Voltear la mirada a las aulas

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EDITORIAL

En el segundo semestre del año pasado, el ministerio de educación realizó un nuevo Monitoreo de Prácticas Escolares, observando la actuación en aula de 5 mil docentes de todo el país en 1,581 instituciones educativas urbanas y rurales de todos los niveles. Este monitoreo se viene realizando desde hace varios años y fue interrumpido solo por la pandemia.

Vale la pena comentar tres de los varios resultados que figuran en el informe, porque nos abren los ojos a lo que, más allá de los discursos y documentos oficiales, viene ocurriendo realmente en las aulas. Muy importante, pues la mirada de la opinión pública suele quedarse en la puerta de la escuela, es decir, no atraviesa sus paredes para ver qué les enseñan y cómo a los millones de niños, niñas y adolescentes que acuden cada día a ocupar una carpeta.

En primer lugar, se observó qué hacen los docentes para promover pensamiento crítico y razonamiento en los estudiantes. Para verificarlo, se observó el tipo de actividades que se desarrollaban en clases y el tipo de preguntas que formulaban. Lo que se encontró fue que el 82,3% de los docentes observados plantean actividades donde los estudiantes se limitan a aplicar procedimientos siguiendo pasos preestablecidos por el profesor, a recibir contenidos y a responder preguntas cerradas. Estos resultados fueron similares en docentes de inicial, primaria y secundaria.

En segundo lugar, se observó qué hacen los docentes para involucrar a los estudiantes en la sesión y en la experiencia. Para comprobarlo, se puso atención a las oportunidades ofrecidas por los docentes para que tomen decisiones sobre diversos aspectos de las actividades, para que expresen sus ideas y opiniones, y para que participen de manera activa en las actividades. El resultado fue que el 92,3% de los docentes, tanto de inicial como de primaria y secundaria, propone actividades donde los estudiantes deben seguir pautas rígidas y responder puntualmente preguntas específicas.

En tercer lugar, se observó qué hacen los docentes para monitorear y retroalimentar la actuación de sus estudiantes durante la sesión. Eso supuso mirar qué hacen cuando los estudiantes realizan sus actividades y qué retroalimentación les ofrecen en función a las dificultades detectadas. ¿Qué se encontró? Pues que el 78,3% de docentes monitorea de manera superficial a sus estudiantes, limitándose a verificar si entendieron las indicaciones, si acabaron la actividad o si acertaron con la respuesta correcta. Además, ofrecen retroalimentación muy superficial antes las dudas o dificultades que manifiestan.

Estos maestros no hacen lo que hacen con mala intención. Enseñan de esta manera porque es lo que aprendieron a hacer, lo que han hecho siempre y lo que ven hacer a todos sus colegas cada día. Además, muchos de ellos señalan que siguen las pautas y orientaciones que les dan. Por eso lo estructuran todo, lo dirigen todo, avanzan a toda prisa porque les exigen completar su programa y no pueden perder tiempo deteniéndose a abrir diálogos ni debates en el aula.

La pregunta es ¿por qué no hemos podido modificar esas prácticas después de tantos años? Cuando se ha puesto en la agenda la urgencia de recuperar los aprendizajes perdidos en los años de pandemia y se han dado directivas de reforzamiento ¿se ha tomado en cuenta la persistencia de este escenario en las aulas? No es la primera vez que el Monitoreo de Prácticas Escolares revela esta realidad.

Un recurso simple y facilista es culpar al currículo. La verdad es que urge evaluar los mecanismos de la política educativa para fortalecer el ejercicio profesional de la docencia, pues ese factor es el que puede hacer la diferencia y hay una multitud de evidencias que lo demuestra. Los salones de clase son el lugar de verificación del impacto de las políticas. Hay que poner los ojos allí con mayor celo.

Lima, 20 de julio de 2023
Comité Editorial