Muchas personas nos hemos conmovido, indignado, preocupado e incluso nos hemos organizado para manifestar nuestro sentir frente a la cantidad de casos de violencias contra las mujeres, niñas y adolescentes en lo que va del año. Demandamos que el Estado asuma su deber en la atención oportuna y sobre todo en la prevención para que no continuemos sumando cada vez más casos.
Una realidad insostenible
A la fecha se han registrado más de 50 casos de feminicidios. Según el Ministerio Público, en un año, entre febrero de 2022 a febrero de 2023, se registraron 283 mil denuncias sobre casos de violencia contra la mujer.
Según la Defensoría del Pueblo, este año, entre enero y febrero, se reportaron 2764 casos de violencia sexual hacia niñas/os y adolescentes; el 92 % dirigidos a niñas y adolescentes mujeres.
Esta problemática es tan compleja al estar arraigada a este sistema en el que vivimos y es por eso que requiere un cambio profundo, accionar desde distintos frentes y sobre todo hacerlo de manera colectiva. Uno de estos frentes que no solemos mirar con tanta profundidad es la escuela. Los espacios educativos son importantes ámbitos de socialización. Recordando a Bourdieu y Passeron, son también (y lamentablemente) espacios reproductores de la desigualdad y la dominación; sin embargo, estos también pueden ser espacios de resistencia y cambio.
En esa línea, actualmente en Perú contamos con lineamientos para el desarrollo de la Educación Sexual Integral (ESI) y un enfoque transversal de Igualdad de Género; ambos son puntos de partida importantes para trabajar en ese cambio y formación para la vida que necesitamos se forje desde la escuela.
Lo importante es prevenir
Trabajar en la prevención de casos de violencias de género desde la educación básica puede asegurar que tengamos personas adultas conscientes de la desigualdad existente y de su poder para cambiar esa realidad, menos feminicidas y violentadores, así como menos vidas apagadas a causa del machismo.
Uno de los objetivos de la ESI es aportar a la prevención de problemáticas como el embarazo, la paternidad o maternidad a temprana edad, las infecciones de transmisión sexual, la violencia sexual, la trata de personas, la violencia en el enamoramiento, la violencia en entornos virtuales y el acoso escolar basado en la orientación sexual e identidad de género, entre otras. Es decir, prevenir casos como los descritos al inicio de este texto.
Y si la razón anterior no basta para defender e impulsar la ESI, consideremos que sus objetivos están alineados con el perfil de egreso, los enfoques transversales y las competencias propuestas por el Currículo Nacional de Educación Básica. Además, la ESI no es un invento progresista aislado, como algunos grupos conservadores manifiestan; sino que está enmarcada en normativas y políticas nacionales y en compromisos internacionales como los ODS.
A diferencia de lo que creen aún muchas personas, la ESI no constituye una guía o empuje hacia las relaciones sexuales tempranas; sino que presenta diversas características que justamente la vuelven integral al enfocarse en el desarrollo de la persona desde distintas dimensiones y enfoques. La ESI es formativa, preventiva, promocional, integral, científica, progresiva y sistemática (MINEDU, 2020). Es formativa en la medida que fomenta competencias y capacidades vinculadas al fortalecimiento de la identidad y desarrollo del estudiantado para la construcción de una ciudadanía activa. Es preventiva al desarrollar capacidades en el estudiantado para la identificación de situaciones de riesgo. Es científica porque se basa en evidencia desde las ciencias de la salud, psicológica, sociológica, antropológica, biológica, entre otras. Es progresiva porque tanto en sus contenidos como en el proceso de acompañamiento, es continua y diferenciada de acuerdo al nivel educativo, la edad y la madurez del estudiantado.
Una cuestión de derechos
La ESI está íntimamente relacionada al enfoque transversal de Igualdad de Género al buscar la comprensión de la realidad en la que nos encontramos y establecer acción a partir de ese reconocimiento. Para comprenderlo funciona perfectamente este ejemplo de “ponernos los lentes”. Estos “lentes” nos permiten ver la realidad o problemáticas relacionadas al género, del mismo modo tomaremos decisiones y acciones bajo esa comprensión. El enfoque de igualdad de género al ser transversal debe vivirse en todas las áreas y espacios del sistema educativo; es decir no se limita a un área en particular, sino que cada docente tanto de matemáticas como de arte o educación física deben ejercer práctica pedagógica desde ese enfoque.
Tanto la ESI como el enfoque de Igualdad de Género promueven la igualdad, dignidad, justicia y empatía, valores básicos cuando hablamos de prevención de violencias de género.
Es imprescindible comprender que los derechos, deberes y oportunidades de las personas no dependen de la genitalidad que tengamos; e independientemente de nuestro género debemos tener las mismas posibilidades para ejercer nuestros derechos, para el desarrollo de nuestras capacidades y acceso a oportunidades de desarrollo.
Estos puntos de partida sustentan que las mujeres, niñas y adolescentes mujeres también somos personas merecedoras de dignidad, respeto y seguridad. El Estado debe asegurar que esta sociedad deje de ser un espacio permisivo frente a las violencias que nos afectan; y nuevamente, ese trabajo empieza desde las niñeces. Hasta parece sentido común comprender que un niño que crece reconociendo que está mal violentar y reconoce a las niñas como iguales, tiene menos probabilidades de convertirse en un adulto feminicida, violador o que ejerce cualquier otro tipo de violencia contra las mujeres.
A pesar de lo logrado en defensa de una educación en igualdad, aún es necesario continuar vigilantes y en exigencia con el Estado para que cada lineamiento, normativa y guía que genera esperanza realmente se ejecute, para que se destinen recursos orientados a la formación del profesorado tanto en ESI como en los enfoques transversales y finalmente podamos ver materializado el trabajo de maestras y maestros que en compromiso con una educación para el cambio hacen de sus prácticas docentes un lugar de resistencia.
Lima, 2 de mayo de 2023