Edición 95

Las barreras que enfrentan los estudiantes con altas capacidades

Urge incidir en los tomadores de decisiones para la creación de políticas en favor de esta población

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Existen varias razones por las que los estudiantes con altas capacidades tienen dificultades particulares en el sistema educativo tradicional. Unas son sus propias características cognitivas, que les hacen procesar más rápido la información y por lo tanto demandar una respuesta educativa adaptada por parte del docente. Otras tienen que ver con un entorno que los invisibiliza y no les da las oportunidades que necesitan. Hay razones que tienen que ver con los mitos que existen en base al desconocimiento de las altas capacidades, que agrava la situación de los estudiantes porque conlleva al reforzamiento de estereotipos desde los docentes, los pares y el resto de la comunidad educativa.

Pero también es importante observar de manera estratégica cómo podemos intervenir en favor de mejorar la experiencia del estudiante en el sistema educativo a nivel estructural, para ello es preciso atender las barreras que enfrentan los estudiantes con altas capacidades en el sistema educativo. En ese sentido, es menester entender qué es una barrera educativa.

Una barrera educativa es un entrampamiento, una dificultad, un cuello de botella en diferentes niveles y contextos producto de no repensar el servicio educativo desde una mirada de diversidad, atendiendo las diferentes necesidades que pueda tener el alumnado con un perfil no normativo. En el caso de los estudiantes con altas capacidades, hablamos de una diversidad cognitiva o neuro-divergencia. Existen varios tipos de barreras que enfrentan los estudiantes con altas capacidades en el sistema educativo.

La barrera principal, a mi criterio, es la barrera política o normativa, es decir, la falta de una ley específica que reivindique los derechos de las personas con altas capacidades y la falta de políticas públicas, lineamientos, modelos de servicio y normativas que regulen la prestación de servicios y métodos específicos para esta población. De esta barrera se deriva la falta de profesionales que asesoren y apoyen a los docentes en procesos de identificación y atención de los estudiantes con altas capacidades, documentos orientativos, oportunidades de capacitación o formación en servicio afines.

Para poder enfrentar esta barrera política, es necesario hacer incidencia política desde diversas fuentes: la clase política (el congreso, los partidos políticos), las universidades, los sectores de educación y salud. Esto implica también una organización desde los interesados, los padres de familia, investigadores, funcionarios en los distintos niveles de gobierno y quienes ya vienen dando servicios a las personas con altas capacidades. Podríamos tomar de ejemplo el nivel de organización que tienen los colectivos que respaldan a las personas con discapacidad, ya que ellos han logrado leyes, políticas públicas, organizaciones desde el estado y la sociedad civil, y sobre todo capacidad de incidencia política.

Pero también existen otras barreras igualmente difíciles de afrontar para los estudiantes con altas capacidades. Una de las principales es la barrera institucional. Esta barrera se deriva de la barrera política y normativa, e implica que la institución educativa no ha contemplado medidas con respecto a asegurar la atención de las necesidades de los estudiantes con altas capacidades desde la planificación y la gestión escolar. Esto significa que los estudiantes con altas capacidades no van a ser considerados en los procesos de planificación y gestión de la institución educativa, quedando relegados a la buena voluntad de los docentes que quieran implementar estrategias diferenciadas en su favor.

La manera de corregir la barrera institucional es tener en cuenta desde la planificación y gestión escolar la importancia de atender las necesidades educativas de los estudiantes con altas capacidades. De esta manera, quedará inscrito en los documentos de gestión, en los objetivos institucionales y por lo tanto serán exigibles medidas que satisfagan las necesidades de los estudiantes con altas capacidades tanto en el aula como fuera de ella.

Pero hay más barreras que se desagregan de la barrera institucional. La barrera organizativa, por ejemplo, Implica la falta de procesos de identificación de altas capacidades y de respuesta educativa a sus necesidades, pues no existen protocolos ni formas de identificarlos ni tampoco planes o marcos de referencia para establecer estrategias de atención educativa favorables para ellos.

Así, por ejemplo, se podrán adoptar medidas desde la dirección educativa para la capacitación de los docentes en la identificación y atención de los estudiantes con altas capacidades, la supervisión de medidas específicas frente a las necesidades reportadas en el aula de clases, así como la realización de eventos específicos institucionales enmarcados en el calendario escolar, celebración de fechas conmemorativas y medidas adicionales como la prevención del acoso escolar a estudiantes con altas capacidades, la orientación familiar y el acompañamiento pedagógico, etc.

También tenemos la barrera metodológica, es decir, la ausencia de adaptaciones curriculares, apoyos específicos o estrategias como el enriquecimiento curricular. Estas medidas tienen como finalidad tomar en cuenta las diferencias individuales y las necesidades que tiene cada estudiante con alta capacidad en el aula de clases, siendo el elemento que permite lograr la individualización de la enseñanza.

Finalmente, tenemos la barrera actitudinal, que implica la falta de sensibilidad que tienen los docentes para atender las necesidades educativas de los estudiantes con altas capacidades, pero también las del resto de la comunidad educativa. Esta barrera actitudinal incluye no solo a los docentes y directivos, sino también al resto de la comunidad educativa, por ejemplo los pares, que no suelen ser tolerantes con sus compañeros más capaces, y tienden a acosarlos o aislarlos. También forman parte de la barrera actitudinal los padres de los pares, quienes muchas veces no son conscientes del comportamiento de sus hijos y no ven el problema o hasta lo niegan cuando se les reporta. La barrera actitudinal incluye, a veces, al propio estudiante con altas capacidades quien, por influencia de un entorno poco estimulante, a veces agresivo, etc., cae en el aburrimiento, en la dejadez, en la desesperanza, y desarrolla una mala actitud frente a la escuela. En todos estos casos, una mejor actitud frente a las altas capacidades, ayuda a combatir los mitos y prejuicios que obstaculizan su desarrollo.

Para enfrentar todas estas barreras, haría una metáfora con la caída de dominós. Primero, es necesario organizar a los interesados en generar cambios para que podamos incidir políticamente, formar colectivos, agrupaciones y llegar a acuerdos para poder hacer incidencia política en los tomadores de decisiones para la creación de políticas, normativas y leyes en favor de esta población. Solo así podremos exigir a las instancias correspondientes las políticas y normativas para presionar a las instituciones educativas a que tomen en cuenta a los estudiantes de altas capacidades desde la planificación de sus objetivos, mejorando los entornos de su aprendizaje y atendiendo sus diversas necesidades e intereses.

Jose Manuel Delgado Taboada
Soy Magíster en Gerencia Social con mención en Gerencia de Proyectos y Programas Sociales por la Pontificia Universidad Católica del Perú, licenciado en Psicología con mención en Psicología Social por la PUCP. Cuento también un diplomado de Experto en Altas Capacidades por la UNIR. Gracias a mi tesis en Gerencia Social, que fue un estudio de caso del Programa PAENFTS, fui consultor y luego especialista en talento y superdotación en la Dirección de Educación Básica Especial del MINEDU por año y medio, tengo 10 años de experiencia en el sector de ONG en el desarrollo e implementación de proyectos sociales, y 7 años como docente en educación superior. Actualmente soy profesor de la Carrera de Psicología en la Universidad Científica del Sur.