginia. Está, en realidad, profundamente ligada a ella.
La producción de materiales educativos para estudiantes y de guías docentes ayudaría a trabajar pedagógicamente la diversidad sexual. Sería un buen primer paso. La formación docente y la diversificación curricular desde esta perspectiva, otro.
El Estado tiene la obligación de empezar a afrontar las tareas señaladas porque son la base para terminar con la violencia y la intolerancia a las diferencias. Una educación abierta a la diversidad humana siempre será la base para construir en una sociedad justa, libre y democrática donde nadie sobra, donde todas y todos cabemos.
Lima, 9 de marzo de 2020