Edición 96

Reivindicando la decodificación

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Una de mis últimas notas dio lugar a varios comentarios sobre el papel de la decodificación en la enseñanza de la lectura. Por ello, ofrecí exponer lo que pienso al res-pecto. Cumplo en parte ese compromiso.

Comienzo relatando una escena que presencié en un banco comercial de Lima. Una niña, que quizás asistía al primer grado, mirando un letrero colgado en una de las puertas de vidrio, dice en voz alta: “en… pu… pu …je… enpu…je… empuje”, y mira satisfecha a su mamá. La madre, inteligente, le pregunta: “Y, ahora, ¿qué hacemos?”. La niña, haciendo un gesto con las manitas, responde “Empujar, pues”.

Esa escena nos permite acercarnos a lo que son la decodificación y la lectura en el ámbito del aprendizaje de la lectura por parte de los niños.

A las puertas de la lectura

En castellano, cuando un niño que está aprendiendo a leer se topa con una palabra que no ha visto antes, intenta “leerla” y comienza reconociendo sus sílabas. Hace como la niña: “en…pu…je..”. Para examinar la palabra de ese modo su mente siguió un com-portamiento común en los seres humanos: cuando vemos elementos aislados los agrupamos en unidades perceptibles. Por eso, no se puso a reconocer letras una por una: “e…eme…pe…u…jota…”; comenzó reconociendo y pronunciando las sílabas y enseguida procedió a pronunciarlas, no tan rápido porque su mente todavía trabajaba en ello. Cabe advertir que todavía no decodificaba la palabra; solo la silabeaba.

En ese mínimo instante sucedió algo sorprendente. Al silabear, la niña se estaba escuchando. Sólo llegaban a su mente la secuencia vacilante de los sonidos. Al final, cuando la pronunció completa, en su conciencia se presentó la palabra. Ya no como una fila de sonidos sino como un todo con significado. Y en ese instante logró decodificar la palabra, es decir que descubrió el significado que estaba codificado en ella.

El comienzo de la lectura

El cerebro es tan complejo, tan maravillosamente complejo, que, en el instante aquel cuando la niña decodificó la palabra, ella hizo más: la relacionó con la situación en que aparecía y entonces comprendió el mensaje expuesto en el cartel: “Empuje la puerta”. Llegó, pues, a la lectura.

La decodificación, así como la hemos mostrado, es un momento de la lectura. La ejecutan así las personas aprendices de la lectura (niños y adultos en proceso de alfabetización). Más aún: las personas que aprenden a leer en castellano. Al comienzo, dependen del silabeo, que puede ser todavía trabajoso porque están aprendiendo a manejar las familias silábicas y construyendo palabras con ellas. Luego dejarán el silabeo y realizarán la operación en forma cada vez más automática. Y sucederá así a medida que ese proceder vaya dando paso a otro procedimiento importante: el reconocimiento global y automático de las palabras que ven escritas. Entonces, al leer en voz alta un texto pronunciarán rápidamente las palabras conocidas y se detendrán solo cuando encuentren alguna palabra que no habían visto antes. Y para decodificarla recurrirán de nuevo al silabeo.

¿Y cómo lo hace usted, amigo lector?

Usted, amigo lector, no procede del modo descrito. Usted es diestro en lectura. Su vista se desplaza a lo largo de las líneas sin detenerse a examinar cada palabra. La mirada avanza por saltos, abarcado cada vez varias palabras. Las mire o no las mire, su mente va reconociendo las palabras, en su forma y significado, a una velocidad sorprendente. ¿Por qué? Porque usted posee un léxico de lectura grande. Ese léxico está formado por cientos, miles de palabras que puede reconocer en fracciones de segundo cuando las ve escritas. Gracias a ese léxico usted avanza sin detenerse. Recuerde: Cuando frisaba cinco o seis años y comenzaba su aprendizaje de la lectura no tenía un léxico de lectura amplio, pues este se hallaba recién en formación. Casi cada palabra que veía escrita era nueva para usted, pese a que al hablar sí la conocía. Tal vez recuerde que, en su niñez, feliz de haber adquirido una nueva capacidad, “leía” cuanto estuviera a la vista: letreros en las calles, marcas de productos, avisos publicitarios; seguía con la vista el texto cuando alguien le leía un cuento; en fin, aprovechaba toda ocasión para “leer”. Y así iba enriqueciendo cada día su léxico de lectura, que se ampliaba más y más cuando participaba en las actividades escolares de aprendizaje de las diversas áreas.

Como sucede con otras capacidades de lectura, las formas de decodificación cambian. La que hemos visto a partir del caso de la niña del banco es propia de los comienzos del aprendizaje. Sucede que el lector inicial, como dijimos antes, suele encontrar palabras que no había visto escritas antes. Esas palabras le son extrañas. Entonces recurre (por lo menos en castellano) a buscar la forma oral de la palabra, y para eso identifica las sílabas y las pronuncia. Así, llega a la manifestación oral, que sí conoce, es decir que conoce la palabra hablada y su significado. Esa es una operación de decodificación, operación que, por definición, consiste en descubrir el contenido codificado con signos escritos.

Más adelante el lector encontrará palabras derivadas, y para precisar su significado ya no las dividirá en sílabas, sino que se fijará en la parte radical y los prefijos o sufijos (‘estudio’ y estudiante, estudioso, estudiantil, estudiado, etc.). O encontrará palabras compuestas y tendrá que partir de las palabras originales para averiguar lo que significan ya conjuntas (‘audiovisual’, ‘atrapanieblas’, ‘grecolatino’, etc.). Y no será raro el caso de palabras que obligan a lector a silabearlas antes de proceder a su examen como cuando intenta leer el informe del médico después de una radiografía (“Se visualizan hipodensidades simétricas en la sustancia blanca periventricular…”); o cuando encuentra un término difícil en un texto que hasta parecía sencillo (“Existen indicios para pensar que en la prehistoria hubo una edad anterior al paleolítico. Una edad que puede ser llamada os-todotoquerática porque la gente usaba…”).

Estoy centrando en la operación de decodificación. He señalado varias posibilidades, mirando solo el quehacer con las palabras. Pero cuando estás se hallan en un texto, la mente se vale de otros medios para lograr ese descubrimiento. Tratarlos es ya entrar en el tema de la lectura, lo cual rebasa la intención de este artículo.

FINAL

Es cierto, decodificar no es leer; pero es necesaria para leer, sobre todo en la etapa de aprendizaje de la lectura. Es importante y no merece menosprecio. Por el contrario, hay que prestarle atención durante la enseñanza. Trabajando bien con ella hasta se reduce el tiempo de aprendizaje de la lectura. No es que la enseñanza de la decodificación sea un primer paso y que la enseñanza de la lectura sea el siguiente. Son pasos que se dan simultáneamente. Hay procedimientos metodológicos probados que permiten avanzar, al mismo tiempo, con el manejo de la decodificación y con el aprendizaje de la lectura. Esa es la vía mejor.

Los ejemplos que he usado muestran la decodificación como se suele hacer en castellano. En otras lenguas los modos son distintos, como distinta es la enseñanza de la lectura. No hay un método universal. Hay, en consecuencia, mucho que decir -y aun por descubrir- respecto de la lectura inicial. No obstante, lo que ya se sabe constituye una buena base para andar en la dirección correcta.

Lima, febrero de 2024

Manuel Valdivia Rodriguez
Docente, graduado en la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta. Se desempeña actualmente como asesor pedagógico. Ha trabajado en proyectos educativos para organismos internacionales en Perú, Bolivia, Ecuador, Guatemala. Responsable de la Diplomatura en Didáctica de la lectura y producción de textos funcionales en la educación primaria en la PUCP. Especialista en temas de pedagogía general y pedagogía del lenguaje, currículo, educación bilingue, educación rural. Tiene un blog: Gaceta de Educación y Pedagogía.