En el centro poblado Nueva Esperanza de Panaillo, en Pucallpa, una menor de 13 años fue víctima de violación sexual por parte del psicólogo de la Unidad de Protección Especial (UPE) de Ucayali que la atendía, Luis Yacila Ortega. Producto del abuso sexual la menor se encuentra en estado de gestación. Pero este caso no es aislado, según UNICEF (2023) en Perú cada día se registran aproximadamente 22 casos de violación sexual, principalmente contra adolescentes mujeres. Si a esa cifra se agregan las denuncias por tocamientos y otros tipos de violencia sexual contra menores, el número se eleva a 34 casos por día.
Como muestran las cifras mencionadas, la violencia contra mujeres, niñas y adolescentes es ampliamente evidente; por lo que es esencial abordar y reconocer esta realidad de manera integral. A propósito de este llamado, cabe recordar que cada 25 de noviembre, a partir de 1999, se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, por disposición de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en recuerdo del asesinato de las hermanas dominicanas Mirabal durante la dictadura de Trujillo.
Esta fecha nos recuerda que aún tenemos que enfrentar situaciones violentas que ponen en desventaja a mujeres, niñas y adolescentes e incluso ponen en riesgo nuestra vida. Frente a tal panorama desde los distintos sectores de la sociedad debemos tomar acción para asegurar vidas dignas para todas. Es así que el sector educación no debe mantenerse al margen, sino que debe ser un espacio fundamental desde el que se trabaje principalmente en prevención de las violencias de género.
En Perú contamos con la Ley N° 30364 que es una norma central promovida por nuestro Estado con el fin de prevenir, erradicar y sancionar toda forma de violencia contra las mujeres por su condición de tales, y contra los integrantes del grupo familiar, producida en el ámbito público o privado. Particularmente cuando se hallan en condiciones de fragilidad debido a su edad o situación física, como es el caso de las niñas, niños, adolescentes, personas mayores y personas con discapacidad
Además, contamos con el enfoque transversal de Igualdad de Género en la educación que ofrece lineamientos para reconocer, examinar y cuestionar los diversos estereotipos atribuidos a hombres y mujeres en relación con sus modos de pensar, sentir, actuar o interactuar. Este proceso busca valorar la igualdad y desarrollar capacidades para participar de manera equitativa en diversas actividades.
La desigualdad de género presente en los espacios educativos es un reflejo de nuestra sociedad. La exclusión y discriminación en la educación son el resultado de factores políticos, económicos, sociales y culturales que influyen en las oportunidades individuales y colectivas. Es crucial considerar tanto las experiencias a nivel micro, el desarrollo personal de la identidad, como los factores a nivel macro y el avance en cuanto a las políticas educativas.
La educación desempeña un papel fundamental en la erradicación de la violencia de género, dado que esta tiene sus raíces en creencias y estereotipos que han sido normalizados. La escuela es un espacio fundamental de socialización y cumple una función clave en la formación y el desarrollo de las personas. La implementación de un enfoque de igualdad de género resulta esencial para combatir y erradicar nociones tan arraigadas como el machismo y para eliminar la violencia dirigida hacia niñas, adolescentes y mujeres. Este enfoque facilita la sensibilización e internalización de valores actitudes, contribuyendo al desarrollo de personas que valoran las diferencias y respetan a personas históricamente vulneradas. Asimismo, la escuela, en su papel de agente socializador, contribuye a suprimir prácticas discriminatorias y sexistas, promoviendo la igualdad de género. El enfoque de género en la educación se integra de manera transversal con otros enfoques, incluyendo el enfoque intercultural, que fomenta la convivencia basada en la diversidad cultural y lingüística, así como el enfoque que promueve el respeto a las diversidades culturales y sociales.
En la prevención de la violencia de género desde los espacios educativos, es necesario ejecutar acciones concretas efectivas. Por ejemplo, integrar la prevención en el currículum y planes escolares de manera sistemática, incluyendo indicadores de violencia de género claros. Además, es necesario que como profesionales de la educación y como parte de la comunidad educativa reconozcamos la importancia de la educación en la lucha para hacerle frente al sexismo y la violencia. Adicionalmente, debemos sustituir el modelo tradicional de educación vertical basado en el dominio y sumisión, por enfoques coherentes con los valores que demanda la sociedad actual y promover relaciones basadas en la equidad.
Se enfatiza la importancia de conocer el inicio de la violencia de género para prevenirla, así como identificar banderas rojas importantes que podrían dar un indicio de situaciones de violencia de género. Es fundamental también, que se ejecuten actividades específicas orientadas a la prevención, como la creación y distribución de recursos, la creación y promoción de programas, subrayando la necesidad de focalizar al público y sus necesidades específicas. Por último, se aboga por construir la igualdad y la no violencia desde un enfoque integral, incluyendo actividades específicas contra la violencia de género, la formación del profesorado, protocolos de actuación y la colaboración de toda la comunidad educativa. Estas recomendaciones buscan ir más allá de medidas puntuales, procurando una transformación integral en la educación para erradicar la violencia de género.
Como profesionales y parte de la comunidad educativa, nuestro compromiso debe ser activo y orientado al trabajo colectivo. Las acciones de prevención de las violencias de género no deben estar orientadas solo al estudiantado, sino que involucran inevitablemente a todas las personas que hacen parte de la comunidad educativa. Y aunque las acciones deben ser transversales y constantes, es necesario tomar en consideración fechas clave que profundicen en la reflexión sobre la violencia que afecta a numerosas mujeres, niñas y adolescentes. Esta reflexión debe incorporarse en nuestras prácticas educativas, en línea con los enfoques y normativas que promueven una educación equitativa, inclusiva y sensible al género.
Asumir una posición de genuino reconocimiento crítico es necesario para enfrentar y comprender la problemática en relación a las violencias de género, principalmente desde nuestro compromiso y responsabilidad personal, pero también desde nuestro deber educativo.
Lima, noviembre de 2023