Viaje al 2036

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EDITORIAL

Cuando se crea el Consejo Nacional de Educación (CNE) el 2002 y recibe el encargo de formular un Proyecto Educativo Nacional al 2021, no estaba, no podía estar, en la cabeza de ninguno de sus integrantes que, antes de cumplir su plazo, la IBM lanzaría el primer computador cuántico de uso comercial, capaz de superar en velocidad y capacidad de cálculo a las computadoras más poderosas hasta hoy inventadas; que una empresa estadounidense, filial del MIT, pondría en las calles de Singapur el primer taxi robótico del mundo; o que una nave espacial china llegaría a la Luna para explorar por primera vez su lado oculto.

Tampoco pudieron prever, naturalmente, que un gobernante loco de un país vecino incendiaría la selva amazónica, que casi todos nuestros próximos presidentes terminarían en la cárcel acusados de corrupción, ni que se empezaría a escribir un nuevo proyecto cinco años antes de haber culminado su periodo el que estaban justamente por empezar a formular.

El Consejo Nacional de Educación de entonces ni el de ahora ha tenido una bola de cristal entre sus activos. Pero hay alternativas para echar un poco de luz sobre el futuro que nos esperaría. Es así como el actual CNE inició el proceso de elaboración de un nuevo proyecto educativo al 2036, analizando y discutiendo las visiones del futuro del país en el campo de la ciudadanía, la corrupción, la demografía, el medioambiente, la tecnología, el empleo y la productividad, así como también los nuevos enfoques en materia de aprendizaje, docencia o gobernanza del sistema educativo.

¿Qué pasará con el país y el mundo en los próximos 18 años? ¿En qué condiciones económicas, ambientales, políticas y sociales llegaremos al 2036? ¿tendremos para entonces un sistema educativo moderno y descentralizado, con capacidad para atender con calidad y con prioridad a los sectores más vulnerables de nuestra población? ¿Hasta qué nivel habrá llegado la automatización del ciclo productivo en el país y cómo habrá afectado el empleo? ¿Se habrá eliminado o habrá recrudecido la pobreza y la desigualdad social?

Tengamos en cuenta que la virtud de todo proyecto, en cualquier orden de cosas, está precisamente en su capacidad no solo para anticipar futuros probables, sino para diseñarlos y construirlos. En ese sentido, el análisis de la situación actual y de las tendencias, sea en el mundo de las ciencias, la producción, la sociedad o la política, no nos servirá para predecir cuándo ocurrirá un terremoto, pero sí debería permitirnos anticipar algunos escenarios. También, por supuesto, nos servirá para tomar las decisiones que nos permitan construir los que más nos interesan, aún a sabiendas que la incertidumbre será siempre nuestra compañera de viaje.

De todos modos, como quiera que ya es la segunda vez que el país hace el esfuerzo por diseñar un proyecto nacional a largo plazo para su educación, bien valdría la pena tomar muy en serio la evaluación del primer proyecto, que acaba de publicarse, y que en teoría sigue vigente con una importante agenda pendiente. Aprender de esta experiencia debe ser una obligada condición de éxito de las nuevas apuestas.

Un Proyecto Educativo Nacional que se propone una educación de calidad para todos, no puede cumplir esa vieja aspiración republicana sin reformar estructuralmente el sistema. ¿Cómo se hace eso en medio de las enormes murallas que actualmente lo impiden? En esta edición vamos a compartir algunas reflexiones y aportes a este proceso, que se suman a los que ya vienen produciéndose en los numerosos Grupos Impulsores y equipos de consulta que se han constituido a lo largo del país. La sesión está abierta y pueden anotarse todos los que tengan algo que aportar.

Lima, 13 de setiembre de 2019
COMITÉ EDITORIAL